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La opereta de las uvas

Los tres relojeros de la torre de Sol discutieron minutos antes de las campanadasEn estudio un sistema para que el año próximo llegue sin atragantarse

Vicente G. Olaya

El drama comenzó a menos de treinta minutos de las campanadas de fin de año. Vicente Rodríguez, encargado del reloj de la Puerta del Sol desde hacía 20 años, enseñó a sus dos nuevos compañeros, los relojeros Jesús López y Pedro Ortiz, contratados quince días antes por la Comunidad de Madrid para supervisar la recién arreglada maquinaria, una extraña pieza que llevaba bajo el brazo.Según López y Ortiz, era la primera vez que veían el artilugio que les presentaba Rodríguez. "Parecía un contrapeso con unos tornillitos. Era de chapa y muy raro", recuerda Ortiz. "Nos dijo que era el truco que utilizaba siempre para que las campanadas sonasen más distanciadas. Le respondimos que no iba a meter ese cacharro en un reloj de 131 años, que podía romper la maquinaria y que no nos íbamos a arriesgar a un ridículo de ese tipo. Se encogió de hombros y dijo que entonces las campanadas irían muy rápidas. No pronunció ni una palabra más", afirmaron.

Minutos después, España se atragantaba y se preguntaba qué demonios había pasado.

Campanadas más lentas para el 98

Quien dio la orden de impedir que el invento de Rodríguez fuese introducido en la maquinaria fue Juan Blasco, arquitecto de la Comunidad y responsable de la rehabilitación del edificio de la Puerta del Sol, que también estaba en el grupo de los tres relojeros: "Ni de broma iba a meter Rodríguez una pieza no comprobada. Si hubiera estropeado el mecanismo, el escándalo habría sido mayúsculo".Tras la negativa, Rodríguez y Blasco se subieron a la torre para activar el mecanismo que hace bajar la bola. López y Ortiz se quedaron junto a la maquinaria para comprobar su funcionamiento. Tras dar las doce, los cuatro volvieron a reunirse. Tomaron unos traguitos de cava y se despidieron.

"Nos enteramos de todo el lío a la mañana siguiente", recuerda Ortiz. "No entendíamos la polémica. Nosotros llevábamos haciendo pruebas desde el pasado 16 de diciembre, y nadie había caído en la cuenta de que iban muy deprisa. A lo mejor es culpa nuestra, pero Rodríguez bien callado que se lo tenía. Jamás nos dijo nada, a pesar de que estuvo presente en todas las pruebas. Lo que no puede hacer es decírnoslo 20 minutos antes de fin de año", añade.

"Yo soy el responsable de que las campanadas sonaran a esa velocidad. Yo tomé la decisión y lo volvería a hacer", reconoce Blasco. El arquitecto explicó que el próximo fin de año, "si los madrileños quieren", las campanadas volverán a sonar con una cadencia más lenta. Ortiz y López le apoyaron: "Se puede hacer perfectamente, pero hace falta un poco de tiempo. No vale eso de las improvisaciones y de los truquitos", insistieron.

Por su parte, Carlos López Collado, concejal de Bomberos y Protección Ciudadana, se unió ayer a la polémica. "Yo espero, en primer lugar, que el subnormal o el impresentable que dio esa orden [en referencia a Blasco] lo reconozca, y que otro año no se vuelva a producir este hecho", manifestó en Radio Voz. Posteriormente, se arrepintió en la SER de haber usado el término subnormal: "Quienes no merecen todo el respeto son los Blasco y Losada [en referencia al ingeniero y a los dos relojeros que se opusieron al truco de Rodríguez] que andan por el mundo y cuya insensibilidad y desconsideración a la gente me parecen alarmantes".

El arquitecto Juan Blasco le respondió: "Mi conciencia está tranquila. Si el reloj no llega a funcionar por haber aceptado el truco de Vicente Rodríguez, entonces habría que ver si la subnormalidad se me achacaba de una manera más rotunda".

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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