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Un adiós con flores para Marcello

El cadáver fue honrado en un ritual civil y salió de escena escoltado por miles de romanos

ENVIADA ESPECIALAlgunos madrugaron. El que más, Alberto Sordi, que está muy neurótico y quiso despedir se de Marcello Mastroianni a solas, antes de que la capilla ardiente instalada en la alcaldía romana abriera sus puertas al público, a las ocho de la mañana de ayer. Luego pasaron ante el féretro el cantante Massimo Rainieri y la viuda de Moravia, Carmen Llera. Una tardía corona de flores, de parte de "Antonio e M lanie" reemplazó la presencia de Banderas -que ha estado aquí presentando Evita- y su mujer, Melanie Griffith. Eran las únicas flores que se mantenían lozanas. El resto, incluidas las rosas blancas e Valentina Cortese y las flores de Pascua de una de sus hijas, que cubrían el ataúd del actor, habían perdido todo el apresto.

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Aparte de ello, en el interior del Capitolio todo seguía igual: gente desfilando -el domingo por la mañana, menos burgueses y más gente sencilla que el sábado- y muchos fotógrafos al acecho.

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Adiós a Marcello Mastroianni al estilo Fellini

Viene de la página 1El silencio respetuoso del pueblo y el ring ring insolente de los teléfonos portátiles, seguidos siempre por decenas de ¡pronto! que daban cierto aire sainetesco al velatorio. Fuera, en la plaza del Capitolio, diseñada por Miguel Angel, una tarima forrada de rojo, un centenar de sillas dispuestas a ambos lados, y enfrente una barrera: periodistas; y detrás, público. Todo dispuesto para el funeral laico organizado por el consejo municipal de Roma y su alcalde, el verde Francesco Rutelli, a la cabeza.

Poco después de las 11, el escenario se agita. No deja de sonar una música especial, la que Nino Rota compuso para Ocho y medio, y su fanfarria le viene que ni pinta da al trajín de policías urbanos y carabineros que, vestidos de gala, con cascos. y entorchados, espuelas y espadas, trasiegan banderas y pendones; a los invitados que empiezan a llegar -el alcalde de Fontana Liri, localidad natal de Mastroianni, lleva una banda tricolor al pecho-, al frenesí de presentadores de televisión que gritan tratando de imponerse a la música y al fragor de telefonini. Le viene bien la música burlona, hasta al inevitable individuo que, armado con una instamatic, con el pelo te flido como un mal actor de reparto, ha estado merodeando toda la mañana en torno al féretro y que, finalmente, ha conseguido centrarse entre los familiares como uno más.

"Ahora, Marcello se levanta y se va", le ha dicho la viuda, ambiguamente, al presentador de la ceremonia, el actor Massimo Ghini, que repite la ocurrencia para el público. ¿Se va porque le parece ridículo o lo hace porque está tan vivo que sólo puede ponerse en pie y largarse? Misterio. Flora Carabella, la viuda, ha llegado con su hija Barbara, poco después de que lo hicieran las autoridades: el vicepresidente de la República, Walter Veltroni, el ministro del Interior, Giorgio Napolitano, el alcalde Rutelli, en fin, todos ellos de oscuro, algún loden, severidad, rostros compugidos.

Después han comparecido las gentes del cine: los directores Mario Monicelli, Giuseppe Tornatore, Carlo Lizzani y Gillo Pontecorvo; las actrices Sofia Loren -con su hermana Maria y su hijo, el director teatral Eduardo Ponti-, Monica Vitti -con su novio joven, evidentemente descompuesta- y Mariangela Melato. También están la abogada de Marcello, Giovanna Cau, y su sastra de toda la vida, Angela Insimaghi, que tendrá a su cargo el parlamento más corto y sentido de la mañana. Todas lloran. Vitti va de negro, con un collar de turquesas y corales.. gafas oscuras. Sofía Loren, también de negro, con un foulard verde y púrpura, y el tono de piel entre Julio Iglesias e Isabel Tocino. Flora Carabella, la viuda, lleva un abrigo gris con puños y cuello de piel; y la hija, Barbara, unos pantalones negros y un abrigo del mismo color, con jersey rojo.La mañana es espléndida. Llegó Marcello Mastroianni el sábado a Roma y fue como si empezara la primavera: se detuvo en seco la lluvia que no había cesado en los días precedentes. En la plaza del Capitolio, bajo la estatua de Minerva y flanqueado por los dos colosos de la Fontana, el féretro del hombre parece diminuto. Hablan los próceres, los amigos, los colegas, insistiendo todos en la sencillez del muerto y el carácter universal de su arte italiano. La gente, silenciosa, llora. O romple a aplaudir.

El falso pariente que se coló a primer plano permanece rígido, como si temiera ser descubierto en cuanto se le escape un gesto de más. De vez en cuando se retoca el pelo, tal vez pensando que, desde donde estén, Federico Fellini y Marcello Mastroianni se fijarán en él para un casting.Un relamido locutor de televisión -tejanos estrechos y cortos, a lo pijo- trata de concentrarse, estilo Actor's Studio, antes de pronunciar un par de frases huecas. Una colega suya, argentina, de la cadena Santa Fe, duda entre empezar por "Roma rinde tributo a los grandes" o "Antes de entregarlo a su morada final, Roma despide con todos los honores al actor italiano Marcello Mastroianni". Evidentemente, gana la segunda opción.

Y entonces el presentador del acto lo da por concluido, con unas palabras que el propio Mastroianni pronunció y que su biógrafo, Enzo Biagi, recogió: "He amado mucho la vida, y he sido correspondido".Los empleados municipales conducen el ataúd hasta el furgón, los fotógrafos y los cámaras de la televisión trotan hacia los famosos y, de nuevo, la fanfarria de Nino Rotta subraya la acción. Ta-ta-tí, tatirara, ta-ti-ta-ti, tatá. Si Marcello no se ha levantado y se ha ido, seguro que se reirá.

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