Tráfico de órganos
Recientemente ha aparecido en este diario la noticia de que se ha descubierto una red de adopción ilegal en Rumania. Esto no es algo reciente ni, por desgracia, exclusivo de dicho país. Desde hace algunos años se están produciendo denuncias sobre secuestros y compraventa de niños en países centroamericanos y, más recientemente, en el este de Europa.El destino de estos niños no es siempre la adopción ilegal, sino otros mucho más macabros y siniestros, como son la prostitución y el tráfico de órganos. En 1988 se descubrió en Paraguay que siete niños brasileños habían sido secuestrados para ser enviados a hospitales clandestinos norteamericanos. El entonces instructor del caso, el juez Ángel Campos, miembro de la Asociación Internacional de Juristas Demócratas, afirmaba: "Muchas de las criaturas adoptadas van a parar a bancos de órganos clandestinos de EE UU e Israel, donde los menores son sacrificados para trasplantes". Del mismo modo, el diputado francés
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del eurogrupo socialista Léon Schwartzenberg, médico especialista de trasplantes, que fue ministro de Sanidad, propuso la resolución que fue aprobada por el Parlamento Europeo contra el tráfico de niños para trasplantes. El Parlamento, "considerando los casos reconocidos de mutilación y asesinato de niños en algunos países en desarrollo con la finalidad de suministrar órganos destinados a trasplantes que se exportan hacia los países ricos", pide a la Comunidad Europea que tome las medidas necesarias para impedir el tráfico de componentes humanos, que sólo se utilicen los órganos cuyo origen se conoce con exactitud y que la CE denuncie a los Gobiernos que permitan el desarrollo de ese comercio (Parlamento Europeo, documento A3-0074 / 93).
Hasta ahora no ha habido ni una sola denuncia de los Gobiernos de la Unión Europea o Estados Unidos; al contrario, somos los países "privilegiados" los que estamos manteniendo la existencia de estas redes, comprando órganos que servirán para salvar la vida de nuestros pequeños, aunque para ello tengan que ser asesinados niños de los países del sur y destrozadas sus familias.
Es de agradecer la publicación de determinados libros como el de J. M. Martín Medem, Niños de repuesto (Editorial Universidad Complutense, 1994), en el que aparece información perfectamente documentada sobre el tráfico de menores y el comercio de órganos en América Latina. Sería deseable que no sólo los medios de comunicación, sino la sociedad entera, nos hiciéramos eco de estas prácticas abominables que nos hacen renegar de nuestro género humano y que manifestemos nuestra indignación y repulsa. Una manifestación blanca como la de Bélgica se la merece tanto un niño del norte como un niño del sur.-
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