Neocaciquismo
El resultado de la huelga minera, que obligó al ministro Piqué a rectificar su proyectada liberalización del mercado energético, ha puesto de manifiesto no sólo la preocupante debilidad política del Gobierno (así como la derrota sufrida por su sector neoliberal a manos de la facción populista que encabeza Cascos) sino que también ha revelado una tendencia hasta ahora latente que parece comenzar a aflorar. Me refiero al hecho de que, dentro del partido del Gobierno, se han impuesto ciertos intereses particulares, representados por los notables locales y los barones territoriales, sobre los intereses generales confiados al Ejecutivo. Y esto podría resultar peligroso si llegase a significar una especie de retorno al caciquismo: ese viejo demonio familiar que anida en la me moria secular del conservadurismo español. Un grupo de historiadores, sociólogos y antropólogos políticos acaba de publicar un volumen compilado por Antonio Robles Egea (Política en penumbra. Patronazgo y clientelismo político en la España contemporánea: Siglo XXI, Madrid, 1996) donde se actualiza el estado de la cuestión desde el siglo pasado hasta hoy mismo. Y su diagnóstico es alarmante: con independencia del régimen político, autoritario o democrático, el sistema político español siempre se ha caracterizado por la parasitación clientelar del aparato estatal. El caso extremo fue el caciquismo de la Restauración, pero la misma explotación del Estado central por parte de las redes clientelares se dio en la República y en el franquismo, renaciendo bajo nuevo cuño durante la Transición. En este sentido, la corrupción socialista no sería más que otro eslabón de la misma vieja cadena, que ahora el PP amenaza continuar.
Las relaciones entre clase política y sociedad civil definen el tipo de dominación que instaura cada régimen político. El régimen socialista practicó un partidismo rampante, que comenzó colonizando las instituciones públicas con sus redes clientelares, prosiguió subvencionando intereses neocorporativistas y terminó cayendo al final de su mandato en la lisa y llana corrupción. De ahí que contra su ejecutoria se elevase un clamor regeneracionista que alentó el programa del PP, centrado en la depuración del sector público y la lucha contra el cohecho administrativo. Pues bien, a nueve meses del triunfo electoral de Aznar, cabe preguntarse qué se ha hecho de su promesa regeneracionista, a la luz del régimen político alumbrado.
Los socialistas, al menos, tardaron cinco años en empezar a corromperse y mantuvieron la separación entre sociedad civil y Estado, limitándose a parasitar el sector público. Pero es que los conservadores no se limitan a eso, pues, además, en nombre de la primacía de la sociedad civil, están enfeudando las instituciones públicas al servicio de los intereses privados. Y eso lo hacen a todos los niveles del tejido social: por arriba (bancarización de la economía, duopolio de los grandes grupos corporativos, reparto entre los amigos de Aznar del sector público desguazado), por abajo (prórroga del PER y las pensiones, corrupción gallega o balear, claudicación ante los caciques del carbón) y por enmedio (amordazamiento de RTVE, servilismo ante la prensa ultra, caída, digital en la red mediática privada). Y eso por no hablar de la más evidente clientelización del Estado, que es el desguace de la hacienda enajenada por su cesión al nacionalismo periférico: esa forma extrema de caciquismo territorial nacida de la Restauración.
Entre tanto, González pone sonrisa de gato de Cheshire al recordar aquél refrán: otros vendrán que bueno te harán; y se limita a esperar sentado, aguardando la caída definitiva de Aznar tras tanto tropezar. Pero queda por resolver la cuestión cívica: ¿cómo evitar que las redes clientelares exploten el Estado a espaldas del pueblo soberano? Nuestros gobernantes continúan concediendo sus favores políticos a los notables mas influyentes, caciquiles o mafiosos. Y mientras no se supere esta reminiscencia del Antiguo Régimen, subsistirá la sospecha de que el fantasma de la Restauración canovista está retornando.
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