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Alemania se queda aislada en la defensa de un pacto de estabilidad rígido para el euro

Xavier Vidal-Folch

Alemania afronta el Ecofin (Consejo de Ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea), que se celebra mañana, en el más absoluto aislamiento. Se ha quedado sola en su defensa numantina de un pacto de estabilidad que garantice la convergencia tras el lanzamiento del euro mediante un corsé muy rígido. Así se evidenció el miércoles, en la última reunión del Comité Monetario, a cuyo dictamen ha tenido acceso EL PAÍS. Una enmienda transaccional gana terreno, ante el miedo de que un desacuerdo prolongado acabe provocando una tormenta monetaria.

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El texto del Comité Monetario

Las tesis de Bonn para estrechar las "circunstancias excepcionales y temporales" que permitirían a los países superar el techo del déficit del 3% sobre el PIB sin ser sancionados con graves multas ya fracasaron en el Ecofin del 11 de noviembre. El resto de los socios se opuso a limitar esta cláusula eximente o de escapatoria. Flanquearon la propuesta de la Comisión para negarse a cuantificarla con una cifra que la limitase -una recesión de, al menos, un 2%, como quería Alemania-, y apoyando que se decida con un margen político de apreciación la "excepcionalidad" de la circunstancia que desbocó el déficit.El ministro belga de Hacienda, Phillipe Maystadt, sugirió una fórmula de compromiso, mediante una "horquilla", que sin encorsetar la posible escapatoria, no la conviertiera en un coladero, hipótesis que aterroriza a Bonn, que desconfía de las trampas presupuestarias realizadas por sus socios para el ejercicio de 1997 y teme la desafección de sus ciudadanos ante la sustitución de un marco fuerte por un euro débil.

Los responsables del Tesoro y subgobernadores de los bancos centrales volvieron a dejar "aislada" a Alemania el pasado miércoles, en la última reunión del Comité Monetario, según certificaron fuentes cercanas al mismo. Y decidieron redactar su preceptivo dictamen al Ecofin con tres alternativas.

Tres fórmulas

El texto, al que ha accedido este diario, recoge y formaliza en su artículo 28 (véase información adjunta), mediante sendos corchetes, esas tres fórmulas. La de la Comisión, que se refiere a que la circunstancia excepcional sería una recesión "severa" sin más; la alemana, que exige que sea al menos del 2% durante cuatro trimestres o un año, y la horquilla belga. Según ésta no habrá sanciones cuando la recesión sea más grave que el 2% (en un año, no en cuatro trimestres, dadas las dificultades estadísticas de distintos países) ni cuando la caída del PIB oscile en una franja entre el 0,5% y el 2%. Aunque en este caso, se deberá demostrar la gravedad de la recesión.Esa demostración se recoge en el artículo 29 también con dos alternativas. Una imputa toda la carga de la prueba de la gravedad de la recesión al Gobierno afectado; la otra sólo obliga a la Comisión a "tener en cuenta" las observaciones del Estado en cuestión.

Bonn también se quedó también solo combatiendo el tope máximo de las sanciones propuesto por la Comisión, del 0,5% del PIB (una parte fija del 2% y una variable de una décima por cada punto de déficit excesivo), y propugnó su supresión, para endurecer el Pacto. Y existe otro desacuerdo, sobre, si el importe de las sanciones -primero depósitos, transformables en multas- debe ingresar en el presupuesto comunitario, lo que beneficiaría a los países excluidos del euro, o en una bolsa común gestionada solo por los países in.

Lo significativo ante la reunión de mañana, sin embargo, es que ha ido ganando terreno la solución de compromiso, aunque muchos países, como España, prefieren la alternativa propuesta por la Comisión. Y gana terreno porque, aunque muchos dudan de que mañana se alcance el acuerdo, e incluso muestran escepticismo de que se logre en la cumbre de Dublín, el 13 y 14 de diciembre, se teme que un largo período de indecisión acabe provocando el fin de la actual euroforia sobre la moneda única y suscitando una nueva crisis monetaria, como en 1992. "No se puede avanzar mucho en la fijación de las fechas, como ya se ha hecho, y poco en la definición de todas las condiciones", argumentaron fuentes oficiales españolas, porque eso crearía un desequilibrio aprovechable por los especuladores.

Precisamente ése fue el argumento que convenció a Bonn en otra batalla reciente. En las discusiones sobre el ingreso de la lira en el SME del pasado fin de semana, el gobernador del Bundesbank, Hans Tietmeyer, y el secretario de Estado alemán de Hacienda, Jurgen Stark, contrarios a la entrada de la divisa italiana a una paridad que juzgaban demasiado apreciada, propusieron algo insólito: que se aprobase su ingreso, pero que no se fijase la tasa de equivalencia hasta al cabo de unas semanas, para calibrar las reacciones de los mercados. Los demás les convencieron de que se corría el riesgo de que esa indecisión fuese penalizada por los mercados, al romper su actual encantamiento, que les hace "cerrar los ojos" ante las trampas presupuestarias.

[Por otra parte, el presidente francés, Jacques Chirac, dijo ayer que había "confirmado" al canciller alemán, Helmut Kohl, Ia posición francesa respecto a la estabilidad de cambio entre el franco y el marco". Chirac hizo esta declaración al término de una breve entrevista con Kohl, quien afirmó estar "muy feliz al ver que se han confirmado los criterios... la política interior francesa y la nuestra coinciden plenamente", dijo].

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