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Viaje a la modernidad de la escultura española

La galería Marlborough expone 47 obras de 16 autores, de Picasso a Chillida

El viaje que propone la muestra Raíces de la escultura española contemporánea parte de una Cabeza de mujer creada por Picasso en 1905 y desemboca en una de las últimas obras de Martín Chirino. Entre ambos, Manolo Hugué, Joan Miró, Julio González, Eduardo Chillida, Jorge Oteiza, Antonio López... Dieciséis representantes de la mejor escultura española -desde los herederos del noucentisme hasta el realismo de los 60, las vanguardias de posguerra o las derivaciones del Arte Nuevo- se exponen hasta el 18 de febrero en la galería Marlborough de Madrid (Calle Orfila, 5).

A través de 47 obras de 16 escultores, y tratando de huir del tópico de "la veta brava" que según algunos caracteriza a la escultura española, la comisaria de la ex posición, Ana Vázquez de Parga, ha intentado "mostrar el esqueleto que estructura la escultura hispana del siglo XX, los nombres fundamentales que han marcado la entrada en la llamada Modernidad".Cronológicamente, ese fascinante "viaje circular" empieza con los artistas nacidos o formados en la Barcelona de finales del XIX: Manolo Hugué (1872-1945), Julio González (1876-1942), Pablo Picasso (1881-1973), Pablo Gargallo (1881-1934) y Joan Miró (1893-1983), que marcan, según Vázquez, "una etapa caracterizada por la ruptura con el clasicismo y por el paso del modernismo a la modernidad".

Esos cinco artistas participan activamente en las vanguardias de su tiempo: Manolo Hugué lo hace desde la llamada figuración trascendental, de inspiración mediterránea (Campesina, 1913). Gargallo, desde el barroquismo con resabios decó, pero también a través del purismo de sus moldeados redondos (Esclava, 1924). Miró aparece como. el amante de los objetos encontrados, inútiles (un roscón de reyes, una rama...) que transforma en un "neosurrealismo inquietante", según Vázquez de Parga.

Pero queda también la insólita evolución de Picasso: del escultor rodiniano, decimonónico, que realiza la Cabeza de mujer en 1905, al precubista de la pieza del mismo título de tres años después, que anticipa a Las señoritas de Aviñón en opinión de Juan Manuel Bonet, autor del texto del catálogo.

Lo ayuda en ese camino la revolución técnica de Julio González, gran orfebre, dominador de la soldadura autógena que, según Vázquez de Parga, "permite recortar las piezas en planos rectos, y así darle la vuelta al sentido clásico". Contradictorio, poético, González dibuja en el espacio, juega con el medievalismo (El encapuchado, 1935) y el cubismo (Cabeza, 1934)...

Rechazo de lo superfluo

Lo que define el espíritu de la escultura hispana, según Vázquez de Parga, es "la profunda austeridad, el rigor, la seriedad, esa discreción que no es timidez sino rechazo de lo superfluo". También su modernidad, que en los años veinte se identifica con la aparición de las primeras vanguardias domésticas: el Salón de los Ibéricos en 1925 marca el encuentro de la tradición con el Arte Nuevo, y reúne a Angel Ferrant, Alberto Sánchez o Leandre Cristòfol, radicales y surrealizantes, a los que se unirá Moisés Villèlia.Casi todos acabarán siendo "marginados por anticomerciales", señala Vázquez de Parga, pero ahí están sus materiales frágiles, su minimalismo, su lirismo hecho de objetos naturales, no manipulados. Fantástica desviación es la de Ángel Ferrant, artista de compleja trayectoria del que se exhibe una humorística serie de siete relieves (La Tauromaquia, 1934).

La aridez de la guerra y la posguerra sólo se refrescará con la renovación de los cincuenta, explica Vázquez de Parga. Llegan las segundas vanguardias y su espíritu científico, constructivista, que recupera la fragua, la solidez de los volúmenes, la ascética sobriedad del hierro, el aluminio, el alabastro, el acero... Chillida, Oteiza, Chirino y Palazuelo conviven hasta hoy mismo con su contracorriente: la de "los sensibles e intimistas" realistas, con los Lópezes -Antonio, Julio y Francisco- a la cabeza. Porque, según escribe Bonet, "la columna vertebral de nuestra escultura es el hierro, pero cada vez percibimos con más claridad lo importante que ha sido esa otra familia que eligió el lenguaje del viento, de lo frágil, de lo mínimo... Y la de esa otra que ni es forja ni fragilidad".

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