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El álgebra de los jornaleros

Radiografia del PER, que ahora se llama AEPSA, en un pueblo de la campiña andaluza

565 hombres. 485 mujeres. La historia de El Coronil, los sudores de este pueblo de la campiña sevillana, desparramada en un tablón de anuncios. Son las listas del PER, las oposiciones a la carrera de jornalero que profesan casi todos sus habitantes, empezando por Diego Cañamero, su alcalde. "Yo sigo pagando las 8.411 pesetas mensuales del REA [Régimen Especial Agrario] porque ni siquiera me di de alta cuando salí de alcalde. He sido jornalero desde los ocho años y quiero seguir siéndolo hasta que me muera". El PER es ahora el AEPSA tras el cambio de nombre y, según el Gobierno, de objetivo. Pero las cosas siguen, más o menos, igual.Las listas del PER de El Coronil forman un laberinto ordenado. Se sigue un escrupuloso orden desde 1984 con un retén quincenal de cuatro hombres y tres mujeres. Empezaron apuntándose uno por cada casa y se respeta la antigüedad con mimo. Antonio Martín Espada y María Arenilla Marín encabezan las listas masculina y femenina, una noria laboral que tarda dos años y medio en dar la vuelta completa.

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Diego Cañamero nunca fue al colegio, pero su despacho es una cátedra de álgebra agropecuaria. Están más acostumbrados a restar que a sumar, a dividir que a multiplicar. "Me coges estudiándome el nuevo texto, el mismo sistema con otro nombre [el AEPSA]", dice Cañamero cuando EL PMS concierta la cita con el alcalde de El Coronil. Emborrona una cuartilla de cifras y garabatos. "El texto me lo dio Manuel Pimentel, el secretario general de Empleo, antes de que se firmara".

Considera denigrante el subsidio agrario pero dice que el extinto PER era "la más decente de las tres patas del sistema". Las otras dos son el subsidio agrario y los cursos de formación ocupacional. "En el PER nunca ha habido fraude. Lo que ocurre es que muchos ayuntamientos han firmado peonadas inexistentes para conseguir el subsidio de gente sin recursos y los han cogido por saltarse las cotizaciones".

El PER es el argumento favorito de los firmantes del nuevo concierto vasco para alentar agravios comparativos. "El PER se ha manoseado hasta la saciedad; dentro de ese concepto se metían carreteras, obras públicas..., lo cual confundía a la opinión pública y provocaba al norte. Esa criatura, Arzallus, no conoce la historia. Y no lo digo sólo porque en reconversiones industriales del norte se han gastado diez veces más dineros que en el Plan de Empleo Rural, sino porque no hace falta ser economista para saber que difícilmente se puede vivir con 300.000 pesetas al año, que es lo que recibe un jornalero andaluz sumando las 28.000 pesetas anuales del PER y las 240.000 del subsidio agrario". Es un laberinto tan kafkiano, segmentos de edades, de percepciones, de circunstancias familiares o años de prestación, que no es fácil manejarse ahora por el llamado Acuerdo para el Empleo y la Protección Social Agrarios. "En algunos pueblos, hay gente que se está poniendo las botas con los papeleos del PER", dice Cañamero.

En El Coronil, uno de los seis municipios andaluces gobernado por munícipes del Sindicato de Obreros del Campo, el nuevo sistema no ha suscitado el menor interés. "Antes lo defendía el PSOE y ahora lo defiende también el PP", dice Manuel Lara, 40 años, jornalero. "La novedad es que el ministro Arenas lo ha firmado con los sindicatos mayoritarios, que han aplaudido el nuevo texto y yo no sé qué están aplaudiendo".

Cañamero es un firme defensor de la eliminación del sistema de peonadas. "El subsidio es denigrante. Fomenta una situación histórico-cultural de no ser emprendedor, de no ser rebelde, de entender la vida como un favor y no como un derecho. La gente viene a este ayuntamiento en busca de peonadas, se hacen adictos a mi persona, no a mi ideología. Y los favores se pagan. ¿Cómo? Defendiéndome, no criticándome, votándome. Pero yo prefiero que vengan en busca mía que en busca del patrón. Si dependen del patrón para que les firme las peonadas, ¿van a ocupar sus tierras alguna vez?, ¿van a exigir mejoras en el convenio? Ni siquiera le piden agua cuando tienen sed". El ayuntamiento ha potenciado la creación de sendas cooperativas de carpintería y albañilería. Ésta se encarga de restaurar la torre de la iglesia del pueblo. Algunos jornaleros piensan en buscar salidas en la agricultura ecológica y hasta en la cría de avestruces. "Aquí sólo hay trigo y pipas", dice Manuel Lara. "Maastricht exige que se rebaje drásticamente el porcentaje de jornaleros", señala Cañamero. "Para que desaparezcan tantos jornaleros, tienen que cambiar de oficio o hacerse propietarios. Nos hablan en Europa de turismo rural. Todos camareros o guías turísticos. En la Sierra de Cádiz o en las Alpujarras, eso es posible, pero qué coño turismo rural va a tener una campiña donde tienes cuarenta grados y ni un árbol en el horizonte". Veinte bancos en un olivar. No ha llegado la revolución financiera a El Coronil. Le llaman banco al conjunto que forman una escalera, tres hombres y dos mujeres, quinteto dedicado a la recogida de la aceituna. Ciento nueve campesinos en el cortijo de un conde o marqués que regenta un hijo del escritor José María Pemán. Andalucía de contrastes bajo el olivar. El encargado llega con malas noticias: la cosecha es muy floja, salen a 104 kilos por día y si no se superan los 130 no es rentable y tendrán que interrumpir la tarea. Las mujeres solean antes y después de que los hombres suban a la escalera y la emprendan a palos con el olivo para que suelte la dichosa aceituna. Le llaman solear al duro ejercicio de destrozarse los riñones y coger las aceitunas sobrantes. El salario es el mismo para hombres y mujeres, un jornal de 4.170 pesetas. Consideran insignificante que se haya rebajado de 40 a 35 el mínimo de peonadas para percibir el PER. Manuela y Merche, 40 y 35 años, solean con frenesí. Son la esposa y la hermana de Diego Cañamero. "Somos once hermanos, a alguno siempre te encuentras", dice el alcalde para sofocar las suspicacias de tráfico de influencias. Un tráfico, por otra parte, que no se, lo recomienda a nadie. Merche se siente jornalera de los pies a la cabeza. "Lo que quiero es trabajar en el campo, en la fábrica, donde sea, para que mis hijos no tengan que pasar por esto. Están estudiando y si no valen tendré que llevarlos hoy a la aceituna, mañana a la remolacha, pasado a lo que salga". "Para estudiar, tienen que salir del pueblo", explica Manuel Lara, "y en cuanto repiten un curso, lo dejan y el padre se encarga de sacarles la cartilla". Las aceitunas irán a Valencina de la Concepción para convertirse en aceite del Aljarafe. "Antes teníamos molino de aceite, pero lo perdimos como tantas otras cosas que se perdieron en este pueblo", dice el encargado, el de los negros presagios. Dolores Martín tiene 43 años, azúcar en la sangre y es madre de un hijo. "No tengo más porque no puedo, porque estoy hecha polvo, porque a los sanos les dan la baja y los enfermos tenemos que trabajar". Cuentan que algunos "sobornan" al médico con ristras de espárragos para que les firme la baja.

"¿Usted se cree que yo, con 55 años, puedo estar aquí recogiendo aceitunas como un esclavo?". Antonio García Galván blasfema contra el nuevo PER y contra la vieja historia. "El sistema anterior, con ser casi feudal, era más justo", dice Cañamero. "Con el nuevo sistema hay mucha gente que cobra sin trabajar, gente que se ha colado sin tener derecho".

El 'master' de Cañamero

Supuesto 1: "¿Usted tiene entre 52 y 60 años? Sí. ¿Ha estado quince años cotizando al Régimen Especial Agrario? Sí. ¿Ha cobrado el subsidio agrario? Sí. Usted tiene derecho a 360 días de subsidio sin necesidad de presentar ninguna peonada".

Supuesto 2: "Usted es menor de 35 años y no tiene responsabilidad familiar. Las peonadas del PER no le cuentan; tendrá que justificarlas por trabajos en el campo

Supuesto 3: "Una persona que ha estado 20 años en la agricultura, se va un año a la Construcción y vuelve al campo; necesita un año cotizando para tener derecho a las peonadas y estar al corriente en el pago de los sellos. Al que no está al corriente, se lo cepillan".

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