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La OIT calcula que hay 25 millones de niños explotados laboralmente en Latinoamérica

Entre 20 y 25 millones de menores de 13 años son explotados laboralmente en Latinoamérica, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Contra esa lacra la OIT ha creado un programa, apoyado decisivamente por España con 12,5 millones de dólares (unos 1.600 millones de pesetas). "El trabajo infantil", dice el español Eduardo Araujo, coordinador del programa para Latinoamérica, "no sólo mata dos veces, al niño y al hombre que no puede llegar a ser; el trabajo infantil es un infierno que va creando un subpaís dentro de un país, un submundo dentro del mundo".

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Adentrarse en el laberinto de la explotación laboral de los niños es, en Latinoamérica y en el mundo entero, pisar un campo de minas y pisarlo a oscuras. "Lo más, trágico es que ves el fenómeno en las calles o en los campos, pero los datos están ocultos, porque, para empezar, no se sabe lo que es trabajo oficial o informal, o sólo mera su pervivencia", señala Eduardo Araujo, -responsable del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil dé la OIT (IPEC).Este organismo tiene sede en Ginebra, oficinas de área en San José de Costa Rica y Lima y despachos en la gran mayoría de los países latinoamericanos. "Estamos elaborando, pues, como primer paso, el retrato de la situación", explica Araujo.

La vergüenza de la explotación laboral infantil en Latinoamérica tiene dos escenarios principales: el inmenso sector agrícola y el mundo de los niños de la calle (en Brasil hay unos diez millones de menores en estas condiciones, pero existen también en Argentina, Colombia, México, Perú ... ).

"La expresión más intolerable", dice Araujo, "es la vida que se impone como una condena a niños que en ocasiones sólo tienen seis años, y en especial a las niñas, cuya realidad está aún, más escondida y sometida a trabajo en casa, o fuera, o en un servicio doméstico abusivo; una vida en la que peligra la integridad física y moral del menor y que está directamente relacionada con la prostitución y la explotación sexual".

Hay sectores en los que el asunto es especialmente grave. Uno de ellos es la minería (un ejemplo, las desasistidas regiones peruanas de Nazca, Tacna), los eslabones perdidos de la cadena industrial (verbigracia, los niños explotados en el carbón vegetal del Mato Grosso brasileño, un producto que acaba desembocando en el sector plenamente legal, de las acerías), o las maquiladoras (fábricas en zonas francas) en Centroamérica.

Esperanzas, complicidades

El fenómeno de la explotación laboral infantil, que puede afectar a entre 20 y 25 millones de menores, no sólo no disminuye, sino que tiende a perpetuarse dadas las políticas de ajuste impuestas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. "La gente, en situación extrema, no se inmola, sino que pone a producir a todos los miembros de la familia, y ello es a la vez comprensible y nefasto", constata Araujo. Actualmente, a causa de los vientos macroeconómicos que soplan en todo el mundo, aumenta la precariedad en el trabajo, en la educación, y se cierne la constante amenaza de caer en la pobreza y en la exclusión."Todo ajuste repercute de inmediato negativamente en lo que conocemos como asuntos sociales", dice Araujo. "Eso incluso se ve en el mundo desarrollado, y en países como España; pero en el Tercer Mundo se corre el riesgo de que se multiplique. Tratamos de impedirlo, apoyando que cada país intente redistribuir sus recursos en bien de los ciudadanos y especialmente de los menores".

El IPEC, con todo, no es pesimista. "Como en el, programa hay una decisiva presencia española", dice Araujo, "podemos constatar que Latinoamérica, por ser una comunidad lingüística y cultural, tiene mayores posibilidades de actuar coherentemente".

España aporta 1.600 millones de pesetas al programa. El Gobierno socialista firmó en 1995 ese protocolo, previsto hasta el 2000, y la actual Administración del PP mantiene el compromiso.

Leyes escritas

El IPEC pretende apoyar proyectos que garanticen que, cuando ya no reciban fondos externos, puedan autosostenerse; proyectos que concuerden con los diversos planes nacionales para erradicar el trabajo infantil y que se inscriban siempre en políticas de desarrollo."Lo primero que hacemos en cada país es incentivar una Comisión, Nacional contra el Trabajo Infantil, Se trata de crear complicidades políticas y técnicas. Latinoamérica necesita que no haya una fisura entre las leyes escritas y su aplicación, necesita formalizar la organización laboral".

En las comisiones nacionales hay entidades oficiales y también ONG. "Ese entramado hace posible que, por ejemplo, en Estados Unidos voces privadas y públicas, incluso algunos congresistas, se hagan eco de abusos laborales contra los niños. latinoamericanos", dice Araujo. "O que contemos con la ayuda de ONG de origen religioso, como Fe y Alegría, que han logrado poner en pie toda una red educativa de buena calidad en los países andinos".

La educación es la palanca que puede remover el terrible peso. "Una vez que la educación es real, se rompe el círculo vicioso", asegura Araujo, que resalta la colaboración con las agencias de la ONU, Unicef y Unesco. "No olvidemos que la educación y la información del pueblo español es lo que está detrás del apoyo gubernamental al IPEC".

El continente latinoamericano está generando ya sus propias iniciativas. Los países del Cono Sur han elaborado un programa subregional encuadrado en su organización comercial, Mercosur. Y el próximo mes de abril Colombia albergará una cumbre de ministros de Trabajo con el exclusivo temario del trabajo infantil.

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