Una nueva y definitiva biografía de Marcel Proust
Setenta y cuatro años después de su muerte la gloria literaria de Marcel Proust es imparable. Ediciones, estudios, artículos se multiplican. Pocos discuten hoy su rango cenital en la novela del siglo XX. Su obra Á la recherche du temps perdu (En busca del tiempo perdido), terminada (o casi terminada) después de un trabajo titánico en los últimos 14 años de su vida, es un clásico de la novela universal. Pero, ¿quién era, quién fue verdaderamente Marcel Proust? A dilucidarlo se encamina Jean-Yves Tadié en una nueva biografía que hace sólo unas pocas fechas se ha editado en Francia, por Gallimard, y titulada Marcel Proust. Biografía espectacular de entrada, aunque sólo sea por el grosor: 952 páginas en un volumen de caja alta.En 1912 el comité de lectura de la Nouvelle Revue Française, integrado entre otros por André Gide, rechazó el primer volumen de la Recherche..., decisión que más tarde rectificaría, pero que estuvo, al parecer, en parte determinada por la fama de snob y diletante que rodeaba al autor. ¿Cómo era posible que aquel individuo crecido y vivido entre príncipes, duques, marqueses, aristócratas y gente de la jet de entonces fuera un gran escritor, por más que hubiera publicado algún libro y escribiera elegantes artículos en la prensa?
Pues lo era y, tras la guerra europea, cuando su obra pudo difundirse, la gloria cayó sobre él. Para el hombre Proust fue una gloria efímera, porque a los 51 años, en noviembre de 1922, un eterno asma acababa con su vida. Póstumas verían la luz las tres últimas partes de la Recherche... Convertido en un clásico, comenzó enseguida a producirse una abundante literatura crítica sobre la obra y, también, sobre el personaje humano del autor. Testimonios, cartas y estudios biográficos se acumularon rápidamente. La primera biografía rigurosa fue la de André Maurois, En busca de Marcel Proust, una aguda interpretación psicológica. Después vino la muy enjundiosa de Georges D. Painter, Marcel Proust (1871-1922), que con más información que Maurois trazó una imagen apasionada y conflictiva del escritor. En 1991 se publicaba en Francia la más fría y, a su vez, también más documentada, de Ghislain de Diesbach (la ha editado Anagrama este año), que se beneficiaba de los avances experimentados en la edición de la ingente correspondencia proustiana.
¿Qué aporta esta obra? De entrada el rigor del especialista. Con una larga dedicación a Proust, dirigió la gran edición de la Recherche... en La Pléiade (1987-1989) en cuatro volúmenes, que ha puesto orden definitivo en el laberinto de la edición proustiana. La suya es la biografía de y sobre -un escritor. El biógrafo no nos habla, pues, solamente de la vida de Proust, sino, sobre todo, de lo que Proust leyó, escuchó y vio; en suma, decribe su universo intelectual a la vez que refiere el proceso de producción de su obra, en especial de la lenta y compleja elaboración de la Recherche... Frente a la visión de Painter que se obstinó en explicar la vida de Proust por su novela y que interpreta al hombre como la consecuencia vital de un profundo complejo de Edipo, Tadié no olvida nunca la condición ficticia de la construcción novelesca proustiana, sin perjuicio de señalar la transformación continua de la vida en literatura y de mostrarse prudente en la interpretación del personaje. Pero no insiste tanto como Painter y Diesbach en la condición de hombre de mundo del autor, guiado por la idea, ciertamente proustiana, de que el yo profundo del escritor está en su obra.
Pertrechado de una documentación exhaustiva, en buena medida utilizada. ya en la edición de La Pléiade, Tadié reconstruye, pues, el universo existencial, histórico y cultural de Proust: desde su familia hasta sus amigos, desde sus libros y lecturas hasta sus gustos pictóricos y musicales, desde el affaire Dreyfus hasta su actitud durante la I Guerra Mundial -sus puntos de vista fueron en ambos casos de una lucidez extrema- y, naturalmente, desde su asma hasta su homosexualidad, sin olvidar nunca la composición de sus obras, en especial de la Recherche... Se nos ofrece así una reconstrucción documentada, pero no innecesariamente erudita, de la peripecia existencial y literaria de un hombre. Este Proust ni es el hombre de mundo y príncipe del sufrimiento de Diesbach, ni es la criatura a la que Painter vio expiando su pecado originario de homosexual en la Recherche... Tadié huye de la interpretación monócroma.
Nieto de judíos por vía materna, burgués acomodado, estudiante aprovechado, en posesión de tres títulos universitarios, dueño de una vastísima cultura literaria, humanística e incluso científica, Proust estuvo buena parte de su breve vida preparándose para escribir su novela, que brotó de una personalidad tan refinada como genial. ¿Se llevó mal con su hermano menor Robert, cuyo nacimiento habría llenado de celos a Marcel? Tadié niega la existencia de este trauma, como niega la existencia de hostilidad o frialdad entre ambos, que tuvieron, por el contrario, unas relaciones fluidas hasta el final: el doctor Proust asistió a su hermano en el lecho de muerte y vigiló y corrigió la edición de las obras póstumas. Marcel adoró espiritualmente a algunas mujeres, pero sus grandes amores fueron todos masculinos, desde Charles Haas y Reynaldo Halin hasta Bertrand de Fénelon, el príncipe Antoine Bibesco y Alfred Agostinelli, sin olvidar a Lucien Daudet, Robert de Flers y Henri Rochat. Relaciones sentimentales marcadas por la desdicha para él de que muchos de sus ídolos no compartían sus inclinaciones. No. desmiente Tadié que Proust ayudara al ex lacayo Albert Le Cuziat a montar el prostíbulo masculino del hotel Marigny, que saldrá en la novela, pero considera sin fundamento la historia de las fotos familiares que Proust presuntamente profanó en unión de otros asistentes al burdel -es, además, un tema que aparece al comienzo de la Recherche..., y, en general, desmitifica la visión demoniaca que del episodio dio Painter. En relación con estos asuntos, Tadié niega que Sodoma y Gomorra produjera escándalo alguno entre la alta sociedad y que la muerte de Robert de Montesquiou, tenido siempre como modelo del barón de Charlus, el gran homosexual de la Recherche..., guardara relación con el efecto que pudo causar en él el verse retratado en ella con tanta dureza: Charlus, a su juicio, debe tanto a Proust como a Montesquiou.
Son sólo algunos aspectos de un libro abrumador de información, rico en sugerencias, fértil en explicaciones. Una summa proustiana, en fin, indispensable para quien quiera adentrarse por la trayectoria vital de uno de los grandes genios del siglo.
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