Una calavera servida en bandeja
El hallazgo de unos restos humanos en una lujosa finca de Raúl Salinas relanza con éxito una telenovela que estaba últimamente de capa caída: la del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del oficial Partido Revolucionario Institucional (PRI) acribillado a tiros en una céntrica calle de la capital mexicana en septiembre de 1994.ras la espectacular detención del hermano del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, el antecesor del actual presidente mexicano, Ernesto Zedillo, en marzo de 1995, como presunto autor intelectual del crimen de Massieu, el caso parecía haber llegado a un callejón sin salida, atrapado en un entramado de muy compleja solución.
En todo este tiempo, la fiscalía mexicana no había sido capaz de presentar una prueba sólida contra Raúl, más allá de los testimonios ditirámbicos de amantes y criadas. De hecho, parecía que el motivo para que el mayor de los Salinas siguiera en la cárcel se debía a las investigaciones sobre el origen de su cuantiosa fortuna, labrada desde sus puestos de funcionario oficial mediante una dilatada red de tráfico de influencias, aprovechando bien la condición de presidente de. su hermano Carlos.
No había pruebas consistentes, y tampoco había móviles: las viejas rencillas entre Salinas y su ex cuñado José Francisco no constituían un motivo sólido para cometer un asesinato, y menos de forma tan chapucera. El principal testigo y presunto cómplice, Manuel Muñoz Rocha, estaba desaparecido. Carlos Salinas, desde su exilio voluntario aseguraba que el caso Ruiz Massieu era una trampa contra él, y que Raúl era un simple rehén político de sus enemigos.
Los esfuerzos del investigador Pablo Chapa para inculpar al detenido se diluían sin remedio, y con ellos la estrella del superfiscal, que fue simultáneamente relevado de las investigaciones del caso Colosio, otro asesinato de extrañas ramificaciones políticas, no sólo por los pobres resultados obtenidos, sino por haber ejercido presuntas presiones contra algunos testigos.
Opinión pública reticente
Ahora, con el hallazgo de las osamentas, el caso Ruiz Massieu revive con ingredientes apasionantes. Claro que la opinión pública mexicana, descreída a fuerza de sobresaltos y meandros inverosímiles en las investigaciones, ha recibido la noticia con un escepticismo bien curtido. "A ver si no le han plantado el muerto en el jardín", decían ayer más de dos. No sería la primera vez: otros cadáveres sembrados en casas de enemigos incómodos se han dado en la complicada historia política mexicana.Queda comprobar que los huesos descubiertos en la casa del hermanísimo pertenezcan al -desaparecido Muñoz Rocha, y después se tendrá que demostrar que Salinas tuvo que ver con su muerte. Sólo así saltaría el fiscal Pablo Chapa definitivamente al estrellato, y Raúl Salinas de Gortari al más oscuro de los infiernos.
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