El Papa ingresa en el hospital para que los médicos puedan ver el alcance de su enfermedad intestinal
Juan Pablo II ingresó en la tarde de ayer en el Policlínico Gemelli de Roma, donde, a primera hora de mañana, martes, el doctor Francesco Crucitti volverá a abrir la gran cicatriz que marca el abdomen del Pontífice como consecuencia de operaciones anteriores. Esta intervención permitirá confirmar si es exacto el diagnóstico de apendicitis crónica formulado el 14 de septiembre o si los males del Papa derivan de otras complicaciones. En el primer caso, el apéndice sería extirpado y el Papa sería dado de alta probablemente el sábado. Juan PabloII pidió ayer a los católicos que recen por él.
El Papa llegó al hospital acompañado por el secretario de Estado del Vaticano, Angelo Sodano, dos de sus asesores y su médico personal, Renato Buzzonetti. El presidente italiano, Oscar Luigi Scalfaro, le saludó a la entrada del Policlínico Gemelli.La presencia de adherencias intestinales producto de las operaciones previas, de una fístula o de un nuevo proceso tumoral son algunas de las hipótesis barajadas por observadores médicos escépticos frente a la apendicitis crónica de que hablan los médicos del Pontífice, que han rechazado de plano la idea de una reproducción del tumor que le fue extirpado del colon en julio de 1992. Según la información oficial, tal hipótesis quedó absolutamente descartada tras las pruebas a que Juan Pablo II fue sometido en agosto.
Fuentes del Departamento de Histología de la Universidad de La Sapienza de Roma, que en 1992 fue encargado de analizar el tumor extirpado al Papa, indicaron el viernes que hasta entonces no habían recibido indicación de un nuevo encargo, aunque tampoco podían saber si Crucitti y su equipo, el mismo que operó al Pontífice en 1992 y tras el atentado de 1981, habían recurrido esta vez a otro centro.
La preocupación por la enfermedad intestinal de Karol Wojtyla es, en cualquier caso , lo suficientemente grave como para volver a mandar al quirófano a un hombre de 72 años con el organismo muy debilitado y el hándicap adicional de un Parkinson que ya nadie desmiente, y que, según fuentes médicas, implica un riesgo adicional de infección debido a que esa enfermedad neurológica reduce la capacidad respiratoria del paciente.
No es una preocupación sorprendente, ya que el malestar del Papa, los dolores y el cansancio que padece, se han reflejado en su rostro y han podidoser vistos por todo el mundo durante sus comparencias públicas. Hasta el punto de que, a primeros del mes pasado, tras una jornada especialmente sufrida en Hungría, Joaquín Navarro Valls, jefe de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, sorprendió a los periodistas con una descripción pormenorizada de tales males que quiso ser desmitificadora, salvo porque dejaba abierto un margen de incertidumbre sobre su verdadera naturaleza, y porque anunciaba nuevas pruebas de diagnóstico, "quizá una laparoscopia", sonda que permite ver directamente lo que pasa dentro del intestino, dijo Navarro. Ese examen directo va a ser efectuado ahora.
El propio Pontífice no ha hablado de su enfermedad hasta ayer, cuando, al término del rezo del Ángelus, leyó en la plaza de San Pedro un comunicado con el siguiente texto: "Esta noche, ingresaré en el hospital para someterme a una intervención quirúrgica. Al pediros que me acompañéis con vuestras oraciones, envío un cordial saludo a cuantos se encuentran en hospitales y sanatorios, sabiendo que puedo contar con su solidaridad espiritual".
El Papa acababa de presidir la elevación a los altares de 16 nuevos beatos, en presencia de unas 70.000 personas que llenaban la mitad de la enorme explanada vaticana. Cuando confirmó su ingreso hospitalario, los fieles gritaron: "¡Viva el Papa!", y aplaudieron. Fue una ceremonia de más de dos horas, como las otras dos que Juan Pablo II presidió el sábado para bendecir a los devotos del Padre Pío -un sacerdote italiano que, según las crónicas, predijo que Wojtyla sería nombrado Papa-, y para rezar el rosario nocturno con numerosos peregrinos polacos.
Especulaciones de dimisión
Juan Pablo II ha demostrado así su voluntad de cumplir un programa hasta el final, y su capacidad para hacerlo, lo que no ha impedido que sigan creciendo las especulaciones y comentarios periodísticos acerca de un próximo fin de su reinado. El último proviene de la revista alemana Der Spiegel, que ha resucitado la idea sobre una eventual dimisión del Pontífice y vuelto a airear la presunta noticia, propagada hace dos semanas por, el semanario italiano L'Espresso, de que el Papa habría firmado y entregado a sendos cardenales dos cartas de dimisión, que se haría efectiva si el Parkinson llega a minar sus facultades mentales. El problema es que hace ya meses que el Papa dejó meridianamente claro que dimitir no está en sus planes.
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