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29º FESTIVAL DE CINE FANTÁSTICO DE SITGES

Una bella versión de 'Madame Butterfly' eclipsa los desmanes de Danny de Vito

Dos películas fuera de competición, una inteligente y literal versión de Madame Butterfly, de Puccini, firmada por Frédéric Mitterrand y el destrozo, más que ilustración, de un libro de Roald Dahl, Matilda, una gentileza del menos sutil de los directores estadounidenses contemporáneos, Danny de Vito, compusieron ayer lo principal de la oferta de un festival que ya camina con paso firme, con todas las retrospectivas en funcionamiento y algunas incomparecencias de última hora, como la del propio Mitterrand. Por la noche y fuera del alcance de esta edición se proyectó El dominio de los sentidos, firmada por cinco jóvenes directoras catalanas: Teresa de Pelegrí, Judith Colell, Núria Olivé, Maria Ripoll e, Isabel Gardela.Incluida dentro de la sección Premiére, Madame Butterfly es una prolija, elusiva, elegante y a la postre estremecedora versión de la ópera de Puccini, que el sobrino del anterior jefe del Estado francés, François Mitterrand, adaptó el pasado año para la pantalla grande. Coproducción múltiple, avalada por un al parecer cada vez más común Martin Scorsese presenta, el filme es una versión con cantantes que encaman con todo rigor a sus personajes y de cuya dirección musical es responsable James Conlon y la Orquesta de París, con los coros de Radio France. La joven soprano de Shanghai Ying Huang, que no es precisamente Renata Tebaldi pero se defiende, da vida a una Cio-Cio San / Butterfly muy en su papel, mientras el tenor estadounidense Richard Troxell le da buena réplica como el pelele Pinkerton.

Frédéric Mitterrand, cuya ópera prima -Lettres d'amour de Somalie, una igualmente elegante tevisitación, de la estancia de Rimbaud en Africa- se recuerda con respeto, no parece haberse preocupado por otra cosa que por hacer viable el desatado, tremendo drama de pasiones interraciales servido por Puccini y sus libretistas.

Ciertamente, toda versión de una obra clásica no sólo revisa, sino que actualiza su contenido, y no es Madame Butterfly ninguna excepción. Mujeres que se la juegan hasta el final por su pasión y hombres advenezidos e infantiles, presas sólo de sus más primarios deseos, suenan ciertamente a contemporaneidad. Mitterrand, por su parte, da una auténtica lección de sobriedad en la puesta en escena, poéticamente contenida pero siempre adecuada a las características de la narración cinematográfica.

No cabe imaginar nada más lejano de la estética, intenciones y logros del filme de Mitterrand que Matilda, la última broma pesada de Danny de Vito a costa del pobre Roald Dahl y de la familia, uno de sus temas estrella. El filme narra la historia de una chica, la Matilda del título, un ser sensible e inteligente que ha cometido el error de nacer en un hogar de auténticos cafres, un vendedor de coches que se dedica a estafar al prójimo, una madre sólo preocupada por su horrendo vestuario y por el bingo de cada día, y un, más que hermano, cerdito que se hincha a base de comer basura mientras contempla la televisión, el vicio general del resto de la familia.

El tono del filme se sitúa entre la sutileza de un tanque de guerra que ha perdido los frenos y la capacidad para el matiz de un pintor de brocha gorda que tuviera que pintar un estadio de fútbol en cuatro horas, por poner ejemplos. Una tontería que podrá gustar a niños sin pretensiones, pero difícilmente a un adulto mínimamente inteligente.

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