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París y Bonn proponen rescatar de la parálisis la reforma de Maastricht

Xavier Vidal-Folch

Francia y Alemania han propuesto a sus socios de la Unión Europea (UE) un golpe de timón que rescate de la parálisis a la Conferencia Intergubernamental (CIG) preparatoria de la reforma del Tratado de Maastricht. La CIG gira sobre sí misma como "una peonza" protesta París. Pero España rechaza la receta de una minirreforma, acompañada de una cláusula general de flexibilidad que desemboque en un núcleo duro y distintas velocidades. Los ministros de Exteriores de la UE discutirán hoy esta propuesta.

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La reforma de Maastricht está paralizada. Todos están de acuerdo. Los propios ministros de Exteriores entonaron hace tres semanas en Tralee (Irlanda) su mea culpa por no haber bajado aún a la arena de la negociación. La Comisión y el Parlamento Europeo les cantaron las cuarenta, por perezosos.La CIG que lanzó Maastricht empezó en junio de 1990 y un año y medio después concluyó el tratado completo, incluida la peliaguda unión monetaria; mientras que su reforma empezó hace 16 meses con el grupo de reflexión y aún no se ha negociado nada. "¡Y ahora no se trata de escribir un tratado de nueva planta!", critica Francia.

Lo que ha acabado de encender la alarma roja en París y en Bonn ha sido la sugerencia del primer ministro holandés, Wim Kok, de retrasar el final de la CIG más allá de la presidencia holandesa, que termina en junio de 1997, fecha considerada tope para la reforma.

Kok alega que para entonces el nuevo Gobierno británico apenas se habrá instalado y que no se puede obligar al probable nuevo primer ministro, el laborista Toni Blair -favorito en las encuestas-, a digerir en pocas semanas un texto negociado durante largos meses por el más euroescéptico John Major, del partido conservador.

"Hemos dilapidado un año girando sobre nosotros mismos como una peonza, sin avanzar un centímetro", ha respondido el ministro de Exteriores francés, Hervé de Charette. De Charette promete una iniciativa germano-francesa para dar "un gran impulso" a la CIG y evitar su extensión, pues se solaparía con la discusión del plan financiero plurianual, complicando los acuerdos institucionales con las muy sensibles polémicas sobre el dinero.

Los ministros debatirán hoy la propuesta de que la cumbre de jefes de Estado o de Gobierno convocada para el próximo sábado dé ese golpe de timón, que se plasmaría en un no papel (es decir, un papel no oficial, en términos comunitarios), con carácter de resumen de las prioridades de la reforma.

París y Bonn pretenden, de hecho, concluir la CIG con una minirreforma. Los cambios sólo serían minuciosos en la reforma institucional necesaria para acoger al Este (número de comisarios, voto por mayoría). Casi todo el resto se fiaría a la creación y aplicación de una "cláusula general de flexibilidad", permitiendo "cooperaciones reforzadas" de los países que deseen avanzar más deprisa que otros, sin rémoras como la británica. Formalmente, la locomotora francoalemana propone fijar también otras prioridades, como la seguridad interior o una política exterior común. Y están dispuestos, para ganarse a los eseandinavos, a discutir de transparencia, medioambiente y empleo, aunque militen contra la inclusión de este último en el nuevo tratado.

Caballo de batalla

El caballo de batalla es la cláusula general de flexibilidad. Francia alega que la flexibilidad existe ya en la práctica y que por tanto el debate se centra en si se practica "dentro de la Unión, o bien fuera": si sucede esto último, los que no quieran ir aprisa en la integración de políticas jamás podrán reagruparse más tarde con los del grupo de cabecera. Otros países recelan. España, entre ellos, se opone a la flexibilidad en temas clave como el mercado interior o la unión monetaria, porque eso sería "acabar con la Unión", alega su diplomacia.Sólo aceptaría el principio de las "cooperaciones reforzadas" si éstas se negocian ya ahora, por unanimidad y de forma completa, "porque de lo contrario estamos abocados al núcleo duro, sin posibilidad de reagrupamiento". Por eso, contra una "minirreforma", propugna una "maxirreforma".

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