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Perry anuncia un ataque "desproporcionado" contra Irak porque EE UU no está jugando

Antonio Caño

. Washington Estados Unidos prepara un ataque "para muy pronto" y "desproporcionado" contra Irak. Así lo anunció ayer el secretario norteamericano de Defensa, William Perry, en respuesta al disparo de misiles que ayer realizó la defensa antiaérea iraquí. Será también una represalia por las últimas escaramuzas militares protagonizadas por el Ejército de Sadam Husein dentro de la zona de exclusión aérea. Para este bombardeo, que está sólo pendiente de la orden del presidente Bill Clinton, han sido movilizados ocho aviones Stealth, con una tecnología que les hace invisibles a los radares, además de misiles de crucero. Su objetivo parece ser debilitar aún más las defensas iraquíes en el sur del país, lejos de la región en la que las fuerzas kurdas aliadas de Bagdad derrotaron esta semana a sus rivales. "Pronto sabrán que no estamos jugando", sentenció, el jefe del Pentágono.

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El presidente Clinton, que ayer advirtió al régimen iraquí que no debe "subestimar la determinación" estadounidense, tiene sobre su mesa una amplia gama de opciones militares a tomar contra Sadam Husein como castigo por la reconstrucción de algunas de las instalaciones iraquíes parcialmente destruidas en los ataques de la pasada semana, así como en respuesta a los disparos, ayer, de misiles contra aviones norteamericanos que patrullaban la zona de exclusión aérea. El presidente añadió que !u Gobierno hará "todo lo que sea necesario para proteger" a sus pilotos.

Las fuentes que revelaron esa información, que pidieron mantener el anonimato, indicaron que una de las opciones que se considera es la de un ataque aéreo masivo contra baterías de misiles móviles y radares que no fueron suficientemente dañados en los anteriores bombardeos. Esos ataques podrían producirse, incluso, fuera de la zona de exclusión aérea, so7bre la misma capital de Bagdad, para que su efecto disuasorio sea mayor.

Los aviones norteamericanos atacados ayer, según el Pentágono, lo fueron con misiles móviles del tipo SAM-6. Cuando los F-16 estadounidenses quisieron responder, los radares de esas baterías habían sido ya replegados, y los aviones no pudieron encontrar sus blancos. Un ataque con núsiles de crucero contra esos objetivos sería menos preciso que contra objetivos fijos, por lo que Washington está ahora inclinándose hacia el uso de aviones, aunque eso sea más arriesgado porque se pone en peligro la vida de los pilotos.

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Aviones de Nuevo México

Perry, que parecía muy irritado por el aparente juego del ratón y el gato de los iraquíes, anunció la movilización de más aviones. "La defensa antiaérea está jugando a algo y pronto va a ver que nosotros no estamos jugando", advirtió el secretario de Defensa. "Nuestra respuesta será desproporcionada con respecto a las provocaciones que nos han hecho".

EE UU trasladó ayer ocho ultramodernos F-1 17A Stealth (Invisible) radicados en la base de Holloman, en el Estado de Nuevo México, hacia Kuwait, y otros cinco bombarderos B-52 desde la isla de Guam hasta una base británica en la isla' Diego García, en el océano índico, más cerca de la zona de conflicto. Un avión de ese tipo fue utilizado para disparar misiles Tomahawk contra Irak la pasada semana.

Desde el punto de vista político, Bill Clinton, que había amenazado con atacar de nuevo si Irak desafiaba la autoridad norteamericana en las zonas de exclusión, se siente también obligado a responder para no dejar la impresión de que Sadam Husein ha terminado ganando el duelo.

Fuentes citadas por la cadena de televisión CNN dijeron que la línea dura dentro de la Administración norteamericana está a punto de imponerse, y que Clinton podría ordenar de forma inminente acciones militares de mayor envergadura que las desencadenadas hasta ahora.

Esas mismas fuentes aseguraron que la Casa Blanca está llegando a la conclusión de que los ataques efectuados hasta ahora no han servido para frenar a Sadam, y que el presidente iraquí sólo se tomaría en serio las amenazas si se produce un bombardeo masivo, probablemente incluyendo a Bagdad.

Un ataque de esas características podría servir también para ocultar la frustración que ha provocado en Washington la derrota en el norte de Irak de las fuerzas kurdas enemigas de Sadam. A medida que ha ido viendo que su capacidad de influir en los combates en el norte era nula, EE UU ha ido limitando su conflicto con Sadam Husein a la región del sur de Irak.

Aunque este rebrote de la tensión militar en el Golfo comenzó como una respuesta por la ofensiva iraquí contra los kurdos, Washington ha terminado dejando claro que su propósito no es el de proteger a esa población, sino evitar el acercamiento del Ejército iraquí a los campos petrolíferos de Kuwait y Arabia Saudí.

Un nuevo ataque ahora tampoco tendría el propósito de actuar en defensa de los kurdos, sino el de reafirmar la autoridad norteamericana en la zona próxima a esos campos petrolíferos.

El elemento que más hace dudar al presidente Clinton para ordenar el ataque es el poco entusiasmo con el que la política norteamericana es seguida por sus tradicionales aliados. Tanto Turquía como Arabia Saudí han advertido a Washington que no permitirán el uso de su territorio para el lanzamiento de un nuevo ataque sobre Irak.

Otro aspecto a considerar por Clinton antes de dar el visto bueno a los bombardeos es el de sus efectos en la política interna. Las acciones de la pasada semana fueron mayoritariamente respaldadas por la opinión pública norteamericana, según las encuestas. Pero la reacción podría no ser la misma tras ataques de mayor escala, en los que podría haber bajas estadounidenses.

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