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Tribuna:ANÁLISISCUMBRE DEL GRUPO DE RÍO
Tribuna
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Barbas y barberos

Juan Jesús Aznárez

Puestas nuevamente a remojo las barbas de Fidel Castro, aunque salpicando ajenas la extraterritorialidad de la ley Helms-Burton, el mucho tiempo empleado por los gobernantes de América Latina y el Caribe en acordar una condena de la injerencia estadounidense robó espacio y titulares en Cochabamba a problemas regionales tan antiguos como acuciantes. Probablemente, el debate sobre la pobreza, marginalidad o integración en la próxima cumbre, anunciada como principal en la décima del Grupo de Río y en otra de ese carácter, quedará relegado en tanto prosiga la lidia cubano-norteamericana.No fue muy diferente a otros el desarrollo de los plenarios de funcionarios, cancilleres y jefes de Gobierno y Estado en la última reunión de un grupo que representa a 29 democracias, mercados con amplio margen de crecimiento y más de 400 millones de habitantes, dos terceras partes de ellos atrapados por penosas realidades. Las barbas de Castro y los tijeretazos del nuevo barbero de la Casa Blanca, los discursos de enunciados nobles pero escasamente sustantivos, cuando no huecos, y también los valiosos contactos bilaterales entre Gobiernos con intereses o problemas compartidos, se llevaron el mayor número de horas de la cumbre en detrimento de una profunda discusión sobre los acuerdos posibles contra miserias sociales de todos conocidas.

Cierto es que la histórica sucesión de cuartelazos y caudillos, la corrupción de aquellos Gobiernos de paisano autorizados por los descansillos castrenses, impidieron durante décadas no ya la soñada hermandad bolivariana pretendida hace más de 170 años por el padre de la patria, sino la consecución de democracias representativas en una parte del mundo con recursos naturales y humanos suficientes para superar su actual atraso económico y constitucional. Pero dado el actual contexto internacional y recuperada hace más de una década la democracia en la mayor parte de las naciones al sur de río Grande se escuchan convocatorias a sumar voluntades por una América Latina del. siglo XXI menos retórica, más articulada y más capaz de influir sobre EE UU, Japón, Unión Europea o el sureste asiático.

Una de ellas es la del analista Vicent Gómez-García, consciente de la limitada. participación latinoamericana y caribeña en el comercio mundial, apenas un 3% en tendencia decreciente, y la excesiva dependencia de sus exportaciones de materias primas o mercancías poco elaboradas y de la importación de capitales y tecnología. "Es imperativo preguntarse por qué nuestros líderes no embarcan a sus países en un verdadero proceso de integración más amplio y profundo que implique una vinculación social, política, económica, cultural, científica e incluso militar que permita hacer realidad el destino de la región en el mundo".

No parece difícil la respuesta. Unido por la historia, el idioma, la religión y otros valores de fuerte arraigo social, América Latina no se embarca a fondo en un proceso de integración de mayor calado porque en democracia su gran diversidad política y económica lo impide. Salvando los acuerdos de libre comercio, los esfuerzos integracionistas más profundos apenas superan los estrechos límites de las toneladas de papel a estudio y la bienintencionada formalidad de las declaraciones finales, porque persisten graves diferencias en el desarrollo de las libertades de la economía o de la vertebración institucional. Además, se observan traspiés en la aplicación del modelo liberal y fuertes resistencias en aquellos países más afectados por sus costes sociales.

Y la bravuconada del general Lino Oviedo en Paraguay fue posible porque el iluminado espadón del Chaco percibió debilidad en la jefatura civil. La misma que percibe en Chile el generalísimo Augusto Pinochet, quien esta semana se permitió amenazar con un nuevo golpe si el curso de la evolución nacional no le conviene. Sería injusto negar, sin embargo, el mérito de las iniciativas emprendidas por el Grupo de Río y el progresivo cumplimiento de los objetivos fundamentales que inspiraron hace diez años su nacimiento: el fortalecimiento de la democracia. Ejemplos hay de sus resultados en ese sentido. Pero millones denuncian la parquedad de los logros. Y ahí parece detenerse el margen de maniobra. de las últimas cumbres. Lastradas por las limitaciones de los países asistentes, los plenarios continúan abundando sobre las barbas y el barbero en una preocupante fijación.

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