Diez italianos por cada alemán muerto
El 24 de marzo de 1944, durante la II Guerra Mundial, 335 personas fueron asesinadas en las Fosas Ardeatinas, en las afueras de Roma. Erich Priebke, capitán de las SS, las eligió una a una, al azar, entre los prisioneros italianos y poco más de medio centenar de judíos.El fusilamiento de los 335 tenía como objetivo castigar un atentado que los partisanos habían llevado a cabo en Vía Rosella, también en Roma, en el que habían muerto 32 alemanes. "10 italianos por cada uno de los nuestros", dice Priebke, que fue la orden de Adolfo Hitler.
Una proporción "correcta", como tuvo a bien decir al tribunal el abogado defensor de Priebke, Velio Di Rezze. "Figúrense que en la Europa del Este los nazis utilizaban la proporción de uno a cien", ilustró a la Corte militar el letrado.
Priebke, que durante todo el juicio ha mantenido una actitud hierática y distante, la explicaba en declaraciones que ayer reproducía el diario La Repubblica: "Son muchas las acusaciones falsas, no quiero que me toquen". En las mismas declaraciones decía que encontró "brutal y horripilante" la orden que recibieron en las Fosas Ardeatinas, pero "una orden era una orden, y una guera, en cualquier caso, una guerra".
Después de contestar a la pregunta de si ha tenido problemas de conciencia diciendo: "Llevo sufriendo toda la vida; estoy arrepentido", el ex capitán de las SS afirma que se había encontrado ante un tribunal por ser "uno de los últimos nazis que quedan: probablemente debo hacer de chivo espiatorio".
Califica su relación con los judíos como "no distinta de la que tengo con otros seres humanos" y asegura que los responsables de la matanza de las Fosas Ardeatinas fueron "los que lanzaron la bomba", en alusión a los partisanos que atentaron contra los alemanes en Vía Rosella.
Junto a las declaraciones de Priebke se publicaban también testimonios de algunas de las víctimas de los nazis, como Riccardo Mancini, un ex partisano de 73 años, testigo en el juicio contra el ex oficial de las SS, a quien calificó de torturador. Mancini dijo no haber contado toda la barbarie que sufrieron él y sus compañeros para no herir a los hijos de los muertos, como Rosetta Stame, que durante el proceso no se ha separado ni un instante de una caja con restos de vestidos del padre, fusilado en las Fosas Ardeatinas.
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