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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las noches de Eva

Eva (Ardarit) tiene una vida aparentemente brillante. Dueña de un restaurante de moda, es la amiga íntima de Adrien (Timsit), un homosexual que odia a las locas y que tiene en Eva a su confidente. Un asunto de negocios, pues Adrien es un alto ejecutivo que ha de cerrar una compleja operación con un poderoso banco, a cuyo frente está Alexandre (Berry), le hará montar una patraña en la que involucra a Eva, que tiene que hacerse pasar por su amante esposa, madre de cuatro niños y asistente social. Con estos mimbres, Gabriel Aghion ha construido su tercer filme -los otros, inéditos aquí-.Como otros ejemplos más o menos recientes en el cine francés, Todos están locas se presenta con el revestimiento de la comedia, aunque no faltan en él los toques melodramáticos. Está hábilmente construida, no catequiza ni excomulga, ha nacido para ser vista por todos los públicos: a su modo, contribuye a normalizar, de una manera mucho más inteligente y mucho menos moralista que las propuestas que sobre el tema nos llegan periódicamente del otro lado del océano, la imagen del homosexual en el cine, aunque no huya de ciertos lugares comunes estridentemente locuelos.

Todos están locas

(Pédale douce) Dirección: Gabriel Aghion. Guión: G. Aghion, Patrick Tinisit y Pierre Palmade. Fotografia: Fabio Conversi. Música: Philippe Chopin y Hervé Masini. Producción: Claudine Zidi, Francia, 1995. Intérpretes: Patrick Timsa,Yanny Ardant, Richard Berry. Estreno en Madrid: Vaguada, Palafox, Palacio de la Música, Tívoli, Acteón, Albulbra e Ideal (V. O.)

Pero lo que interesa destacar de Todos están locas es que, más allá de ciertas debilidades de guión que incluyen secuencias casi grotescas, reposa sobre unos diálogos escritos con tiralíneas, llenos de retruécanos brillantes y capaces. por sí solos de levantar en ocasiones el pulso de un filme que padece, ciertas arritmias, fruto sobre todo de una estructura de desmadrado vodevil que no siempre responde como debiera a los requerimientos de ritmo indesmayable.

Aghion, que consigue marcar a todo el reparto un similar registro, hace válida una propuesta que está siempre en el filo, que intenta defender una opción vital por encima de todo moralismo y que, en definitiva, se comporta como una civilizada, compartible llamada a la tolerancia.

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