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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El cinturón

EL GOBIERNO está dando auténticos tirones para apretar el cinturón de los españoles. Hace unos días anunció a los funcionarios que no les va a subir el sueldo y ayer disparó los precios de tabaco y alcoholes. Los nefandos vicios de fumar y beber van a servir, dice el Gobierno, para tapar algunos agujeros presupuestarios no previstos que, al parecer, dejaron sus predecesores socialistas. Sea cual fuere la causa, lo cierto es que bien poco le ha durado al PP su promesa de no subir impuestos, por mucho que se ampare en la herencia recibida y por especiales que sean tales impuestos.La contención salarial en el sector público ha sido siempre una pieza esencial en las estrategias de control del gasto diseñadas por los Gobiernos. Nada de extraño tiene, pues, que Aznar y su equipo echen mano de esta pieza en un escenario de ajuste presupuestario tan duro como el que se dibuja en 1997 para cumplir los objetivos de convergencia de Maastricht. En todo caso, no debe sorprenderse tampoco el Gobierno de que la congelación salarial haya sido recibida con un fuerte rechazo por parte de! un colectivo que desde hace diez años viene sufriendo una constante pérdida de poder adquisitivo.

El Gobierno cree que con esta decisión se ahorrará unos 200.000 millones de pesetas, una sexta parte de esos 1,2 billones que debe reducir para cumplir el compromiso de déficit: 3% del PIB en 1997. Sorprende que haya desvelado sus cartas en materia de salarios del sector público en fecha insólitamente temprana. Quizá para reservarse en última instancia un pequeño margen de negociación en un asunto que tiene un alto riesgo conflictivo y que afecta a más de dos millones de personas.

Lógicamente, los sindicatos han mostrado su de sacuerdo con la pro puesta del Gobierno. Pero con la mesura de quien parece dar tiempo al tiempo. De aquí a septiembre esperan poder convencerle para que reconsidere una propuesta que al menos formalmente rompe el acuerdo que alcanzaron en 1994 con el Gobierno socialista para evitar congelaciones salariales en la función pública.

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Hasta ahora se han venido justificando los sacrificios exigidos a los empleados del sector público por la estabilidad de su empleo, pero no todos los afectados son funcionarios y en las empresas públicas deficitarias se está procediendo a reducciones de plantilla. Es un argumento que también ha manejado el Gobierno popular para justificar la congelación salarial que propone, aunque este argumento pierde vigor a medida que desciende el poder adquisitivo de los afectados. No es poco, desde luego, tener asegurado un puesto de trabajo en un escenario laboral cada vez más dominado por la precariedad.

Puestos a madrugar con las malas noticias, el Gobierno ha decidido no esperar al otoño para empezar a subir los impuestos especiales. Al gravar más el tabaco y el alcohol está quebrando por primera vez gravemente su promesa electoral de no subir los impuestos, pues de impuestos se trata y la subida es drástica. El camino de Maastricht está en la reducción del gasto, no en el aumento de impuestos por vías subrepticias que a nadie engañan. Desde luego, no a los mercados, que ayer reaccionaron desfavorablemente, con una caída sensible de la deuda y la peseta. Lo que el Gobierno puede obtener con estos suplementos recaudatorios puede terminar perdiéndole, si aumentan los tipos de interés y el coste de la deuda.

El Gobierno justificó ayer. estas subidas con el supuesto y repentino descubrimiento de un agujero de 721.000 millones de pesetas para este mismo año, fruto de la herencia recibida de los socialistas. Los tres meses transcurridos desde que el Partido Popular se instaló en el Gobierno son demasiado tiempo para no haber detectado antes agujeros de estas dimensiones. Y ya ha habido varios ministros populares que han creído ver en sus ministerios auténticos socavones que luego no fueron tales.

Es tiempo de ajustes y de sacrificios. Para todos. También para los altos cargos. Y puestos a dar ejemplo de austeridad, empiecen por renunciar a los complementos por asistir a consejos de administración de empresas públicas. Por lo demás, con ello cumplirían simplemente lo que prometieron cuando estaban en la oposición. No parece que una vez en el poder tengan ninguna prisa por renunciar a estas prebendas. De esta forma, el cinturón queda más holgado para unos que. para otros.

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