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Nápoles reúne todas las facetas de Warhol en una exposición de 200 obras

La muestra refleja la importante presencia del artista pop en Italia

La idea de Achille Bonito Oliva, polémico director de la Bienal veneciana de 1993 y napolitano de fama, era presentar el Warhol italiano o, al menos, un Warhol en Italia, reflejado en las obras que hizo "en y para" el país símbolo de las artes clásicas europeas. Pero ocurre que Andy Warhol es igual a sí mismo allí donde se le ponga, y que sus cuadros serializan siempre las imágenes de los mismos o parecidos personajes que hace 30 años fueron moda. De ahí que la exposición Warhol: Italian Tour resulte, sobre todo, una reseña, del abundante mercado que este artista tuvo en Italia.

Son 250 cuadros -incluyendo dibujos, serigrafías, fotografías, de los que, según los responsables de la exposición, 100 son "obras únicas", aunque es sabido que, en el caso de Warhol, esto puede querer decir una serigrafía con algún toque de pintura. Dentro del Castel Nuovo, donde la exposición que se abre hoy al público está montada, no parecen excesivas.Conocido popularmente como el Macho de Anjú -Maschio Angiono-, este castillo reconstruido a mediados del siglo XV por Alfonso I de Aragón, con la ayuda de maestros del gótico catalán, ofrece, además de una magnífica terraza sobre el golfo de Nápoles, espacios angostos en relación con su enorme altura, en los que la obra de Warhol ha sido dispuesta en grupos temáticos que acentúan su desarrollo repetitivo.

Entre lo expuesto, con ese orden de almacén de productos que apenas destaca una obra individual, hay algunos cuadros de temática italiana. Las vistas de la explosión del Vesubio, en serigrafia y pintura acrílica sobre serigrafía, presentan un Warhol vibrante y colorido que traiciona la frialdad proverbial de su pintura. Fueron realizadas en 1985 por encargo de Lucio Amelio, el marchante napolitano que introdujo al artista norteamericano en Nápoles y que fue el promotor de las tres grandes exposiciones -de 1976 -1980 y 1985- de Warhol en la capital campana.

En las tres estuvo presente el artista. La exposición de 1976 tuvo como ocasión el encargo de unos retratos de Amelio, expuestos ahora en el Maschio Angioino. La de 1980 fue el marco del encuentro de Warhol con Joseph Beuys, y simbólicamente del arte contemporáneo norteamericano con el arte contemporáneo de Europa. Bonito Oliva ha incluido en la exposición actual las series de retratos de Beuys que Andy Warhol preparó para la muestra de 1980. La exposición le 1985 se realizó en el palacio de Capodimonte, y, desde entonces, cuadros del pintor de lo banal comparten pinacoteca con la colección Farnesia y sus joyas renacentistas y barrocas. Pero el ámbito italiano de Warhol no se limita a Nápoles, como demuestra la selección preparada por Bonito Oliva, aunque ésta se lleve la palma. Hay abundante obra del maestro del pop, en la Fundación Antonio Mazzota de Milán y en otras colecciones privadas de Venecia, Turín, Brescia, Florencia, Sondrio o Barí.

De ellas proceden los collages y acuarelas de zapatos, las serigrafías de dulces infantiles con recetas manuscritas o los dibujos de animales, todos ellos de los años 50. También están en la exposición las latas de sopa Campbell's de los años sesenta, las flores de los setenta, y series de Jackie Kennedy, Marilyn Monroe, Mick Jagger, Mao-Tse-Tung, Man Ray, Marcel Proust, Lenin o los ex príncipes de Gales, Carlos y Diana, ayer todavía retenidos en una Aduana, a los que Warhol roba el contexto, la expresión y la presumible alma para reducirlos o nivelarlos, junto a otros rostros anónimos.

Están las imágenes omnipresentes del propio Warhol, en autorretratos y fotografías que le transforman en mago capaz de revelar el aspecto mercancía de todo lo que toca -incluido el del Papa Juan Pablo II, cuando le dejó coger su mano en la plaza de San Pedro, en 1980-, y propagan su propia condición de producto pop por excelencia. Warhol pasa, así, a la posteridad como su, mejor obra.

Escribe Bonito Oliva, en su nota para el programa de la exposición, que "De Chirico y Warhol son portadores de imágenes que no conocen los debates de la historia, hijas de la cultura del propio tiempo, pero caracterizadas por una específica cualidad, la de proponerse como naturaleza muerta susceptible de vivir fuera de intemperie del tiempo y de la historia".

En 1978, nueve años antes de su muerte, Warhol escribió en su Diario: "Es duro ver una retrospectiva. No tengo fuerzas para enfrentarme a mi trabajo". Parece lógico que la producción de Warhol deba envejecer con los productos que refleja.

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