Ni con el carretón
Salió el carretón y ni por ésas. ¿Será posible? Uno miraba aquellos Torrestrella bendecidos por el Señor, advertía la incapacidad de los toreros para pegarles un pase con mediano aseo, y no salía de su asombro. El asombro no conocía límites y cuando el asombro no conoce límites hasta las palabras quedan en suspenso. ¿Será posibl?Un posible con la e pertenece a la normalidad de este valle de lágrimas. Un posibl sin la e es la expresión del asombro cósmico. Un vecino de localidad lo pronunciaba así y recibía las felicitaciones de cuantos le rodeaban. "Acaba usted de definir exactamente lo que ocurre en el ruedo, don Francisco Javier"; "Don Francisco Javier, está usted cumbre", le decían. Y don Francisco Javier no respondía nada. Sólo se dejaba querer.
Torrestrella / Mora, Jesulín, Rivera
Toros de Torrestrella, discretos de presencia, varios sospechosos de pitones, flojos, mansos en el primer tercio, babosas en el último.Juan Mora: media, descabello -aviso- y dobla el toro (silencio); pinchazo, otro pescuecero, otro bajo, estocada corta baja -aviso- y dobla el toro (palmas y saluda). Jesulín de Ubrique: primer aviso antes de matar, estocada ladeada -segundo aviso- y dos descabellos (ovación y también pitos cuando saluda); dos pinchazos -aviso- y estocada trasera baja (silencio). Rivera Ordóñez: pinchazo y estocada(aplausos y saludos); pinchazo y estocada (escasa petición, ovación y saludos). Plaza de Pamplona, 12 de julio. 7ª corrida de feria. Lleno.
Salían los carretones con apariencia de toros (no mucho), se dolían al castigo en varas, se dejaban banderillear aunque los banderilleros ponían especial empeño en no banderillearlos y, oído el clarín, volvían a su estado de carretón bendito químicamente puro. En vez de los carretones llegan a embestir las abuelas de los toreros y no los tratan con tanto mimo.
Bueno, pues ni por ésas, según se acaba de anticipar. Unos naturales de Juan Mora al cuarto carretón, la. templanza de Jesulín en el segundo, ciertos rasgos valerosos de Rivera Ordóñez y en eso consistió la faceta artística de la corrida, dicho sea sin ánimo de ofender a los artistas verdaderos.
Los toros metamorfoseados en carretón que correspondieron a Rivera Ordóñez tenían corta la embestida por pura debilidad locomotriz (a lo mejor no les habían engrasado los ejes) y el torero les aguantó los parones con escalofriante bizarría. Al sexto, cuya desarrollada cornamenta consintió pasara un par de veces rozándole los alamares, le dio luego unos pases con la izquierda mirando de soslayo al tendido, pegó un circular de rodillas y estos alardes dejaron al público harto agradecido.
No todo. A. una pequeña parte del público le irritó la actitud intolerante de Rivera Ordóñez cuando los mozos de las peñas se pusieron a cantar Clavelitos y el torero se volvió a mirarles de hito en hito. "Un respeto a esta figura", parecía dar a entender su expresión severa.
Y teñía razón: se les debe respeto a las figuras y a todos los seres humanos en la vida; pero lo de Clavelitos no llevaba segunda intención. Clavelitos lo cantaban ya en tiempos de El Viti, torero serio y recio por excelencia, lo cual no impedía que, concluida la interpretación, le aclamaran con, una pasión y un delirio como no se han vuelto a repetir de entonces acá, y eso. q ue ha llovido. Claro que El Viti se ponía a torear y acababa con el cuadro. No había más secretos.
Pegaba un zapatillazo El Viti y del polvo que levantaba salía todo el escalafón actual de matadores. Y así ocurre que ninguno de entre cuantos lo componen es capaz de provocar aquellos entusiasmos. Pegando esas rebanadas desde la lejanía, ni de milagro.
Pico abusivo utilizó Juan Mora en su primera faena y aunque la segunda resultó más compuesta y reunida, tras los naturales primeros no volvió a sentir el toreo. Jesulín de Ubrique pasó con temple irreprochable al segundo y hasta ligó los pases, si bien los ejecutaba al hilo del pitón, y pues el animalito era paradigma de la quintaesencia carretil, no había allí ningún tipo de vibraciones. Diez minutos llevaba pegando pases y en los tendidos cundía la soñarrera.
Con el segundo de su lote aún estuvo más pesado Jesulín. Jesulín ofreció la versión paliza de la moderna tauromaquia y nos dejó baldados. Llega a ponerse a cantar también y nos han de sacar de la plaza las mulillas.
Ni una oreja consiguieron los tres espadas, con los carretones inocuos, al cabo de dos horas y cuarto de función. En cambio escucharon cinco avisos, ¡cinco! ¿Será posibl?
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