Encierro con patinzos
La segunda carrera, sin heridos, alborotada por un toro escurridizo
Marbello, un toro de Guardiola de 580 kilos, no paraba de resbalarse en el encierro de ayer. Sus pezuñas patinaban una y otra vez en el asfalto empapado por la lluvia. El escurridizo morlaco acabó rezagado de la manada y sembró el temor en el segundo encierro de San Fermín, porque un toro suelto es un peligro latente. La carrera se alborotó aún más cuando uno de los toros que había entrado en la plaza se dio la vuelta. Fueron momentos dramáticos, de gran incertidumbre. "Que viene, que va", gritaban los espectadores. Vaya guirigay. Durante dos minutos la carrera se estremeció por la confusión. Sin embargo, ningún corredor resultó herido grave, a pesar de la anarquía.Los mozos pesagiaban el riesgo a primera hora de la mañana. "Además del asfalto mojado, hoy son los guardiolas", decía Rubén. Y es que la divisa sevillana se presenta cada año en San Fermín con un cartel sangriento: en 15 años, tres cornadas mortales.
Los guardiolas salieron como una apisonadora. El riesgo se redujo porque los toros tenían espacio y en el callejón no había apreturas. Pero en el primer giro un morlaco resbaló y la camada se desordenó. A continuación, en el cruce de Mercaderes, los toros volvieron a patinar. La manada se partió y como siempre los guardiolas se desgobernaron.
En la calle Estafeta Marbello volvió a resbalar en dos ocasiones. Sus hermanos avanzaban hacia la plaza. Marbello, cansado de tanta caída, se paró en mitad de Estafeta. Entonces los pastores, vara en mano, trabajaron a destajo para levantarlo. Incluso fue necesaria la suelta de los cabestros escoba. El astado fue finalmente conducido hasta la plaza mientras que el portalón del albero se cerraba para evitar la huida de otro guardiola. Los mozos deambulaban sobre el pavimiento sin saber si un toro iba o venía. Durante unos instantes llegó el pánico. El encierro concluyó con ese tremendo susto pero sin heridos y un tiempo excesivo: casi seis minutos.
Al final de la carrera los mozos resoplaban: "Ha sido peligroso por esos toros sueltos que tenían una gran presencia", decía Juantxo. "Ese toro rezagado nos ha creado muchas dificultades, pero afortunadamente no ha pillado a nadie", añadía José Joaquín, un empleado de 29 años que lleva 15 años corriendo. En un corrillo próximo tres muchachos se reían de un joven: "¿Que qué me pasa? ¡Que se ríen de mi porque me ha tocado un cabestro!". Entre los corredores expertos es un deshonor el contacto con los mansos.
Aunque no hubo cornadas, como cada día hubo heridos a causa de golpes y pisotones. Uno de ellos, David Yannke, norteamericano de 29 años, sufrió un traumatismo craneal en la suelta de vaquillas. Un segundo norteamericano, Jay Schoenfeldt, de 22 años, fue atendido de una luxación anterior del hombro izquierdo. En el hospital Virgen del Camino también fue auxiliado Luis María Isturiz, de 26 años, con traumatismo nasal.
Mientras tanto, continúan internados dos de los mozos heridos en el encierro del pasado domingo. El surafricano Robert Thwiwell, de 25 años, empitonado en la zona perineal por un miura, salió ayer de la UCI. Su evolución es favorable. Robert formaba parte de una excursión alojada en un camping de Pamplona. "Hice una locura", confesó a su novia y al resto de compatriotas.
El otro herido grave, Mikel Iriarte, de 27 años, se recupera del traumatismo craneal. Iriarte, mecánico, también pidió ayer excusas a su mujer embarazada de seis meses: "Perdón por lo que te he hecho", dijo en el periódico Diario de Noticias.
Babelia
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