El pelotazo en la cultura
Mi modesta aportación a la Eurocopa de fútbol la hago a balón parado para que no se me acuse de cenizo. Como me gusta más el libro que el fútbol pero no hacer nada futbolístico en estos días podría ser de snobs, me he pasado las tardes de partido leyendo el atractivo libro-antología de Julián García Candau Épica y lírica del fútbol (Alianza), echando cada vez que acababa un capítulo una mirada aviesa a los estadios de la verdadera pasión. El libro está lleno de perlas y otros tesoros poéticos inspirados por el fútbol, pero por mucha erudición que el autor, le eche a la materia ni de lejos captura la relevancia intelectual que este deporte tiene en estos momentos de nuestra historia. Una ley no-escrita pero sabida por los responsables culturales dictamina que nunca se puede fijar una presentación de libros en días de partido televisado, y yo he sido testigo del abandono en masa de reuniones editoriales o deliberaciones para un premio de novela al acercarse el momento de la sensación verdadera en una cancha. Los libros sobre el fútbol considerado como una de las bellas artes no es sólo que abunden, es que prácticamente no hay bella arte hoy que no se nutra de entendidos del balompié (o bolapié, que es la palabra genialmente capciosa que don Salvador de Madariaga proponía). En Santiago de Compostela, hace 10 días, un interesante ciclo sobre filosofía y pintura alcanzaba sus más altos grados de brillantez especulativa cuando los nuevos filósofos del país, terminadas sus conferencias llenas de Derrida, Witgenstein y Magritte, aquilataban con asombrosa pericia en la cena el toque de la pierna de Hierro, las defensas de Abelardo (sin Eloísa éste), los cabezazos de Amor. Y qué les voy a decir a ustedes, lectores de EL PAÍS, que con tanta frecuencia pueden deleitarse, como yo lo hago, en estas páginas con los primeros espadas de la prosa contemporánea glosando en gran estilo un patadón inolvidable.
No sólo de poesía se alimenta el libro de García Candau. También hace un poco de historia, y por él conocemos la leyenda de que la primera pelota que los británicos trataron de transformar en gol era la cabeza de un soldado romano de Julio César muerto en una batalla. Corría el afio 55 antes de Cristo, pero la fecha fundacional del de porte se fija hoy en 1066, y serían también los ingleses los pioneros, así como los guardianes históricos de las palabras de la tribu futbolística (foot-ball, corner, goal, etcétera). ¿Puede así extrañarnos que un país tan civil y parsimonioso, tan culto, llegue a los niveles de salvajismo que se han visto en este campeonato no sólo entre los hooligans sino entre los periodistas londinenses? A mí no, desde luego. El misterio del fútbol es la degradación absoluta que provoca en casi todo lo que toca. El tenis, el boxeo, el ciclismo, despiertan emociones en mucha gente, mueven mucho dinero, comparten con las demás aficiones humanas un grado de fanatismo inherente a la especie humana. Pero ¿por qué los josemariasgarcías, los jesusgiles, los ruiz-mateos, los clementes de este mundo acaban todos en el fútbol? ¿Por qué sólo cuando gana una copa o asciende de división un equipo de fútbol y no de baloncesto nuestras ciudades, Madrid o Barcelona o Alicante, se convierten en muladares de borrachos, histéricos y chulánganos?
La justificación de que el fútbol sublima hoy muchas de las tensiones violentas que las sociedades en paz no tienen por dónde canalizar se queda coja ante el matonismo creciente de este deporte. Por eso nos podríamos aventurar, haciendo un poco de freudianismo de salón, en la sexualidad. Las dos mejores piezas del libro de Candau nos apoyan. En un poema a un guardameta, dice Miguel Hernán dez: "Ante la puerta se formó un tumulto / de breves pan talones / donde bailan los príapos su bulto", mientras que, en el campo contrario, José María Pemán termina así, en la más aguerrida tradición machista, una oda a Di Stéfano: "Las porterías del mundo /esperan a su galán. /¡Donce- llas del violador!/ ¡Ineses de este don Juan!". ¿Ayuda a, explicar el asombroso éxito de un tipo como Maradona lo fácilmente que rima su nombre con la testosterona?
Babelia
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