_
_
_
_

John Grisham emprende una cruzada contra Oliver Stone y su película 'Asesinos natos'

La víctima de un atraco demanda al cineásta y a la productora Warner Brothers

El escritor y abogado estadounidense John Grisham, autor de best sellers adaptados al cine como La tapadera o El In forme Pelícano, ha acusado públicamente al director Oliver Stone de "hacemos insensibles al asesinato absurdo" con su película Asesinos natos. En marzo de 1995, dos jóvenes habían matado a un amigo de Grisham después de ver ese filme 20 veces, y el escritor ha sugerido ahora que se introduzca una ley federal en Estados Unidos para que se pueda demandar a los estudios como responsables cuando sus películas inspiren algún acto delictivo.

El 5 de marzo de 1995, Ben Darras y Sarah Edmonton protagonizaron en el sur de EE UU el cuarto delito que se ha relacionado en este país con Asesinos natos. La película describe los atracos y masacres alucinógenas de una pareja (interpretada por Woody Harrelson y Juliette Lewis) que queda impune al final.Después de verla en vídeo 20 veces mientras ingerían LSD, Darras y Edmonton cogieron un coche y una pistola y se fueron a la localidad de Hernando (Misisipí). Allí, Darras entró en un edificio de oficinas y mató a' primero que se le puso delante, que era William Savage, un empresario local y amigo de John Grisham.

Al día siguiente, en las cercanías de Nueva Orleans (Luisiana), Edmonton entró en una tienda de carretera e hirió de un disparo en la cabeza a la dependienta, Patsy Byers. Los dos acusados han admitido en su declaración todos estos hechos.

"Oliver Stone ha dicho que Asesinos natos intenta satirizar el apetito de violencia que existe en nuestra cultura y la ansiedad de los medios de comunicación", ha escrito Grisham en The Oxford American, una publicación sobre temas legales que él dirige. "Una sátira se. supone que ridiculiza aquello que ataca, pero no hay ningún humor en Asesinos natos. Es una historia sangrienta sin descanso diseñada para conmocionarnos y hacernos insensibles al absurdo del asesinato".

Movido por la muerte de su amigo, Grisham propone en ese texto que las películas se consideren un producto más hecho por una empresa y que, si es defectuoso, pueda ser objeto de demanda judicial. En concreto, el escritor quiere que se considere a las películas como algo que potencialmente puede ser tan dañino para la salud como un implante de pecho antihigiénico o un automóvil mal diseñado.

"Bastaría con un gran veredicto contra gente como Oliver Stone y su productora, y quizá contra el guionista y el propio estudio, y entonces la fiesta se acabaría", escribió Grisham.

La revista especializada Variety estima que, aunque este enfoque es relativamente novedoso, tiene pocas posibilidades de concretarse en ley. Además apuntan a que ningún estudio de Hollywood va a prescindir de su libertad de expresión ni de su poder para dar al público mayoritario lo que más quiere. Por su parte, Patsy Byers, a través de otro abogado, acaba de presentar una denuncia por la que quiere reclamar a Oliver Stone y a los estudios Warner Brothers entre 20 y 30 millones de dólares por el atraco en que fue malherida. Oliver Stone ha respondido en dos publicaciones norteamericanas que está consternado por los crímenes, pero que los considera obra de individuos perturbados" actuando bajo el efecto de las drogas y nunca motivados por lo que vieron en su filme. Además, ha acusado a Grisham de "recurrir a la demanda como solución de todas las cosas" y de "enriquecerse con un trabajo literario que también utiliza el crimen".

La última adaptación cinematográfica de un libro de John Grisham, A time to kill, casualmente se estrena estos días en EE UU y trata de un negro que se toma la justicia por su mano y mata a dos jóvenes blancos que violaron a su hija. Grisham es un letrado que, según ha explicado en múltiples ocasiones, se hartó un día del ambiente legal y se puso a escribir best sellers de suspense en los que por lo general los abogados son personajes deleznables.

Asesinos natos, estrenada en 1994, es ya el filme de violencia con más acusaciones de inspirar crímenes reales, una tradición en la que ha superado a La naranja mecánica (1971), Taxi driver (1976), o El silencio de los' corderos (1991). En 1995, Asesinos natos fue una de las películas que el entonces senador y actual candidato republicano a la Casa Blanca Bob Dole puso como ejemplo de la depravación cultural americana.

¿Autocensura?

La propuesta de John Grisham de reducir el entretenimiento a la categoría de producto potencialmente nocivo tiene al menos dos antecedentes: las demandas contra la casa de discos CBS y contra la productora Warner Brothers, a las que se acusó respectivamente de que un tema del cantante de heavy metal Ozzy Osbourne incitó a un joven a suicidarse y de que el rapero Ice-T animaba a sus oyentes a matar policías."Hasta el momento, ningún juez se ha atrevido a subordinar la Primera Enmienda de la Constitución de EE UU [que garantiza la libertad de expresión] a ese concepto de responsabilidad legal por un producto" afirma Joel Thierstein, experto en cuestiones legales relativas a los medios de comunicación. "Tampoco los tribunales han demostrado nunca un vínculo comprobable, entre una canción o película y un acto delictivo".

Además, los observadores opinan que en Hollywood sí existe una cierta conciencia de que es necesario autolimitarse. En 1994, Disney recortó una escena de su película The program en la que varios jóvenes se tumbaban en la mediana de una carretera llena de coches, ya que un chico resultó muerto al emularla.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_