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Plante de inmigrantes africanos ante la Delegación del Gobierno en Melilla

Javier Casqueiro

Decenas de inmigrantes ilegales africanos permanecen apostados desde la mañana del lunes frente a la Delegación del Gobierno en Melilla en demanda de permisos para que todos puedan viajar a la Pe nínsula. Tras un violento enfrentamiento de cinco horas con la policía, en la madrugada del domingo, los inmigrantes sólo están dispuestos a deponer su protesta si el delegado del Gobierno, Enrique Beamud, accede a sus exigencias,

Los inmigrantes tampoco admiten intermediarios. Ayer llegó desde Madrid André Mtibarusiga, director del albergue de refugiados de la Cruz Roga, conocedor de sus diversas lenguas y problemas, pero fue expulsado por los cuatro cabecillas de los congregados mientras todos coreaban: "Go, go, go fuera, fuera, fuera)". Una hora más tarde, sobre las 12.30, una manifestación de 2.500 melillenses, fundamentalmente residentes y cristianos, terminó en esa misma plaza una protesta contra el terrorismo. Los africanos, que no saben español, observaron el acto y escucharon los comunicados con un silencio pasmado.

El motín de los subsaharianos en Melilla empieza a enquistarse. Las autoridades locales han comenzado a reparar los desperfectos ocasionados en la trifulca del domingo en el antiguo hospital de la Cruz Roja loca y han acogido ya en otra ala de ese mismo recinto a los centroafricanos ilegales que no participaron de manera directa en la reyerta.

En el patio de ese hospital han dormido desde entonces bajo improvisadas lonas de tela rota o entre los hierros desvencijados de unas ambulancias destinadas a la chatarra. El resto, los amotinados, pasan las noches sobre cartones en los jardines situados frente a la delegación. Ayer a primera hora, forzaron otro conato de pelea entre ellos mismos. Su desesperación es creciente y les impulsa a la violencia.

Ante el bloqueo de la situación, las autoridades locales recurrieron a la mediación de un experto. Por la mañana llegó Mtibarusiga, un español de origen en Burundi, director del albergue de refugiados de la Cruz Roja en Madrid. El ofrecimiento de auxilio de la Cruz Roja no dio resultados inmediatos. Es más, los intentos pacificadores calentaron los ánimos.

Mediación frustrada

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El mediador había acordado con el delegado del Gobierno que sacaría a los rebeldes de la puerta para devolverlos al nuevo "albergue" que se les está habilitando. También pactó que luego, en dos o tres días, se negociaría caso a caso una solución a sus reivindicaciones de entrar en la Península según las posibilidades que permite la Ley de Extranjería. El intermediario salió escaldado de su intento negociador. Cuatro cabecillas de los subsaharianos agarraban, empujaban y amenazaban a los pocos interesados en escuchar sus propuestas. Así hasta que ninguno se atrevió siquiera a acercarse a él. Una vez derrotado, Mtibarusiga los ánimos se templaron. Sobre las doce de la mañana, precisamente a 500 metros de la plaza de España, donde improvisaron su campamento el grupo de centroafricanos, comenzaba la, manifestación por la paz y contra el terrorismo convocada por organizaciones locales de la tercera edad.

Pese a que a media mañana los melillenses no tiene precisamente propensión para los actos solidarios -la mayoría son funcionarios o comerciantes- unas 2.500 personas se reunieron en un corto paseo que acabó precisamente ante las narices de los subsaharianos. Allí, sobre una tarima de la plaza de España, se leyeron dos comunicados y se soltaron dos palomas de la paz. Los subsaharianos miraban mientras el espectáculo atónitos y en silencio.

El alcalde, Ignacio Velázquez, del PP, aprovechó el final de la manifestación para recordar que Melilla está resolviendo un problema de triple filtro (humano, de narcotráfico y de infecciones) no a España, sino a la Unión Europea, y que por tanto requiere sus compensaciones. El Ayuntamiento se gasta al año 50 millones entre la manutención, la acogida y los destrozos que provocan estos inmigrantes.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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