_
_
_
_

Inquietud en Francia al comprobarse que no hubo controles en la importación de vacuno británico

Miedo a que se repita una crisis similar a la de la sangre contaminada

Enric González

"Asistimos a un cataclismo, a una catástrofe nunca vista". Palabras poco tranquilizadoras, viniendo de un ministro. El máximo responsable de la agricultura francesa, Philippe Vasseur, está en el ojo de la tormenta desatada por la encefalopatía espongiforme bovina, más conocida como mal de las vacas locas. Los consumidores franceses, que se creían a salvo, han sabido esta semana que las garantías gubernamentales eran falsas: Francia ha importado harinas animales británicas hasta hace unos meses, pese a la prohibición; siguen apareciendo nuevos casos de vacas enfermas, y al menos una persona parece haber muerto hace unos cinco meses a causa de la enfermedad de Creutzfeld Jakob en su nueva modalidad, la transmitida a los humanos por los bovinos.Cuando habló de "cataclismo", Vasseur debía tener en mente, como muchos de sus compatriotas, la crisis de la sangre contaminada de 1985. El recuerdo de las transfusiones de sangre con virus del sida, por las que aún están procesados el primer ministro de la época, el socialista Laurent Fabius, y numerosos altos cargos sanitarios, es un elemento crucial en esta situación. Los políticos temen acabar ante los tribunales acusados de envenenamiento, como Fabius, y se dejan llevar por el pánico.

Los ciudadanos desconfían de su administración y reducen el consumo de carne vacuna: las ventas han caído un 40% desde finales de marzo. Los ganaderos, que dicen haber perdido ya unos 30.000 millones de pesetas y se consideran estafados por el gobierno, preparan manifestaciones para esta semana.

Debates parlamentarios

Algo ha funcionado muy mal en el control de las importaciones de harina animal británica elaborada con huesos de vacuno. La presunta fuente de contaminación fue prohibida en el Reino Unido, como alimento para ganado vacuno, en julio de 1988. Francia esperó a agosto de 1999 para prohibir la importación, que ese mismo año alcanzó la marca histórica de 16.000 toneladas gracias a la caída de precios.

En 1990 entraron aún en Francia 1.800 toneladas desde el Reino Unido, pero en 1991 y en 1992 se respetó completamente la prohibición. Sin embargo, desde 1993, con 610 toneladas, se reanudaron las compras: 4.300 toneladas en 1994, 4.000 en 1995 y, durante el primer trimestre de este año, 5.140 toneladas.

La crisis de las vacas locas ha provocado los debates parlamentarios más agrios desde las elecciones de 1993. El gobierno conservador y la oposición socialista se han descalificado mutuamente esta semana, arrojándose unos a otros una responsabilidad que en realidad comparten: los socialistas hasta 1993, los conservadores desde entonces.

El gobierno de Alain Juppé ha actuado casi frenéticamente para tranquilizar a sus ciudadanos, con más de 10.000 controles de la Brigada de Represión del Fraude para retirar del mercado la carne de origen británico y 53 sanciones a infractores. Pero ha fallado en las harinas. Y ha cometido el error de atribuir la culpa a la Comisión Europea. Como resultado, ha extendido la desconfianza del público a todo el sistema institucional, desde Bruselas hasta París, y ha abierto la vía a una crisis política de consecuencias impredecibles.

El propio presidente, Jacques Chirac, calculó muy mal la sensibilidad de los franceses cuando, en su reciente visita oficial al Reino Unido, prometió a los británicos que defendería el levantamiento del embargo ante el resto de la Unión Europea. Los acontecimientos posteriores han situado a Chirac y su gobierno a la defensiva, ante un problema que ya no es exclusivamente británico y crece alarmantemente en el terreno doméstico.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_