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FERIA DE SAN ISIDRO

Casta mala

La ilusión por la corrida de Dolores Aguirre -un hierro emblemático en Madrid- duró hasta que llegó. Un minuto después, ya estaba la afición barruntando que no era eso, no era eso. La mansedumbre y la mala casta se advirtieron desde la primera embestida. El toro que abrió plaza se le ponía por delante a Domingo Valderrama, amagando incierta la cabezada y todos se comportaron igual en los capotazos de saludo.Los hubo incluso que reaccionaron peor y además de lo dicho, se iban de paseo. El tercero dio varias vueltas al redondel, huyendo de la quema. A sus hermanos de sangre no les iban los caballos, a él menos. La muleta de Pepín Liria tampoco debía hacerle gracia (o debía ser el propio Pepín Liria, quién sabe), y le estuvo haciendo fu mientras completaba otra vuelta al redondel siguiendo la referencia de las tablas.

Aguirre / Valderrama, Higares, Liria

Toros de Dolores Aguirre, con trapío, mansos, de mal estilo.Domingo Valderrama: primer aviso antes de matar, pinchazo, media estocada tendida perdiendo la muleta, pinchazo, media, rueda de peones -segundo aviso- y tres descabellos (silencio); pinchazo y bajonazo atravesado que asoma (aplausos). Óscar Higares: estocada atravesada que asoma (silencio); pinchazo y estocada ladeada (ovación y salida al tercio); pasé a la enfermería con un puntazo en una pierna. Pepin Liria: estocada atravesa da que asoma y descabello (ovación y salida al tercio); estocada corta atravesada pescuecera y descabello (silencio). Plaza de Las Ventas, 6 de junio. 27ª corrida de feria. Lleno.

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Higares, Liria y Valderrama, heridos sin consecuencias

Hacía fu o hacía mu, según. Mu de mugir era lo más propio y los toros le berrearon a la ganadera vasca una sentida serenata en en mu bemol. No pasa nada. Los toros son bravos o son mansos. El caso es que sean toros, tengan trapío y en esta faceta los productos de Dolores Aguirre venían irreprochables.

La presencia les dio fama, con ella el poder y sobre todo la casta, que han debido perder en alguna cruza errónea. La presencia satisfizo a la afición. Nadie reclamó toro: estaba en la arena. El poder no tanto y hasta hubo alguno que blandeó. Sólo el quinto honró pasadas glorias entrando codicioso al caballo, la cabeza metida bajo el peto, cuartos traseros en lo alto, y estrelló al caballo contra las tablas. Ahora bien: cometida la fechoría, huyó despavorido.

Con semejante ganado, los incidentes menudearon. Alejandro Escobar cuarteó con gran valor, muy en corto, un par de banderillas al tercero y salió de la reunión prendido por el pecho. Pepín Liria cayó después en la cara del toro, que hizo por él y le revolcó. Óscar Higares sufrió una cogida cuando toreaba al qunto, por naturales.

No cundió el pánico, sin embargo. Los toreros de oro y los de plata lidiaron con ejemplar pundonor. Curro Molina le prendió al primero dos pares de banderillas excelentes y salió del encuentro andandito y marchoso, según manda el canon y dicta el corazón, si es torero. José Antonio Carretero volvió a hacer gala de su seguridad rehiletera. Y, además, ambos aportaron a la brega valor y sapiencia.

Conocimientos lidiadores, brega eficaz, muletazos de castigo eran las recetas recomendables para la mansedumbre apestosa de los toros y se las dieron o no se las dieron; dependía. Domingo Valderrama, que de corridas a la desesperada se las sabe todas -es un científico- fue alternando los muletazos que convenían para obtener el lucimiento posible y librar las tarascadas. Sus compañeros, en cambio, querían torear por derechazos y naturales.

Óscar Higares, dentro de lo malo, tuvo el género más potable, y no acabó de aprovecharlo. Planteando las suertes desde su altura singular, abierto exageradamente el compás y extendido el brazo, no podía haber ni reunión ni consenso. Consenso menos que nada y el quinto toro le tiró a dar; y le dio.

Pepín Liria aplicó al tercero una faena de circunvalación: buenas tandas de derechazos consiguió darle en terrenos del 4, del 7 y del 1, y en la parada del 9 varió a los naturales. Quizá no procedía otra cosa, salvo que al vaciar con el pase de pecho se desentendía del toro y éste continuaba su vuelta al ruedo. La entrega de Pepín quedó demostrada pero no su capacidad lidiadora, que parecía escasa y por este motivo el último manso le desbordó.

Bueno, otros lo habrían hecho peor. A mal tiempo buena cara y los tres diestros, con sus cuadrillas, encararon el duro compromiso derrochando pundonor, valentía y dignidad torera. Excelsas virtudes todas ellas. Y si además no le guardaron rencor a Dolores Aguirre, santos.

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