Un pinchazo poco ilustre
Que Spike Lee se iba deslizando, en sus últimas películas, por una pendiente cada vez más peligrosa, lo puso en evidencia el pasado año su penúltimo filme estrenado entre nosotros, Clockers, que bien poco de nuevo aportaba a la profundización de la denuncia del racismo que el cineasta negro viene desarrollando con indesmayable tesón desde hace ya 10 años, cuando rodó en la más absoluta independencia Nora Darling. Todo en su último cine sonaba a sobado y a viejo, o, en todo caso, probaba el axioma de que el infierno (cinematográfico) está siempre alfombrado de buenas intenciones: no basta con denunciar el racismo, siempre imperante, si no se hace con una renovación siempre renovada.Comoquiera que Lee es cualquier cosa menos tonto, aquí le tenemos de vuelta, con una comedia pretendidamente brillante que se basa en guión ajeno, que significa en todo caso una vuelta de tuerca en su filmografía, la búsqueda de nuevos senderos creativos, la recurrencia a otras claves genéricas que le garanticen la recuperación de la inspiración perdida.
Girl 6
Dirección: Spike Lee. Guión: Susan Lori Parker. Fotografia: Malik Hassan Sayeed. Música: Prince. Producción:S. Lee. EE UU, 1996. Intérpretes: Theresa Randle, Spike Lee, Isaiah Washington, Debi Mazar, John Turturro, Jennifer Lewis, Noami Campbell, Quentin Tarantino. Estreno en Madrid: cines Ideal Multicines, Bristol y Liceo.
Garantía fallida: a pesar de su aire de actualidad -su tema son las líneas de teléfono erótico y sus operadoras-, y a pesar igualmente de que Lee no renuncia a sus claves, o sea, el análisis de la situación del negro en la sociedad estadounidense, Girl 6 es un solemne pestiño, un pinchazo muy poco ilustre en la carrera de su realizador, un cromo impostor que esconde bajo varias toneladas de golpes de efecto la inanidad más absoluta.
Girl 6 pretende ser un retrato de actriz (negra) en paro, y termina por ser un poco inteligente regüeldo (racista, además: por antiblanco) que hace de la explotación sexual del cuerpo y la voz de las intérpretes el mejor señuelo para enganchar a un público que va a ver, se supone, una diatriba contra la miseria sexual del blanco (sólo son blancos los que ponen en evidencia una fantasía infantil, terminantemente patética).
En su estrategia discursiva, Lee no se para en barras y reclama en su elenco la presencia de un sinnúmero de famosos que le garantice los favores del público: desde Tarantino haciendo de Tarantino, hasta la modelo Naomi Campbell poniendo cachondo al respetable; desde John Turturro en un camello de andar por casa, hasta Ron Silver haciendo simétricamente lo mismo que Tarantino; desde el cantante Isaiah Washington, hasta el no menos cantante y compositor Prince, autor de la banda sonora del filme. Una banda sonora, dicho sea de paso, que se convierte en una suerte de perenne compañía de las imágenes, con lo que se re fuerza el carácter de macrovídeo musical que ostenta sin pudores la película. El resultado de todo esto es un filme que se termina aproximadamente a la media hora de su comienzo: cuando el respetable comprueba que por mucho que avance la cosa, Lee no le dará ya más de lo que le ha dado: chicas guapas poniendo calientes a solitarios que llaman por teléfono. Por si fuera poco, la línea discursiva del filme se ve continuamente interrumpida por las disquisiciones-sueños-deseos de la protagonista, que incluyen desde un numerito a costa de Carmen Jones, de Otto Preminger-, con un empalagoso homenaje a la actriz Dorothy Dandrige -verdadero tótem cultural para la minoría afroamericana interesada por el cine-, hasta una fantasía pseudokarateka con la, por otra parte, muy eficaz Theresa Randle, extraordinaria actriz mal empleada, haciendo de Angela Davis.
Ni inteligente vuelta atrás, ni exploración de nuevos caminos, ni experimentación formal consistente, Girl 6 quedará en la carrera de Lee como uno más de los jalones que marcan la esperemos, provisional decadencia del cineasta negro más inspirado que haya dado el reciente cine americano. Alguien, conviene recordar, que firmó aquella maravilla que era Haz lo que debas, y que ahora, con su talento devaluado, parece sólo interesado en calentar las braguetas de sus contemporáneos.
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