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Ramón Gaya publica un ensayo sobre el "sindicato de entendedores"

"No tengo nada personal contra los críticos", dice el pintor

Le faltaba página y media. Era la opinión de José Bergamín cuando el pintor y escritor Ramón Gaya (Murcia, 1910) le presentó en 1975 su texto Naturalidad del arte (y artificialidad de la crítica). Ahora se publica en la editorial Pre-Textos este ensayo sobre la crítica y los críticos, a los que llama sindicato de entendedores. "A veces mis textos se ven como rabietas en contra de los críticos, pero no tengo nada personal contra ellos. Me horroriza la polémica aunque no la tengo miedo", declaró ayer el pintor, que acaba de retratar a Rafael de Paula.

"Al darnos cuenta, un día, de la naturalidad y verdad del arte, nos damos cuenta al mismo tiempo de la artificialidad y mentira de la crítica artística". Así comienza el ensayo de Ramón Gaya que formará parte de sus obras completas. Tiene 56 páginas fechadas en Roma en 1975, y otra página y media, en Madrid en 1996.El pintor, que se prepara para pasar el verano en Roma, comentó ayer que cuando le presentaba el texto a Bergamín le decía que "faltaba página y media" y así aumentaba el manuscrito con la misma respuesta en tres ocasiones. "Hacía falta un final que ahora he encontrado".

El libro se refiere a la crítica de arte, pero también a la de poesía, literatura o escultura. "No he visto nunca las artes como oficios diferentes. Las ideas de este texto, pero más ordenadas, están en otros escritos míos. Muchas veces se han tomado como una rabieta en contra de los críticos, pero no hay nada personal. Además, he expuesto poco y me han tratado bastante bien. Si se lee bien y despacio queda bien claro que me refiero a una imposibilidad de la crítica; es la crítica la que no funciona".

A los miembros de un sindicato de entendedores la obra de arte no llega como una "misteriosa realidad viva", sino como un acontecimiento valioso, curioso, entretenido, decorativo, casi frívolo". Para el autor de Velázquez, pájaro solitario, el crítico "no tiene una actitud de acercarse a la obra viva; el crítico se ha visto condenado a discutirle valores, virtudes y defectos, y eso no es manera de acercarse a una obra". Pone como ejemplo la visión pura de los niños, "que no quieren ni vender ni ser modernos ni antiguos; se acercan con pureza, con autenticidad, en lugar de teorías".

Dice que a su edad lo ve todo "con más distancia y algo de tristeza". "Veo pocas cosas realmente ciertas; lo que veo es mucha industria, sobre todo en las galerías de arte y en parte tiene bastante culpa América, es decir, los abstractos americanos, que ahora valen más que Goya y Velázquez". Trabaja "con cierta prisa" y lo que busca no está visible, "hay que escucharlo". Estos últimos días ha podido retratar a su amigo el torero Rafael de Paula, "una persona muy respetable y muy auténtica".

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