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49 ºFESTIVAL DE CANNES

Triunfo en Cannes de Mike Leigh y Lars von Trier

Palma de Oro y Gran Premio del Jurado a las geniales 'Secretos y mentiras' y 'Breaking the Waves'

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Una maravilla y un 'pufo'

Los dos grandes premios, la Palma de Oro y el Gran Premio del Jurado se otorgan sólo cuando el jurado considera que hay dos películas dignas de la Palma, pero ésta es indivisible. El resto de los premios, el llamado palmarés o la pedrea de "este sí, este no" que sigue a ese unánime reconocimiento de los jurados de la superioridad de. estas dos obras sobre todas las demás participantes -y en realidad, sobre casi todas las que hemos visto en los últimos años en las pantallas del mundo- poco importa.Hay en esta pedrea dos premios injustos, que sobran, que ensucian un poco esta magnífica colección de galardones, pero que ante el reconocimiento absoluto a esas dos obras superiores, casi se perdona, pues parecen fruslerías, errores de poca monta, aunque bien mirados no lo sean, porque han ocupado el sitio que otras películas se merecían.

Secretos y mentiras ganó también -aunque en este apartado el jurado se saltó la norma, pues está reglamentado que el filme, que obtiene la Palma de Oro no debe beneficiarse de ningún otro premio secundario- el galardón a la mejor interpretación femenina. Era clamorosamente evidente que ninguna de sus colegas (tal vez sólo su compatriota Emily Watson, asombrosa recién llegada desde el teatro al cine en la película de Lars von Trier) podía arrebatarle a Brenda Blethyn la distinción.

El trabajo de esta actriz, como todo el filme que ella vertebra, es sin exageración alguna, genial, y a su edad, pues es ya una mujer madura, la convierte de golpe en una de las más dotadas y más brillantes actrices del cine actual. En cierto modo, la más capacitada de todos para transitar (a velocidades tales que no hay manera de perseguirlas hasta que han pasado) de la comicidad al patetismo, del entusiasmo al temblor, de la alegría al miedo, de cualquier estado emocional a su contrario.

Gran escuela

En la línea más pura y con la técnica más impecable de la gran es cuela de interpretación británica esta inspiradísima mujer alcanza matices, inflexiones e instantes de transfiguración que se pegan a la retina y ahí se quedan, como si fueran parte de ella. Y para redondear la noche, Mike Leigh y sus asombrosos comediantes se beneficiaron del Premio de la Crítica Internacional, que no tiene ningún relumbrón de glamour, pero que todos los que nos movemos en estos tinglados consideramos el más solvente y concienzudo de todos, el que suele pasar indefectiblemente a los anales de los cinéfilos y a los manuales de historia del cine.Decir más de esta soberbia película y sus autores en un comentario de urgencia es imposible. Salvo añadir que si estos tres premios hubieran ido a parar a Breaking the Waves, Lars von Trier y Emily Watson, las palabras que anteceden hubieran sido exactamente las mismas y no habría ningún error o imprecisión en ellas. En el penduleo entre ambas maravillosas películas, el jurado se decantó y la des tacó sobre la otra, pero hubiera sido todo igual de haber ocurrido al revés.

Naturalmente, Mike Leigh y Lars von Trier son, con mucho, los mejores directores que han pasado esta primavera por las pantallas de La Croisette, pero el doblete del premio al mejor director les estaba de antemano vedado por el reglamento del Festival de Cannes. Y por esta razón el galardón ha ido a parar a las manos del estadounidense Joel Coen, con muy buen criterio. Su trabajo de dirección en Fargo es no sólo el mejor que ha hecho, sino uno de los más inteligentes del cine estadounidense reciente.

Este incatalogable, magnífico e irregular cineasta, junto a la sombra de su inseparable hermano Ethan, ha llegado a la madurez y su arbitrario y fertilísimo ingenio ha pasado por fin la barrera de la simple ocurrencia y se ha instalado en el equilibrio que necesitaba para sacar el máximo partido de sus endiabladamente ricas dotes para sorprender al espectador y para meter en el celuloide una mirada de dinamitero irónico e iconoclasta.

El premio a la mejor interpretación masculina es una curiosa metedura de pata que paradójicamente, es también un acierto pleno. Lo compartieron el joven y encantador muchacho mongólico, Pascal Duqenne -un simpático y tierno acto caritativo, pero que carece de sentido en un reparto de méritos profesionales, porque el chico se limita a interpretarse a sí mismo- y el gran actor francés Daniel Auteil, por su trabajo conjunto en la bobada ternurista belga El octavo día, cuando un intérprete de la talla de Auteil ejecuta en la excelente (e injustamente olvidada película francesa, dirigida por André Techiné), Los ladrones, una actuación extraordinaria, precisa, digna del actor de raza que es.

Premiar a este extraordinario cómico es completamente justo, pero no por la película que le ha valido la distinción, sino por otra.

El premio al mejor guión fue para Jacques Audiard, escritor y director de la película francesa, Un héroe muy discreto. Nada que objetar. Es un buen guión, incluso muy bueno. Su composición está medida exquisitamente y abrillantada por un juego de situaciones, una construcción de comportamientos y un juego de diálogos llenos de ingenio, precisión y desenvoltura. Su desarrollo es exacto e impecable, como lo es su medida del tiempo y sus transiciones. Hay otros guiones aquí a su altura, pero no mejores.

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