La detención del 'número dos' de Hamás refuerza la candidatura de Peres
La detención de un peligroso fugitivo palestino ayer en Hebrón, considerado como el numero dos del brazo militar de Hamás, adjudicó una instantánea victoria propagandística al Gobierno laborista de Simón Peres. Se trata de Hasan Salamé, sospechoso de haber planeado tres de los cuatro últimos ataques suicidas perpetrados entre febrero y marzo de este año y que costaron la vida a 51 personas en Israel.Una portavoz del Ejército israelí aseguró que el activista viajaba por Hebrón con otro sospechoso en un coche al que los soldados dieron el alto. "Durante la inspección, uno de los hombres [Salamé] intentó huir y sacó su pistola. Los soldados le dispararon y le hirieron, pero no lograron impedir su huida. Poco después fue descubierto y detenido en un hospital de Hebrón", relató la portavoz.
Lo que más parece interesar a los israelíes es si Salamé, cuyas conexiones con Sudán se subrayan en todas las declaraciones oficiales, puede ofrecer luces a la tregua que ha ofrecido Hamás en un comunicado de cuya autenticidad se duda. El coche de Salame, según la policía israelí, escondía granadas de mano.
La supuesta tregua parece que quedará al final en humo de paja, si se da por cierto otro comunicado difundido anoche en nombre de las brigadas Qassam, el brazo armado de Hamás, en el que se anuncia venganza tras la captura de Salamé.
Pero ni la importancia de la captura ni el calibre del sujeto parecen haber hecho mella en los temores del electorado israelí. A diez días de las elecciones, dos temas dominan el debate: la seguridad personal de cada israelí y el impacto que podría tener otro bombazo terrorista antes del próximo día 29.
"Todo puede pasar", decía un viejo rabino que se paseaba por las calles del barrio fundamentalista judío de Mea Sharim, aprovechando la serenidad de la tarde del shabbath. Todo, desde una derrota laborista que entronaría a la derecha religiosa del Likud, que es poco amiga de llevar adelante el proceso de paz con los palestinos, hasta el caos que provocaria un monumentalmente histórico retroceso. Es decir, un retroceso hasta la víspera del 13 deseptiembre de 1993, el día que Bill Clinton consiguió que Isaac Rabin, Simón Peres y Yasir Arafat se dieran la mano en los jardines de la Casa Blanca. Siendo éste el quinto intento del septuagenario Peres por ganar una elección a lo largo de su larga carrera política, tiene que empeñarse en demostrar que hay más banalidad que ingenio o experiencia en el discurso político de Benjamín Netanyahu, su único rival. Netanyahu es el exponente de la derecha capitalista de Israel, que a sus 46 años conoce mejor los recursos de Internet que los nombres del gabinete de Yasir Arafat, a quien jamás le daría la mano, según sus palabras. En la recta final de la campaña, Peres y Netanyahu ya han dejado que sus jefes de propaganda se encarguen de dar un poco más de sazón a la no muy ocurrente publicidad electoral por televisión en un país donde la política y el humor contienen una pasión quizás más fuerte, perdurable, violenta y fascinante que el fútbol en Europa.
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