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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Entre amigos

Antes de ayudar al gran Michelangelo Antonioni en su regreso a los platós y protagonizar, de paso, una pataleta de enfant terrible contra el viejo e inmovilizado maestro, con ofensivo libro de rodaje y polémicas declaraciones incluidos, Wim Wenders había realizado la película oficial de la capitalidad cultural europea de 1994, esta Lisboa story que ahora nos llega con retraso.Este dato debe ser revelado, toda vez que, a pesar de tratarse de un encargo abierto, la invitación de las autoridades portuguesas dejó al alemán las manos libres para una indagación formal que tal vez no habría realizado en otras circunstancias: que sea éste el filme argumentalmente más débil de los muchos realizados por Wenders y que al mismo tiempo suponga un leve cambio de tendencia genérica, una deriva hacia los senderos de la comedia a los que tan poco propicia parecía su obra anterior, puede ser que tenga que ver con el carácter de obra de encargo que el filme reviste.

Lisboa story (Lisbon story)

Dirección y guión: Wim Wenders. Fotografía. Lisa Rinzler. Música: Madredeus. Producción: Urich Felsberg, Paulo Branco y W. Wenders para Road Movies y MadragoaFilmes. Alemania-Portugal, 1944. Intérpretes: Rüdiger Vogler, Patrick Bauchau, Ricardo Colares, Joel Ferreira, Sofia Bernard da Costa, y la participación especial de los miembros de Madredeus y de Manoel de Oliveira. Estreno en Madrid: Alphaville.

Es cierto que Lisboa tiene una artificiosidad temática notable, un errático concepto de la construcción de la historia. Pero no es menos cierto que el filme se presenta, con inteligencia por parte de Wenders, como una obra abierta, siempre en construcción; un, discurso sobre la imagen y su estatuto, en la onda de otros realizadores contemporáneos, de Kiarostami a Erice, de Oliveira a Antonioni, que se interrogan sobre qué tiene para ofrecer el cine actual a su espectador en medio del más absoluto galimatías, de la más abyecta confusión icónica que haya vivido el hombre en su ya larga y fatigada existencia.

Lo mejor del filme está en este discurso: en la forma en que se denuncia una concepción actual de la imagen, esas minúsculas cámaras que pueden captarlo prácticamente todo, pero que en el filme, no están regidas, por punto de vista alguno, bibelots contemporáneos que son los responsables, entre otros muchos, de la desvirtuación del contenido de las imágenes en que nos movemos. Y en cómo frente a eso se erige la vieja cámara de manivela y la propia cámara del cineasta, con la que la fotógrafa Lisa Rinzler realiza un portentoso trabajo, en la línea habitual de composición y colorido del encuadre de Wenders.

Sólo es importante, parece subrayar Wenders, el ojo que mira y que nos hace mirar, la selección de la realidad que éste opera. En suma, el cerebro y la percepción del creador frente a la fascinación tecnológica de la nueva imagen.

Por lo demás, Lisboa es también un intento de crear un documental diferente sobre una ciudad, habida cuenta de que desde Berlín, sinfonía de una gran ciudad, de Walter Ruttmann, es siempre tan difícil decir algo nuevo sobre una conurbación conocida.

En este sentido conviene ver el filme también como una declaración de amor a un paisaje urbano, con los rostros de quienes mejor lo conocen -Oliveira-, con las voces de algunos de los que mejor lo han cantado -Madredeus- Y en este sentido, en fin, Lisboa se convierte en un homenaje a una ciudad, sus ambientes, sus ruidos, sus colores..., menos a su gente, ya que parece que Wenders no llegue a conocerla ni se interese por ella.

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