_
_
_
_
Entrevista:

"Acaba una situación artificial, paradójica y necia"

Camilo José Cela, a punto de cumplir 80 años, recoge el martes el Premio Cervantes, un galardón, el más importante de la literatura castellana, que le ha tardado en llegar. Con el Nobel en la mano desde 1989, los años de espera del Cervantes han sido un tiempo de guerra soterrada que el escritor cree que ha sido ficticia. Discutido y polémico, autor de un centenar de obras (La familia de Pascual Duarte lleva 209 ediciones y ha sido traducida a toda las lenguas), Cela parece aburrido de escandalizar. El gran provocador templa hoy los ánimos con mejor humor del que suele exhibir públicamente.Pregunta. Cuando el martes reciba de manos del Rey Premio Cervantes, ¿sentirá que por fin ha ganado el pulso a la cultura oficial?

Respuesta. No, mujer. En ningún caso. Sería un error que me lo planteara así. No creo que esa cultura oficial haya ido contra mí. Otra cosa es que haya habido algún ministro semibotarate en mi contra, pero en ningún caso lo he entendido como un pugilato y sería un error por mi parte entenderlo así. Habíamos llegado a un callejón sin salida, ¿No le parece? Era de tontos. Se creó una situación paradójica. Cuando no me lo daban año tras año yo me alegraba como defensor de la tradición. Cuando me lo dieron, me alegré de que se rompiera esa tradición. Era una situación artificial, paradójica y necia.

P. ¿Es la misma situación que mantiene con los escritores jóvenes españoles, a los que ha echado usted en cara que le negaran por sistema el pan y la sal?

R. Allá ellos. Algunos hicieron declaraciones alegrándose mucho de que no se me diera el Cervantes. Creo que siguen las pautadas normas de Freud y conmigo quieren enterrar al padre. Yo no necesité enterrar a nadie. Quiero decir que yo tenía la suficiente seguridad en mí mismo como para no tener que matar a nadie para hacerme un sitio en un escalafón que, por otra parte, creo que no debería de existir, porque la literatura es un arte en el que cabemos todos.

P. ¿No cree que tiene usted una personalidad tan arrogante que a veces impide que se le reconozca su valor literario?

R. Seguramente, pero yo soy así. Es como culpar a alguien de ser rubio o moreno. También es arrogante Paco Umbral, y es más joven que yo. Es igual que cuando la gente se escandaliza. Siempre he dicho que en España es mayor el número de los escandalizables que los escandalizadores.

P. Eso es perfecto para usted, que siempre se ha divertido provocando.

R. Es que es muy divertido. Y no me canso de hacerlo con el paso de los años.

P. ¿Era también una provocación decir que el único español que está en su sitio es el Rey?

R. Qué va. Eso lo dije en serio. Fíjese que él llega en un momento en el que nadie está en su sitio. Hasta los gobernadores civiles eran militares. De locos. No me dirá que eso no era estar fuera de lugar.

P. Con los políticos, al menos con los socialistas, tampoco ha mantenido usted excelentes relaciones.

R. Es que, en general, son gente de segunda o de tercera fila, salvo excepciones. Y debe haber una o dos excepciones. Tampoco hay que extrañarse porque es algo que pasa en todo el mundo.

P. ¿Con la llegada del PP, cree que va a mejorar el panorama?

R. No es difícil que mejoren las cosas. En esta etapa la corrupción ha llegado a ser el deporte nacional y, si los nuevos gobernantes son mínimamente honestos, acabarán triunfando. Y no culpo a todos los socialistas. Nada más lejos de mi ánimo, que quede claro. Lo que pido es honestidad.

P. ¿Esa falta de valoración por los políticos fue la que le llevó a formar parte de la Asociación de Periodistas Independientes?

R. Entré porque un día nos reunimos un grupo de amigos en Marbella y la idea surgió tomando unas copas. Acepté la presidencia honorífica porque son todos muy amigos míos.

P. ¿Y sigue usted formando parte, pese a las discrepancias que ha habido entre algunos de los fundadores?

R. Sí. No es que siga con entusiasmo porque para eso tendría que ser más joven, pero ahí estoy.

P. Hace tiempo que tampoco escandaliza a las feministas.

R. Es que depende de quién tenga enfrente. Siempre digo que da gusto con vosotras: estáis bien diseñadas, da gusto veros, pero luego estáis llenas de baches, creo que falla el acabado. Un día me vino una de esas feministas agresivas y va y me pide que escoja tres animales. Reconozco que era un trapo demasiado fácil. La respuesta mía fue: por este orden, el perro, la mujer y el caballo. No veas cómo se puso, pero es que yo tengo hace tiempo la teoría de que en Madrid todo el mundo sale para que le den.

P. Extremismos al margen, sí extraña que, por ejemplo, en la Academia de la Lengua no haya en este momento ninguna mujer.

R. Ésa es otra historia. Había dos y se han muerto. No discuto que la mujer tenga los mismos derechos que el hombre. De verdad que no creo que haya nadie capaz de discutir eso, pero otra cosa es ser iguales, que es otro concepto. Lo de la Academia creo sinceramente que no es un asunto de machismo. Busquemos nombres: Ana María Matute, Carmiña Martín Gaite y... ahí acabamos. Y si se quiere llevar a una representante de la nobleza, ahí está Cayetana de Alba, pero bueno, eso sería a título puramente decorativo. Habría mujeres, posiblemente, pero no se pueden forzar las cosas. Yo creo que la mujer no debiera de admitir lo de la cuota del 25%. Estoy tan en contra de eso como del día de la mujer, del día del perro o del día del subnormal profundo. Si la mujer es importante, ¿por qué un 25% y no más? Y si es tonta, igual, ¿por qué un 25%? La igualdad debe de mantenerse a diario y reconociendo a cada uno, hombre o mujer, lo que se merece.

P. ¿Sigue trabajando en su autobiografía?

R. Escribí dos tomos. En el primero llegaba hasta los nueve años y en el segundo contaba desde mi llegada a Madrid hasta el año 42, con todos los años tan dramáticos de la guerra... Estas situaciones tensas son un gran aprendizaje. No se puede decir que la guerra es preciosa, porque no se entendería, pero lo digo en el sentido de que te fuerza a desarrollarte intensamente. Me refiero a guerras como aquélla, no a las de dar un botón y producir la masacre. Pero en una situación límite como aquélla, en la que yo ya tenía 20 años, uno ve, de golpe, que muchas cosas que creía importantes se te caen al suelo y otras que no valorabas se ponen en cabeza de tu escala de valores.

P. ¿También sigue trabajando con el diccionario geográfico?

R. Es un diccionario geográfico popular de España en varios volúmenes. Está en fase de preparación y puede ser muy bonito porque toda la dictadología tópica (refranes, cantares, proverbios) fue arrastrada con la industrialización. Lo estoy haciendo con un equipo de licenciados que están investigando y es un trabajo tan bonito como difícil. El primer tomo trata de la teoría general y España y el segundo, de la Comunidad de Madrid, pero no creo que salgan antes de un par de años.

P. ¿Tiene abandonada la creación literaria pura y dura?

n Un día de estos me voy a poner otra vez con Madera de boj, a ver si soy capaz de seguir. Me remuerde la conciencia, pero se me atragantó. La interrumpí cuando me dieron el Nobel y ahí sigue. El Nobel lo distorsiona todo porque es como un cataclismo. Creo que lo que tengo escrito no me va a servir porque se iban a notar mucho las suturas. Pero bueno, empiezo de nuevo tan ricamente porque soy un gran trabajador.

P. Qué tiempo dedica diariamente a escribir?

R. Pues todo el día. Ya sabe que mi mujer y yo vivimos en el campo, en Guadalajara. Me levanto pronto para la costumbre de este país, entre las 8.00 y las 8.30. Después de lavarme y desayunar, me pongo a trabajar. Doy un vistazo a un par de periódicos, miro el correo, que la mayor parte son obviedades, y ya escribo. Al mediodía doy un paseo. Como y duermo la siesta para ponerme después a escribir. Y lo hago a mano. Ni ordenador ni máquina. Me da igual bolígrafo, lápiz o pluma. Lo único que quiero es que sea un cuaderno de esos de la escuela, para que no se me pierdan las cuartillas.

P. ¿Recibe muchas cartas de jóvenes escritores para pedir consejo o para que lea su obra?

R. No. Creo que saben que yo no hago eso. Recibo más un tipo de cartas que pueden calificarse de insensatas: me piden dinero para un piso, para un viaje. Tengo muchas cartas de amor y también amenazas de muerte. Cuando me dieron el Nobel recibí una carta de un señor de la India pidiéndome dinero para casar a su hija. Otro de la Mongolia exterior me contaba que necesitaba cambiar el coche. Y lo lamento, pero yo no pago vicios.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_