Aranguren vuelve al paisaje de la sierra de Gredos
Un centenar de personas asistió al entierro del filósofo en el cementerio de Ávila
Frente a la sierra nevada de Gredos, un paisaje castellano que influyó profundamente en el sentido de su espiritualidad, fue enterrado a mediodía de ayer el filósofo José Luis López Aranguren. Poco más de un centenar de personas, entre ellas sus seis hijos y sus nietos, despidió en el cementerio de Ávila al profesor universitario, fallecido el miércoles en Madrid, de una crisis renal, a los 86 años. En nombre de la familia, su hijo Eduardo agradeció las muestras de afecto recibidas, que les han recordado, dijo, lo respetado y querido por toda la sociedad española que era su padre. "Y eso le hubiera gustado".
"Ávila siempre en la lejanía, la pasada y la futura. Ávila, mi estación de llegada al mundo, mi estación de destino dentro de él, en su cementerio".En el libro Ávila, de santa Teresa de Jesús a san Juan de la Cruz, Aranguren dejó escrito este texto que ayer se cerró. Su "costado de castellano viejo", en la expresión que utilizaba, se caracterizó por un sentido espiritual que entroncaba con los místicos españoles y los reformadores religiosos del siglo XVI. "Y en contra de un ambiente dominado por el nacionalcatolicismo", recalcó ayer el historiador de la filosofía José Luis Abellán, que asistió al entierro junto al también profesor Antonio García Santesmases; el escritor José Jiménez Lozano; el director del Instituto Cervantes, Nicolás Sánchez Albornoz, y el ministro de Educación en funciones, Jerónimo Saavedra, quien dijo que asistía al entierro por "devoción intelectual". A la despedida del cortejo, en Madrid, habían acudido el presidente de la Audiencia Nacional, Clemente Auger, Fernando Morán, Fernando Savater, Tomás de la Quadra Salcedo, Francisca Sauquillo y Javier Muguerza.
Sencilla y breve
En una ceremonia sencilla y breve, parientes y amigos del filósofo fallecido le despidieron en Ávila junto al panteón familiar, donde reposan desde 1990 los restos de su esposa, María Pilar Quiñones. En una mañana espectacular, entre el verde de las dehesas y la nieve de las montañas, hasta allí había acudido desde Irún Amparo Mangas, que hace 15 años coincidió con Aranguren, sin saber quién era, sentados en el mismo banco de un parque de Santander. "Comenzó a hablar conmigo y, después de habernos despedido, descubrí que era el profesor que daba la conferencia a la que yo iba. Durante 15 años nos hemos escrito, vengo desde Irún al entierro porque encontrarle fue una de las mejores cosas que me han pasado en la vida", contó Mangas. "La juventud le entusiasmaba, ¡y siempre decía que el joven tiene que ser insumiso!", añadió resumiendo así el carácter heterodoxo del pensamiento de Aranguren."De joven le gustaba montar a caballo", dijo Felicísima Blázquez, una antigua amiga de la familia que conoció a Aranguren durante sus estancias en Ávila en la finca familiar El cerezo. "Era muy estudioso, se sentaba allí, en una piedra, y se dedicaba a leer. Como persona, inmejorable".
Antonio García Santesmases resumió la trascendencia del legado -intelectual de Aranguren citando a sus discípulos de la Universidad Complutense: Javier Mugerza, Elías Díaz, Pedro Cerezo, Gómez Llorente..., "muestras de la pluralidad de perspectivas", afirmó. Por su parte, Abellán destacó que, como intelectual, "Aranguren representaba un rayo de luz en la oscuridad que reinaba en el campo de la filosofía durante el régimen de Franco. Nos enseñó lo que los demás profesores no enseñaban: la ética anglosajona; la escuela de Francfort; las dimensiones filosóficas de las novelas de Sartre... Sus enseñanzas nos llegaban en medio de un ambiente dominado por la escolástica y la neoescolástica".
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