En buena compañía
El nuevo ballet de Nacho Duato es muy bonito, se ve con agrado, deja un buen sabor. Se trata de un vuelo nocturno y libre sobre la inspiración que le dan las referencias del Siglo de Oro español en los terrenos de la poesía y la música, aunque los trajes (que son lo mejor de todo el arropamiento que lleva su danza y en los que hay que destacar la aguja y el buen gusto de Ismael Aznar, cercano a la alta costura) sean más mediceos que platerescos, pero eso es pecata minuta en este caso. Duato se siente libre para crear y no se amarra a los rigores de una época concreta. Hace bien. Pues al desoir las reglas de la baja danza, donde parece estar la médula coral de su trabajo (al menos en el tutti inicial, que prometía más), sale airoso con su estrecho vocabulario, que a veces aburre por lo limitado, pero que aquí discurre eficiente: seis parejas sugieren la urgente necesidad de vestirse y desvestirse por dentro y por fuera, para sí mismo y para el contrario. El diálogo se establece a través de la obsesión por bailar. Bailar como un acto de vida (recordemos, a distancia, El maestro de danzar, de Calderón).Sobra del todo la escena piadosa de los muchachos con capas cuaresmales y con tanto incienso y tanta atmósfera de sacristía, como si el coreógrafo se sintiera en la obligación de ponerse a tono con los aires que, parece, vendrán. No le hace falta: para bien y mal, Duato ha luchado por una identidad y casi la tiene ya cogida por los cuernos. Es una identidad a medias, compartida con su padremaestro-tutor. Pero, seamos serios: Kilian es una buena sombra, y el valenciano es muy libre de escoger sobre las huellas ajenas que pisa; Otra cosa es que ahora juegue el papel oportuno.
Compañía Nacional de Danza
Mediterrania: Duato / Maesso y otros; The vile parody of address: Forsythe / J. S. Bach; Por vos muero: Duato / Música española de los siglos XV y XVI. Teatro de Madrid La Vaguada. 11 de abril.
Por vos muero es un ballet sobre el amor en su estado menos puro. Es un ballet sobre el deseo, la búsqueda de la compañía, del abrazo y de la posesión hasta de las sombras que sea capaz de despedir la otra parte amante. La obra se desarrolla de noche, en un cierto ambiente palaciego y que impele a la liberación (la sugerencia escenográfica así lo limita). No es un ballet alegre porque Duato, fallas aparte, no es un creador jocoso, su obra algunas veces despide (y es cuando es mejor en todos sentidos) una angustia de solitud, de sed del abrazo último y reparador, de espacio abierto: eso le sucede cuando se pega a la tierra -como esta vez- y se deja de modas y modos ajenos-.
El resultado de esta incursión aún tiene irregularidades, pero despide un aire algo más maduro y entonado, da esperanzas en cuanto a su salvación estilística (eso es lo único que da eternidad a un coreógrafo). Pienso que sobran absolutamente los versos dichos en una cinta grabada por Miguel Bosé, que se afana, pero sin lograr dar ese último sentido al verbo, "tejer el imán dentro de la sinalefa", que decía Lezama Lima. Esas estrofas abaratan el ballet, no por su esencia, sino porque finalmente cortan el ritmo (en Forsythe, por ejemplo, lo aporta). El estreno fue anteayer, pero el ballet es así: ahora Duato debe "pulir el acero de la espada hasta que simule el bronce" (otra vez Lezama).
Esta vez lo que quiere decir Duato está más que explícito con sus bailarines y su danza. En este sentido hay que citar esas frases de petit baterie, sutiles, engarzadas sobre la música, lo que refleja el candoroso entusiasmo de Duato, más visual e intuitivo que de verdadera cultura coreútica.
Babelia
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