Un Pulitzer 'nacido' en las fosas comunes de Bosnia
El periodista estadounidense David Rohde, que fue galardonado el martes con el premio Pulitzer por sus reportajes sobre las matanzas de Srebrenica, le debe medio galardón a los serbios de Bosnia. Si no le hubieran detenido cuando husmeaba, cámara de fotos en mano, en donde se cree están enterrados miles de civiles musulmanes, su trabajo sobre el horror de aquellos sucesos sería uno más de los muchos y brillantes que se han realizado en casi cuatro años de guerra.Rohde estuvo 10 días en la siniestra comisaría de Zvornik, rodeado de matones con kalashnikov y pocas ganas de broma. Acababan de ser laminados por la aviación de la OTAN y derrotados por croatas y musulmanes en Bosnia central. Los serbobosnios estaban convencidos de que el periodista, pelirrojo, con gafas de intelectual y mirada despistada, era un espía con misión de fotografiar zonas militares para nuevos bombardeos.
Rohde, a quien siempre le avergonzó decir delante de sus colegas de los todopoderosos The Washington Post o The New York Times que trabajaba para el Christian Sciencie Monitor de Boston, tuvo que hacer esta vez alarde de profesión y medio.
Tras varios interrogatorios en los que el miedo era una herramienta de tortura, los policías de Radovan Karadzic aceptaron la propuesta del periodista de revelar las fotos y comprobar así el verdadero objetivo de su interés. Pero surgió un inconveniente fruto de la guerra. En Zvornik no había posibilidad alguna de revelado. Hubo que transportar el carrete a Banja Luka, en el oeste, y esperar a su regreso.
Movilización diplomática
En ese tiempo, la diplomacia estadounidense se movió con energía para exigir su inmediata liberación. Eran tiempos en los que se negociaba la paz en Dayton. El propio secretario de Estado, Warren Christopher, exigió al presidente serbio, Slobodan Milosevic, su intervención ante los serbobosnios.
La presión y el revelado de las fotos, que mostró que el único objetivo eran las fosas, deshizo el entuerto y David Rohde fue liberado. En Belgrado, ya, lejos de Karadzic, habló por teléfono con el presidente Bill Clinton. Se convirtió en un héroe. "¡Te has hecho muy famoso!", bromeó con él un periodista de EL PAÍS en diciembre en Sarajevo. "Lo que me he hecho es muy estúpido", replicó con sorna. "Lo que hice fue muy, muy tonto".
Gracias a esa tontería, las matanzas de Srebrenica no son hoy un reportaje más. David Rohde asegura que espera que el premio sirva para que los responsables de la matanza de Srebrenical, Radovan Kiaradzic y Ratko Maldic, paguen por sus crímenes.
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