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¿Qué es una nación?

La primera reacción de los nacionalistas catalanes ante la hipótesis de un pacto con el PP fue condicionar el acuerdo a la previa aceptación por Aznar de su visión de lo nacional: que reconozca que Cataluña es una nación. Nadie ignora que lo que esa exigencia plantea es sobre todo que se reconozca que España no lo es. Pero el capítulo que Aznar dedica en La segunda transición a esa cuestión se inicia con estas palabras: "España es uno de los ejemplos más antiguos de gran nación europea". Y el apartado correspondiente del programa electoral del PP se abre con esta afirmación: "España no es sólo un Estado: es una nación". Un pacto serio no podrá fundamentarse en la renuncia del otro a su ideología. Además, ¿qué credibilidad tendría un aliado que fuera capaz de renegar de sus más arraigadas convicciones porque necesita unos votos para la investidura?

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Definir qué cosa es la nación no es tan fácil. El historiador británico J.H. Billington relata el sucedido siguiente. En 1790, en la Francia revolucionaria, los componentes de una banda de campesinos, al sospechar de un hombre bien vestido que, pasaba por su distrito, le conminaron a gritar: " Vive la nation!"; para rogarle tímidamente a continuación: "Ahora, explícanos que es la nación". Los nacionalismos culturales, como el catalán, tienden a poner el acento en la lengua. Pero eso plantea problemas en comunidades bilingües, y especialmente en aquellas, como la vasca, en las que los ciudadanos capaces de expresarse en la lengua considerada nacional son una minoría.

Entrevistado en TV3, Aznar dijo el pasado jueves que consideraba a la lengua catalana "una de las expresiones más perfectas del lenguaje", y aseguró que no sólo la lee y entiende sino que a veces la habla en círculos reducidos. Saliendo a¡ encuentro de la incredulidad de los eternos descontentos, el director de El Mundo reveló el lunes en la COPE haber sido testigo de esos conocimientos de Aznar. A lo que añadió: "para la gente de nuestra generación, y Aznar lo es, toda la nova cançó está absolutamente en nuestra cultura.". Lo que, de ser cierto, demostraría que en los años 60 Aznar consideraba compatible su devoción por Raimon y Serrat con su adhesión al falangismo auténtico, proclamada en la carta que publicó el Diario SP el 1 de junio de 1969.

Esa capacidad de síntesis le será muy necesaria para templar gaitas en la negociación con los nacionalistas. Con los de Arzalluz lo tendrá más difícil que con Pujol, porque llegar a dominar los verbos intransitivos vascos plantea más dificultades que entender las letras de Serrat. El otro día entrevistaron a Arzalluz en TV3. Los periodistas hablaban en catalán, y el presidente del PNV contestaba en castellano. Pero todo tiene un límite. En un momento dado, Viçens Villatoro, periodista del Avui le preguntó algo sobre la transformación del Estado. Arzalluz le pidió educadamente: "Explíqueme usted en castellano, porque creo que le entiendo pero son conceptos fuertes y quiero saber exactamente lo que me pregunta".

Tal vez Aznar podría tocar la tecla genealógica. Su apellido tiene origen vasco. Deriva de azenari, zorro. Además, su famoso abuelo, Manuel Aznar Zubigaray, futuro biógrafo de Franco, fue nacionalista vasco en su juventud. Hijo del organista de Etxalar, Manuel Aznar, que firmaba sus crónicas como Imanol -y más tarde como Gudalgai: aprendiz de gudari, recluta- debutó como periodista en la redacción del diario Euzkadi en 1913, a sus 19 años. Según el relato de su coetaneo Fidel Rotaetxe, "habíamos leído en la comisión de teatro de Juventud Vasca de Bilbao una obra suya titulada El Jardin del mayoral que por su contenido furiosamente antiespañol los componentes de la comisión no consideramos representable". Carlos Bacigalupe, historiador del teatro local, sostiene, sin embargo, que la obra sí llegó a representarse: el 13 de diciembre de 1914, en el teatro Campos, de Bilbao.

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¿Imaginan a Aznar invocando ese antecedente en una entrevista para la televisión vasca? En Qué es una nación, Ernest Renan admite que las naciones no sólo se fundamentan en los recuerdos comunes sino en los olvidos compartidos. Pudo haber añadido que la convivencia nacional requiere a veces un pacto para aguantarse la risa.

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