Sórdida noche americana
Vivir rodando.
Dirección y guión: Tom Di Cillo. Fotografía: Frank Prinzi. Música: Jim Farmer. Producción: Michael Griffiths y Marcus Viscidi, EE UU, 1994. Intérpretes: Steve Buscemi, Catherine Keener, Dernort Mulroney, Daniele von Zerneck, James Legros. Estreno en Madrid: cine Acteón y Alphaville (V. 0.).
Un François Truffaut en un punto alto de su carrera rodó en 1973 La noche americana, compendio de las obsesiones de un director no precisamente en la línea del ejemplar Fellini 8 1/2, sino más bien desde el punto de vista de las vicisitudes de un rodaje. Su amor por el cine le impidió al director francés ver los aspectos más sórdidos de su profesión, de manera que su filme ha quedado para los anales como una amable, admirativa mirada sobre un proceso, el creador de una película, no siempre tan entusiasmante. Para recordarnos además que los pobres que trabajan desde los márgenes de la independencia respecto a la gran industria, ven La noche americana con otros ojos, aquí tenemos a Tom Di Cillo, antiguo director de fotografía de otros independientes, unos ilustres -Jim Jarmusch-, otros menos, y él mismo autor de una estimulante ópera prima, Johnny Suede, una aviesa transposición de la Cenicienta, pero con un aspirante a cantante de rock en lugar de la postergada hermana-criada.
Vivir rodando es eso: una "noche americana" de los pobres, de quienes no tienen grandes recursos a la hora de contar sus historias, pero se las apañan con imaginación para salir adelante. En este sentido, el filme es tina perfecta transcripción del filme que en su interior se está rodando, los personajes parecen responder a otros tantos arquetipos que pululan por esos ambientes, la ironía de la descripción contiene sin embargo estimulantes apuntes cariñosos sobre la forma en que viven sus modestos sueños quienes aspiran a que ningún productor con poder les diga lo que tienen que hacer.
Pero Vivir rodando es un filme logrado no porque sea una mirada nada inocente hacia las entrañas del oficio cinematográfico, sino porque responde al pie de la letra al viejo axioma que indica que todo buen guión da como resultado una película corno poco. interesante, mientras que un mal guión siempre hace naufragar el proyecto más ambicioso. Sabedor de sus limitaciones presupuestarias, y buen conocedor de que el material humano abunda en todas las latitudes del cine USA, Di Cillo apuesta por un guión férreamente construido para que su intento obtenga el éxito.
Y eso es lo que logra: de la escritura matizada, llena de situaciones explotables y de recovecos de humor inesperados, surge un Vivir rodando siempre vital, un retrato de director en apuros que sueña con rodar "la mejor película de todos los tiempos" y que responde al emblemático nombre de Nick Reve, apellido cuya traducción del francés, la lengua de Truffaut, no ofrece dudas: rêve / sueño. Importa poco que ciertos momentos del filme resulten esperables, sobre todo desde que, en la primera secuencia, se nos instala en el error involuntario de rodaje continuado. E importa poco porque, en todo caso, Di Cillo se las apaña para dar siempre un último giro airoso a su escritura, para inventar una salida a una situación anterior. Filme que hace de la necesidad virtud, Vivir rodando confirma a Di Cillo corno un creador de talento, un guionista excepcionalmente dotado para la comedia, la ironía. y la autoparodia. Y nos recuerda, de paso, que para rodar una película no se necesitan grandes medios, sino buenas, ideas... algo que no sobra por estas catalanas latitudes.
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