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Enséñame tu pistola

Pese a no haber podido participar en la carrera de los 'oscars', 'The celluloid closet' tiene el éxito asegurado

ENVIADA ESPECIALEn momentos como éste es cuando me siento como Joan Crawford en Alma en suplicio, porque mi cruz consiste en escribir esta crónica en la mañana del lunes, es decir, casi media jornada antes de la entrega de los oscars. Sin embargo, ustedes, cuando la lean, ya sabrán quiénes han resulta(lo los vencedores, cómo ha ido la ceremonia que Canal + les ha retransmitido en directo, y hasta si Miss Piggy, después (le la conexión en directo, llevada por sus, celos de Babe, le habrá asesinado a fuerza de hacerle vudú.

Cuando me lean, también, se hallarán durmiendo plácidamente en sus mansiones y cubículos quienes, después de la gala, con Oscar o sin, llegarán destrozados por haber acudido a las numerosas fiestas que distintas instancias de Hollywood les ofrecieron. La más conocida y frecuentada -obligatorio aparecer aunque sea en un cameo de cinco minutos- es la llamada Baile de los Gobernadores, que consiste en una zona servida en una enorme tienda de tela blanca, adornada con flores, que está dispuesta a la puerta del Dorothy Chandler Pavillion. Aunque el menú parecía respetable -desde las pequeñas pizzas con caviar, salmón y otros manjares, al pastelillo individual coronado por un Oscar de chocolate-, es dudoso el estado en que las viandas llegaron a la mesa: tres hoias antes, un ejército de cocineros y pinches ya estaban empezando a prepararlas, dado el número de invitados.Invitados

De entre las otras juergas, las más prestigiosas tuvieron como anfitriones a la Columbia / TriStar, distribuidora de Sentido y sensibilidad, que eligió el Drai's Restaurant para la ocasión. La Paramount, que dio su party en el restaurante de las estrellas, Chasen's, en donde una vez más corrió el rumor de que van a cerrarlo de forma inminente. La Fundación Elton John, de lucha contra el sida recibió en el restaurante Marple Drive: la simpatía del anfitrión, que también tocó el piano, se aseguró la presencia de, al menos, Sandra Bullock, Stephen Baldwin y Steve Martin.

Una vez cumplido con mi deber de contarles a ciegas algo no demasiado comprometido acerca de la gala -mañana ten drán mi cotilleo-, paso a un asunto que me parece mucho más interesante. Se trata de la película The celluloid closet, que no ha podido ser nominada al Oscar al mejor documental, por contener fragmentos de pe lículas de ficción. Al menos, ésta ha sido la excusa oficial, aunque lo más probable es que sea su contenido lo que ha pues to de uñas a los bieripensantes de la Academia. Este armario del celuloide es, en realidad, una especie de that's enertainment del cine gay, o mejor dicho, es, en gran parte de su metraje, una deliciosa recopilación de momentos gay a lo largo de la historia del cine formalmente heterosexual.

Coproducido por la actriz Lily Tomlin, abierta lesbiana, que es también la narradora, este closet va introduciendo sabrosos comentarios a cargo de gente como el escritor Gore Vidal y Susan Sarandon, así como sublimes secuencias cinematográficas que hacen que el público se desencuaderne de la risa en sus asientos. Ejemplo: cuándo Vidal cuenta cómo él y William Wyler, guionista y director, respectivamente, de Ben-Hur,. tuvieron muy claro que el protagonista, Charlton Heston, y su amigo Messala, incorporado por Stephen Boyd, habían estado enamorados de jovencitos, época en la que mantuvieron una relación. A Boyd se lo contaron, pero no se atrevieron a hacer lo propio con Moisés/ Cid Campeador, por razones obvias. No obstante, en un par de secuencias, Messala contempla a su Ben-Hur con tal fervor de chapeo antes del cobro, que el hombre que rugía más que la marabunta no tiene más remedio

que corresponderle con sus mieles. Con lo cual, ríanse ustedes de la intensidad amorosa de Breve encuentro.Otro fragmento impagable que el espectador no avisado dejó pasar en su día como si tal cosa, es cuando, en Río Rojo, de Howard Hawks, John Ireland le dice a Montgomery Clift: "Qué pistola más bonita tienes, ¿me la dejas?" Y el otro: "Toma, ¿me enseñas también la tuya?" Y así, durante un buen rato, comparando tamaños y punterías. The celluloid closet no es sólo un catálogo de curiosas escenas. Muestra, sobre todo, que el cine fue mucho más libre en sus primeras décadas también en el tratamiento de la homosexualidad. El propio Edison rodó un corto experimental, a finales del siglo pasado, en el que aparecen dos hombres bailando, arrimando pelvis, mientras otro le da alegremente al piano. Fue a partir de la implantación del Código Hays cuando todo cambió, y empezaron a ocurrir cosas como que una mujer sólo se podía acercar golosamente al cuello de otra si era vampira.

La película también denuncia la forma maniquea en que Hollywood, una vez que, a partir de los ochenta, se empezaron a romper barreras, ha venido usando a los gay como estereotipos, bien de víctimas, o de victimarios. Es decir, sufriendo tremendo autosuplicio o castigo en forma de enfermedad o accidente, por preferir una opción sexual distinta a las normas, o haciéndoles unir a su condición homosexual la de perversos criminales. Uno de los momentos más conmovedores de The celluloid closet es aquél en que una lesbiana que trabaja en la industria del cine cuenta lo miserable que se sentía al comprobar que en las películas no existían personajes como ella.La más comentada

Pese a no haber podido participar en la carrera de los oscars, esta película tiene el éxito asegurado. En Los Ángeles es, hoy por hoy, la más comentada. Lo cual no resulta raro, teniendo en cuenta que, aquí, el 75% de la población masculina es gay, y el 25% restante está entrenando en los gimnasios para serlo.

Y hablando de músculos, anoche, para desengrasar me metí a tomar una copa en House of Blues, el antro de Dan Akroyd, que está enfrente de mi hotel, y casi me dio un calambre generalizado. Tal que abro la puerta, y me encuentro con 400 hombres, procedentes de los gym más acreditados, que se hallaban en la pista, agitándose al son de la música con el torso desnudo.

Se celebraba la noche más viciosa, y yo, con estas tetas.

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