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Trastornos de carácter

Juan José Millás

Los colectivos, como los individuos, tienen un carácter, un modo de ser, un humor, una idiosincrasia, en fin, que les lleva a comportarse de manera flemática, sanguínea, linfática, biliosa o pendenciera, según. Nuestra Comunidad, por ejemplo, tiene un temperamento sancionador: hasta 50 millones de multa se podrán poner, si la ley prospera, a quienes sirvan alcohol a menores de 16 años. Un trago de 50 kilos es muy tentador: ya verán cómo esto estimula el mercado de las polvorancas, y el tráfico de ginebra para menores se pone enseguida a la altura del de las drogas claramente ilegales. De familias muy rígidas y leyes secas han salido alcohólicos totales y asesinos rigurosos. Pero la pasión normativa y el fanatismo penitencial son verdaderos rasgos de carácter, qué le vamos a hacer. Lo específico del temperamento sancionador es que te impide pensar en otras medidas fuera de las meramente expiatorias: no hemos visto por ningún lado qué alternativas presenta la Comunidad a la borrachera adolescente, ni entendemos por qué esa furia punitiva se focaliza exclusivamente en el alcohol.Entretanto, el Gobierno regional, en coherencia con su carácter aniquilador, se ha cargado la Agencia de Medio Ambiente, cuya supresión ni siquiera fómiaba parte del programa. El medio ambiente guarda mucha relación también con la idiosincrasia de las personas y las cosas: este año se han podado los árboles con una saña desconocida entre nosotros: más que un corte les han infringido una sanción islámica. Vas por la calle y en lugar de ramas ves muñones que te ponen los pelos de punta.

Todo está en sutil sintonía con ese temperamento-sancionador y cortante al que nos referíamos al hablar del alcohol. Fíjense, si no: la Comunidad acaba de rebajar de 200 a 43 millones las ayudas a las asociaciones de mujeres. Las afectadas están acarreando firmas de despacho en despacho, por si se tratara de una medida coyuntural, corregible a base de papeles: no se dan cuenta de que se trata de una cosa estructural, de carácter, y con el genio no hay quien pueda, ni con la figura.

A lo mejor con esos 200 millones de antes evitaban problemas de alcoholismo, pero para el alcoholismo ya han descubierto la sanción (50 kilos), y es muy improbable que los saques de ahí.El temperamento sancionador combina muy bien con la fiebre privatizadora. Un multador nato lo primero que pregunta es hasta dónde llega lo tuyo y dónde comienza lo mío. Por eso, el consejero de Economía de la Comunidad, Luis Blázquez, manifestó el otro día, en relación a Telemadrid, que "antes o después se va a tener que tratar cuál es el espacio entre lo privado y lo público". Esto es una cosa compulsiva, ya digo.

Seguramente Luis Blázquez tiene muchos problemas que resolver, pero está obsesionado por saber dónde empieza lo suyo y termina lo nuestro, para acabar cuanto antes con lo nuestro, lo que no le deja pensar en otra cosa. Menores de 16 años no beban, pero para eso ya están las multas (50 kilos). Así vamos.

Entretanto, 800.000 usuarios llevan meses esperando que el alcalde apruebe el bonobús, una cosa sencillísima que formaba parte, si no de algún programa electoral, sí de más de una promesa poscoito. Pues ya ven: no. Se ve que el bonobús huele a cosa pública, a invento piara la colectividad y la colectividad es una lata en estos tiempos de liberalismo individual. A las masas les prometes un bonobús y te toman la palabra.

Hay que llevar mucho cuidado con lo que dices. En general, es mejor actuar: con multas, con podas, con rebajas, con privatizaciones... La EMT, a la chita callando, se va a cargar la noble institución del ecobús, que no contaminaba. Y es que la contaminación constituye una preocupación pública, pero ahora está de moda lo privado. Las comunidades, como los individuos, tienen su carácter, incluso sus trastornos de carácter, y ahora estamos en la cosa del trastorno, así que a lo mejor nos ponen una multa.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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