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La astronomía y las placas tectónicas

El radiotelescopio de Yebes, nodo español de la redes geodésicas

Yebes es un punto pequeño en el mapa. Está en Guadalajara y en él vive un anciano centenario que seguro que no tiene muy claro para qué sirve esa especie de enorme huevo blanco que se recorta en el cielo, muy cerca de las calles desiertas en las que él se, sienta. Tampoco sabrá que el nombre de su pueblo se pronuncia con frecuencia en países lejanos. Es más, en Ucrania hay quien sabe perfectamente a cuántos milímetros de distancia se encuentra de ese huevo de Yebes, que guarda en su interior la antena de 14 metros de diámetro de un radiotelescopio.Y es que el Centro Astronómico de Yebes (CAY), del Instituto Geográfico Nacional, forma parte de una reciente red europea de nueve radiotelescopios en Noruega, Suecia, Alemania, Italia y Ucrania. Es el proyecto EUROPE, y mide distancias en milímetros entre cada radiotelescopio. El 8 de junio, Yebes estaba. a 3.023.893.897,07 milímetros de distancia del radiotelescopio de Crimea (con un error de 6,06 milímetros). Cuando el mes que Viene

se calcule de nuevo tal vez haya alguna variación, aunque seguramente nada apreciable hasta que no se sigan de forma continuada las observaciones durante un par de años.Se levanta el mar¿Para qué tanta exactitud? "Para ver cómo sucede la geología en tiempo real", explica Jesús Gómez, director del Observatorio Astronómico Nacional al que pertenece el CAY. "Hace 200 años los continentes estaban dispuestos de forma totalmente distinta a la actual. Hoy las placas tectónicas se siguen moviendo, deslizándose sobre el magma del manto terrestre. EUROPE mide los movimientos que se producen en toda la placa europea. Se ve, por ejemplo, que la zona del Mar Báltico se está levantando a un ritmo aproximado de un centímetro al año. También hay tensión entre las placas africana y europea, que rozan, y por eso hay terremotos en la zona sur de la Península".

Así, con estas observaciones, los astrónomos pretenden entre otras cosas conocer los cambios en la rotación terrestre -"el giro varía en pocos milisegundos en función de los fenómenos meteorológicos", dice Gómez-; las alteraciones en la inclinación del eje del planeta; o las mareas terrestres -que también las hay, apenas perceptibles- Especulan incluso con la posibilidad de predecir los terremotos. Desde el 9 de octubre pasado Yebes participa además en otra red mundial llamada Global Terrestrial Reference Frame con otros nueve telescopios en Estados Unidos, China, Australia, Suráfrica e Italia, cuyas mediciones durante la última década indican que el océano Atlántico crece -se ensancha- a razón de uno a tres centímetros por año.

Lo hacen con la técnica de interferometría de muy larga base (VLBI en sus siglas en inglés) aplicada a la geodesia: un día cada varios meses, todos los radiotelescopios se ponen de acuerdo para mirar simultáneamente los mismos objetos astronómicos -siempre fuentes muy brillantes como los cuásares-, y enviar después los datos a un único centro coordinador; como los telescopios están muy separados, los datos tomados por cada uno de ellos serán ligeramente distintos, y a partir de tales diferencias se puede hallar con mucha exactitud la distancia entre las dos antenas. Es una operación parecida a la de dibujar un triángulo imaginario con dos telescopios y el objeto observado en los vértices; medir la base del triángulo es un simple problema de geometría.

Pero en la práctica las cosas son algo más complejas. El plan de observaciones llega por correo electrónico con semanas de antelación a cada observatorio de la red, especificando al minuto la coreografía del baile de las antenas; el día señalado, durante 24 horas seguidas, los astrónomos harán turnos para controlar estas enormes paelleras de decenas de toneladas de peso, que cada pocos minutos deben cambiar de posición, y asegurarse de que se almacenan digitalizados 112 millones de datos por segundo. Serán en total varias cintas magnéticas de datos por cada telescopio, que potentes computadoras en Bonn (Alemania) para la red europea, y en Washington (EE UU) para la mundial, se ocuparán de comparar. El análisis llevará varios meses.Al radiotelescopio de Yebes, construido hace 20 años, ingresar en estas redes le ha costado unos 160 millones de pesetas en los últimos tres años. Su antena y sus instrumentos fueron pensados para detectar ondas de radio de alta frecuencia, es decir, de milímetros de longitud, pero las observaciones geodésicas exigían trabajar a frecuencias menores, con longitudes de onda de 3 y 13 centímetros. Así que además de modernizar los equipos de registro de datos para homologarlos a los del resto de las estaciones de la red, ha hecho falta incorporar un nuevo espejo secundario (otra antena parabólica mucho más pequeña, dentro de la principal, donde rebota la señal antes de llegar a los receptores).

También se requería un receptor específico que fue puesto a punto en el CAY. El laboratorio de microondas de este centro se ha especializado en los amplificadores HEMT que llevan estos instrumentos, y los suministran a observatorios de todo el mundo; trabajan a 260 grados centígrados bajo cero para no introducir perturbaciones térmicas, ruido, cuando amplifican unas 10.000 veces la debilísima señal procedente del objeto astronómico.

Pero el centro espera además contar a principios del próximo siglo con un nuevo radiotelescopio de antena de 40 metros de diámetro, el ARIES XXI (Antena Radiointerferométrica Española para el siglo XXI). Servirá tanto para las aplicaciones de geodesia como para observaciones astronómicas. "La sensibilidad de un radiótelescopio depende de los receptores y del tamaño de la antena. Nuestros receptores son el estado del arte en esta tecnología, así que la única forma de mejorar es aumentando el tamaño de la antena', señala Gómez.

. El Instituto Geográfico Nacional encargó el pasado año un .estudio de viabilidad sobre el ARIES a la empresa Inisel Espacio, que presupuestó el proyecto en 2.00O.millones de pesetas.

El cielo en radio

Las antenas de radio, como la de Yebes, pueden funcionar ocultas dentro de grandes esferas protectoras -radomos- de material plástico. No hace falta colocarlas en cumbres muy altas ni esperar a la noche.Tampoco es un problema la luz artificial de una gran ciudad cercana, pero en cambio sí lo son los cada vez más populares teléfonos móviles, que emiten el mismo tipo de onda que las antenas recogen.Ver en radio permite estudiar fenómenos de los que otros tipos de radiación apenas dan información, como los que tienen lugar al principio y al final de la vida de las estrellas. "Son acontecimientos que no se pueden ver con telescopios ópticos, porque están envueltos en un velo opaco de polvo que las ondas de luz visible no pueden atravesar. Las ondas de radio sí", explica Francisco Colomer, del CAY.

Su grupo participó hace años en observaciones que hicieron comprender mejor la emisión de materia en forma de máseres de óxido de silicio que ocurre en las estrellas cuando se convierten en gigantes rojas, en la etapa final de su evolución.

Inauguraron así una nueva línea de investigación en auge actualmente en radioastronomía, pero no hubieran podido hacerlo sin la interferometría de muy larga base. "Observando a la vez las mismas fuentes con telescopios muy distantes conseguimos una resolución equivalente a la que tendríamos con una antena tan grande como la distancia entre los telescopios", dice Colomer.

En este caso, las otras dos antenas estaban en Alemania y Suecia, a más de 2.000 kilómetros de la de Yebes, y detectaron en las gigantes rojas estructuras de tamaño menor al que tendría "una naranja situada en Los Angeles vista desde Guadalajara".

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