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La Complutense acoge la acupuntura.

A todo aquel que crea que la acupuntura es una práctica exótica que poco tiene que ver con la auténtica medicina le convendría pasarse por la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, más concretamente por el departamento de medicina física y rehabilitación: allí encontrará a cuarenta y tantos médicos instruyéndose en la sutil terapia de las agujas, en ocasiones de la mano de profesores chinos, con el beneplácito de las autoridades académicas.Médicos de toda España han venido a aprovechar una posibilidad única: asistir al primer curso de posgrado de tres años de duración que se ofrece en una universidad española con esta terapia de la medicina tradicional china. El master, codirigido por el doctor Luis Pablo Rodríguez y la doctora Encarnación Álvarez Simó, cuenta con el apoyo de la Universidad de Taichung y la Chinese Acupuncture Science Research Foundation, ambas, de Taiwan. De hecho, las clases arrancaron con unas lecciones magistrales a cargo de Chi-Ker Yuan, profesor de esta última.

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Guerra de agujas

"De todas las medicinas tradicionales, la china es la única que ha conservado su esquema teórico. Yo he venido a enseñar esta teoría básica", comenta Yuan, médico internista que posteriormente se especializó en acupuntura. Yuan se muestra satisfecho de sus alumnos españoles: "la acupuntura española es una de las pioneras en Europa, y la formación de sus médicos es buena, lo que les facilitará el aprendizaje de esta técnica".

. La acupuntura, explica, es una medicina energética que se basa en la estimulación de puntos de la piel con agujas. Las enfermedades se dividen en frías y calientes, y se pinchará al enfermo para reequilibrar su energía. No es algo que se aprenda en semanas, previenen los profesores: es preciso no sólo conocer los puntos energéticos, sino saber diagnosticar a la usanza china.

Sin duda los profesores chinos y españoles cuentan con un alumnado fervoroso, que ya ha tenido contacto con la disciplina, en muchos casos una contundente demostración de sus virtudes terapéuticas. A Isabel Gómez Bustos, médica general de Valencia, la acupuntura le curó "una apendicitis aguda y una anemia"; a Santiago de la Rosa, médico acupuntor de la Clínica Ruber de Madrid, "una rinitis alérgica que resistía a todos los fármacos"; a Enrique Varela, médico rehabilitador madrileño, "una disfonía".

Ser médico es el principal requisito para acceder a este master, dirigido a hacer de la acupuntura una medicina complementaria de la científica. Se obtendrán de este modo facultativos con dominio de estas dos culturas médicas a menudo consideradas contrapuestas y, en consecuencia, con una panoplia de recursos mucho más amplia. Así lo ve Isabel Gómez Bustos: "Aprender acupuntura es como aprender otro idioma, lo que te permite jugar con esa dualidad a la hora de ver al paciente".

Alumnos y maestros ven en el master un reconocimiento de la medicina oficial a esta terapéutica, a la que la Organización Mundial de la Salud le reconoce poder curativo para lumbalgias, dolores reumáticos, ciática, gastritis, cefaleas, y 43 enfermedades más. Secundado por iniciativas similares en Sevilla, Granada y Zaragoza, el master de la Complutense indica que la acupuntura camina hacia su definitiva institucionalización.

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