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Trapió, casta y bravura

Concurso / Sánchez, Rodríguez, Elvira

Toros para concurso: 1º Carriquiri, inválido; 2º Hernández Pla, poder y bravo; 3º, Guardiola, bravo, ganador del concurso; 4º, Jaral de la Mira; 5º, Conde de la Maza, y 6º Carmen Segovia. Todos encastados y, nobles; también con trapío, excepto 3º.Sergio Sánchez: pinchazo, estocada trasera ladeada -aviso- y dobla el toro (aplausos y salida al tercio); estocada trasera y descabello (oreja). Miguel Rodríguez: pinchazo bajo, media, ruedas de peones, metisaca, pinchazo -aviso-, media tendida y bajonazo descarado (silencio); estocada trasera -aviso- y descabello (oreja). Alberto Elvira: pinchazo, estocada honda trasera, rueda insistente de peones -aviso- y descabello (palmas); bajonazo (aplausos y salida al tercio). Plaza de Valdemorillo, 11 de febrero. 5ª y última corrida de feria. Lleno.

La corrida fue magnífica y pudo alcanzar caracteres de gran espectácúlo si llega a haber lídiadores que supieran lucir la casta y la bravura de los toros. Fue una corrida magnífica, interesantísima, en muchos de sus pasajes emocionante y bella; de las que ya no se ven, menos aún en las funciones que se anuncian de concurso y suelen ser un saldo ganadero, limpieza de corrales, clamorosa exposición de mansedumbre.Toros con trapío saltaron a la arena valdemorillana; toros variados de capa, hermosos de estampa, algunos con cuajo y hondura, como los cárdenos de Hernández Pla y del Conde de la Maza. Incluso podría discutirse si tenía trapío el bravo Guardiola triunfador, chiquitín de caja aunque también podría tratarse de un toro enano, pues no le faltaban la seriedad y la hechura propias de los cuatreños.

Sacaron todos casta; incluso el inválido que abrió plaza. Casta buena, que manifestaban en sus embestidas codiciosas y nobles. Y bravura también, en mayor o menor grado. Precisamente uno de los propósitos que se persiguen con las normas de las corridas-concurso es poder medir con exactitud la bravura de los toros. De ahí que el tercio de varas se desarrolle en el lado opuesto al toril; que las cuadrillas se sitúen lejos de las plazas montadas; que el lidiador coloque el toro a la distancia debida, de menos a más; que el picador haga la suerte por derecho, sin tapar la salida de las reses ni cometer otras tropelías que desvirtúen su comportamiento.

. Y aquí es donde falló la corrida concurso. Falló estrepitosamente porque los lidiadores, a pie o a caballo, lo hacían todo al revés. Los picadores -a salvo el que intervino en el quinto toro-metían puyazos traseros y tapaban la salida de los toros; principalmente El Avispa, que metió tres cariocas carniceras, a pesar de lo cual le dieron el premio al mejor picador, por decisión unánime del jurado. Buenos están ese jurado, el tercio de varas y la propia fiesta.

Los diestros, que de las corridas-concurso deben de tener una remota idea, situaban a los toros tan distanciados del caballo que, poco más, y los sacaban de la plaza. Se producían, así, situaciones desconcertantes. Al Hernández Pla -toro bravo interesantísimo- lo pusieron para el segundo puyazo tan lejos del picador de turno que le quedaba más cerca el de tanda y a ese fue al que embistió y derribó.

Durante los tiempos de muleta no corrieron mejores vientos. Los tres diestros se dejaron sin torear los bravos y nobles toros. Pases dieron muchos, pero aquello que se llama torear -traérselos toreados, ligar los muletazos- no iba con ellos. La fiesta de la bravura que se estaba produciendo en Valdemorillo, la ocasión propicia que brindaba la boyantía de las reses, a lo mejor le traían sin cuidado. Sergio Sánchez-que banderilleó y pasó de muleta sentado en silla-, Miguel Rodríguez y Alberto Elvira estuvieron voluntariosos. No es mucho, la verdad, para una corrida tan encastada y tan bonita.

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