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Negocios, sí; en Cuba, también

Empresarios de EE UU presionan para establecer un prometedor comercio con Fidel Castro

Antonio Caño

Durante las celebraciones del 50º aniversario de las Naciones Unidas, en octubre pasado, el alcalde de Nueva York trató de humillar a Fidel Castro excluyéndole de la gran gala a la que acudieron los demás presidentes del mundo. Pero Castro no pasó la noche ni solo ni en vano. En la residencia de su embajada, el presidente cubano rompió su aislamiento con una reunión con inversores y empresarios norteamericanos interesados en hacer negocios con Cuba, que se presenta como uno de los mercados más prometedores y atractivos de este continente.Uno de los que acudieron a aquella reunión es Dwayne Andreas, presidente de Archer Daniels Midland, una empresa productora de granos en Illinois. Andreas salió de la conversación con Castro convencido de que las autoridades cubanas harán "todo lo que sea necesario para que su mercado resulte seguro", y desde entonces es uno de los hombres de negocios estadounidense que consideran que el embargo a Cuba es "estúpido" y que es preciso establecer relaciones comerciales con la isla, como ya se hizo con Vietnam. La presión en ese sentido ha empezado a sentirse con fuerza en Estados Unidos en los últimos meses, en parte para contrarrestar el intento de un grupo de congresistas, encabezados por el. senador Jesse Helms, de aprobar una ley para endurecer el embargo.

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"Hay un sentimiento, cada vez más extendido, de que Cuba es la última frontera comercial del hemisferio occidental y que, con las condiciones adecuadas, vamos a ver allí una economía similar a la de Chile, con un tremendo potencial para la exportación y la importación", afirma Tom Cox, director ejecutivo del Consejo de Negocios Cuba-EE UU, una organización privada que fomenta en Washington el comercio entre los dos países.

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Según John Kavulich, presidente del Consejo Económico y Comercial Estados Unidos-Cuba, un grupo de similares propósitos, más de 1.300 hombres de negocios norteamericanos han visitado la isla en el último año, casi un millar más que en el año anterior.

Entre las empresas que han enviado ejecutivos para revisar las condiciones inversoras en Cuba están Colgate Palmolive, Procter and Gamble, General Motors, KMart, Gillette y Johnson and Johnson, así como promotores turísticos entre los que se encuentran Sheraton, Radisson y Royal Caribbean Cruise Lines. En enero, un congresista norteamericano, Joseph Moakley, viajó a Cuba acompañado de un grupo de ejecutivos de Nueva Inglaterra, entre ellos miembros de la compañía ATT, que buscaban información sobre uno de los mercados más atractivos de la isla: las telecomunicaciones.

Muchos de los empresarios que han viajado recientemente a Cuba han firmado cartas de intenciones con el Gobierno cubano para abrir espacio a sus inversiones en la isla, una vez que éstas sean autorizadas por la legislación norteamericana. Tom Cox calcula que, cuando ese momento llegue, las exportaciones de EE UU a Cuba pueden oscilar anualmente entre los 5.000 y los 7.000 millones de dólares, lo que equivale a unos 100.000 puestos de trabajo en territorio norteamericano, principalmente en los Estados del sur.

Antes de que fuera impuesto el embargo, hace 33 años, el comercio entre los dos países era de unos 4.000 millones de dólares anuales. El mercado cubano, aunque es sólo el 12% del tamaño del de Vietnam, está mucho más unido al norteamericano desde el punto de vista histórico y cultural, y sobre todo se encuentra a media hora de vuelo de Estados Unidos. Pese a sus ventajas comparativas, los empresarios norteamericanos tienen miedo de que, si el embargo, no es levantado pronto, pueden quedar rezagados en el reparto de la tarta comercial de Cuba, donde la inversión extranjera (especialmente de España, Alemania y Canadá) alcanzó los 2.500 millones de dólares (más de 300.000 millones de pesetas) el año pasado.

Pero no todos los sectores en Estados Unidos favorecen el aumento del intercambio comercial con Cuba. Ninoshka Pérez, portavoz de la Fundación Nacional Cubano-Americana, la principal organización del exilio cubano, asegura que "una dictadura como la cubana jamás podrá ofrecer las garantías que los empresarios piden para una inversión".

Jack Sweeney, de la Heritage Foundation, considera que esta precipitación por abrir los mercados en Cuba tiene motivaciones políticas, no comerciales. "No creo que Cuba sea realmente un buen mercado. Los cubanos no tienen dinero, la población no entiende las leyes de la oferta y la demanda. Si la gente quiere invertir, que invierta, pero deben saber que nada ha cambiado realmente en Cuba", opina Sweeney.

Pese a la presión de algunos inversores, la Administración no ha suavizado hasta el momento las medidas del embargo más que en algunos aspectos humanitarios. La compañía farmacéutica Merck pagó el año pasado 127.500 dólares en multas por sus negocios con el Gobierno cubano. A los empresarios que viajaron con el congresista Moakley se les obligó a pagar 8.500 dólares antes de salir de EE UU, y no se les permitió visitar posibles fuentes de negocios como una planta de tabaco.

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