Jean-Claude Carrière: "El guión es un gusano, sólo la película lo convierte en mariposa"
El colaborador de Buñuel asiste en Barcelona a la función de una obra teatral suya
Ha trabajado con los más grandes directores europeos, de Luis Buñuel a Jean-Luc Godard, de Milos Forman a Marco Ferreri, de Volker Schöndorff a AndrzeJ Waj da. No hay prácticamente película francesa importante que no lo cuente entre sus créditos, sea Cyrano o Un húsar en el tejado, de inminente estreno en España. Ha venido a Barcelona para ver el montaje de Busco al senyor Ferran, una obra suya de 1967 que acaba de alzar telón. "No soy un fanático del guión" dice. "El guión es como un gusano, sólo la película puede convertirlo, en mariposa".
Busco al senyor Ferran es una de las escasas piezas teatrales de un hombre que, no obstante, ha colaborado como adaptador con el gran Peter Brook, nada menos que en 12 ocasiones: una versión suya, muy particular, de Hamlet, ¿Quiés Ià? se estrenará en pocos días en París, con dirección del propio Brook. No ve fronteras entre su trabajo para la escena y para la pantalla y profeta opiniones del todo paradójicas: "No soy un fanático del guión", dice sin vacilaciones. Y advierte: "Cuidado con las películas de guionistas, porque son las que matan el estilo en el cine".Su castellano tiene a veces curiosos tropiezos, pero su dicción es clara y las palabras que elige están teñidas de raros ecos de latín. Tuvo buenos maestros en nuestra lengua: Luis Buñuel, con quien trabajó durante 19 años en películas como Diario de una camarera, La vía láctea, El fantasma de la libertad, El discreto encanto de la burguesía, o José Bergamín, de quien fue amigo y cuya obra tradujo al francés. Pero no sólo le debemos su trabajo memorable con el maestro aragonés: le debemos sencillamente las memorias del cineasta, que el de Calanda se resistía siempre a escribir, pero que encontraron en el tesón del guionista la ocasión para su nacimiento.
"Hablar de don Luis es una cosa seria", afirma Carriére, que dice admirar sobre todas las cosas la escasa consideración que Buñuel tenía de la obra artística. Su larga relación, especialmente fructífera, tuvo su broche final en las memorias: "Se aburriría mucho en México", rememora, "y yo, después de más de 2.000 comidas juntos, tenía muchas notas tomadas de sus recuerdos. Así que escribí entero, en París, uno de los capítulos, Los placeres de aquí abajo, y lo encabecé con el "yo", como si lo hubiese escrito él. Lo leyó y me dijo: "Creo que efectivamente lo escribí yo"... con lo cual luego seguimos con el resto".
Pedagogo, director durante años de la prestigiosa escuela profesional FEMIS en París, Carriére es, además del guionista más reputado de Europa, un hombre apasionado y reflexivo, curiosa combinación que le lleva a reivindicar su trabajo, pero desde un ángulo insólito: "Nunca he querido dirigir una película porque un director debe trabajar durante tres años para levantar su proyecto, además de creer que hará la mejor película del mundo. En ese mismo tiempo, un guionista, que debe ser un hombre abierto al mundo, a la realidad, puede hacer entre seis y ocho guiones sobre temas distintos... si uno es curioso, la elección no tiene color", reconoce.
No se engaña, no obstante, sobre su oficio, y ve en él las carencias que, a pesar del interés creciente que el guión despierta en todo el mundo, le pueden llevar a convertirse en una carga: "Sé que el público ve películas, más que nunca; lo que dudo es que vea cine, como dudo igualmente que sean poesía muchos de los versos que hoy se escriben, y que son formalmente impecables. Hay que tener, cuidado con las fórmulas: el cine americano, que es un cine de guionistas, de directores que sólo ponen en imágenes lo que otros han escrito, puede ser entretenido, comercialmente bien hecho, pero parece siempre igual de película en película", denuncia.
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