Lágrimas por el coliseo más bello de Europa
El fuego, otra vez, ha destruido un teatro de ópera. Reducido a ruinas el Liceo de Barcelona, La Fenice de Venecia era probablemente el recinto lírico más bello de Europa: la bombonera, decíamos con cariño cuando nos referíamos a su sala de dimensiones con sentido íntimo, donde daba la impresión de que los cantantes nos susurraban las arias al oído.La Fenice cumplió 200 años de existencia en 1992. Durante buena parte del siglo XIX era, junto a La Scala de Milán y el San Carlo de Nápoles, el corazón de la vida operística italiana. Fue un paraíso del belcanto, viendo allí la luz por primera vez títulos de Rossini (Tancredi, Sigismundo, Semiramide), de Bellini (Capuletos y montescos, Beatrice de Tenda) y de Donizetti. Pero quizá fue Verdi el compositor más ligado a la vida del teatro. En La Fenice se estrenaron nada menos que Hernani, Attila, Rigoletto, La traviata y Simon Boccanegra.
No fue, en cualquier caso, La Fenice un teatro exclusivamente dedicado a la ópera italiana. La primera puesta en escena en Italia de El anillo del Nibelungo de Wagner tuvo lugar en 1883 en su recoleto escenario, y ya en la segunda mitad del siglo XX daba un ejemplo de ventanas abiertas a la creación con los estrenos, entre otros títulos, de La carrera del libertino, de Stravinski, La vuelta de tuerca, de Britten, El ángel de fuego, de Prokófiev, Intolleranza, de Nono, e Hyperion, de Maderna.
Luchino Visconti recreaba su interior en la película Senso con un inolvidable lanzamiento de octavillas desde los pisos altos, mientras los escarceos amorosos de la condesa Linda Serpieri con un oficial austriaco eran subrayados poéticamente por la música de fondo de Verdi.
Por tierra firme
La entrada posterior por el agua a través de uno de los canales se utilizaba ya, solamente en ocasiones muy excepcionales. Muchas litografías del XIX dan testimonio de ello. Las góndolas son demasiado caras para las costumbres actuales y el público acudía mayoritariamente por tierra firme.
La Fenice había sufrido ya un incendio en 1836 y varias reformas en 1854 y 1938. En la temporada 1974-75 estuvo cerrado por problemas financieros. Su peso actual en el mundo de la lírica no era evidentemente el de antaño, pero sus temporadas recientes eran dignas, equilibradas e imaginativas.
Todo es ya, en cualquier caso, historia. El mundo de la ópera vuelve a sufrir otro golpe terrible. Sin La Fenice de Venecia y sin el Teatro del Liceo de Barcelona, el género lírico difícilmente volverá a tener la misma magia y el mismo encanto.
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