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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La fuga de Samper

ERNESTO SAMPER se está jugando ya su supervivencia como presidente de Colombia. Todo parece indicar que está dispuesto a llegar a graves extremos y equívocos institucionales y constitucionales para salvar la. cabeza. Como esa fantasmagórica convocatoria de una. consulta popular que propone el presidente como si un Estado de derecho pudiera enfrentar plebiscitos a tribunales. La estrategia de autodeferisa de Samper es un desastre. Eso es evidente.Pero las acusaciones contra él tampoco pueden asumirse con la alegría con que lo hacen algunos, pese a todos los visos de verosimilitud que se encuentren en las mismas. La historia está llena de precedentes en los que subordinados intentaron disculpar fechorías propias acusando a su superior. Y las instituciones no pueden estar siempre a merced de las estrategias de autodefensa de individuos que abusaron de las mismas, en uno u otro nivel jerárquico.

Todo empezó hace unos meses con una grave acusación del contable de la campaña electoral de Samper, Santiago Medina. Afirmaba éste que la misma había sido financiada por las poderosas redes del narcotráfico colombiano. Primera consecuencia de esas declaraciones fue la dimisión de uno de los hombres de confianza del presidente, el ministro de Defensa, Fernando Botero -hijo del escultor de las redondeces de bronce- que había dirigido la campaña electoral para la presidencia.

Hasta esta semana, la situación de Samper parecía mala , pero tolerable. Porque hay realidades tozudas por muy duras que sean. Y entre ellas están la influencia y el poder de los grandes traficantes de cocaína en todos los estamentos de la sociedad colombiana. Sin acusaciones sólidas de muy altas instancias, Samper podía asumir la supervivencia política bajo sospecha. Pero Botero, en gravísima situación ante una condena casi segura, ha hablado y echado la culpa al presidente., Samper, dice ,Botero, sabía todo y el máximo responsable de la recepción de dinero del narcotráfico es, por tanto, del presidente, no de su jefe de campaña, es decir, de él.

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La defensa de Samper, representada, como la acusación, ante los televidentes de todo el país, ha sido negar todo conocimiento de esas entradas de numerario y, acto seguido, estudiar un procedimiento tan peculiar como demagógico y peligroso. La convocatoria del electorado a una consulta popular en la que, verosímilmente, se preguntaría a la opinión si aprueba o no el mandato de Samper y su comportamiento en el combate contra el narcotráfico.

En realidad, no se discute hoy en Colombia si ha habido dineros manchados, puesto que nadie duda de que es así. Ni siquiera se plantea realmente si Samper lo sabía, sino si Samper solicitó ese dinero y, sobre todo, si dio o se comprometió a algo a cambio del subsidio. Se trata, en definitiva, de saber si le compraron las narcodonaciones.

La dimisión de Samper, que llevaría a la primera magistratura a Humberto de la Calle, vicepresidente y actual embajador en España, es una opción siempre compleja por, sus efectos sobre la institución presidencial. Pero el recurso a la consulta popular sería un recurso gravísimo al populismo que mina el concepto mismo del Estado de derecho. Es la justicia la que debe hablar ahora en Colombia.

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