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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una gran apuesta

IMPONER EL retorno de más de dos millones de refugiados de la guerra en Bosnia a sus antiguos hogares de los que huyeron en cuatro años de guerra es ya un plan oficial de las Naciones Unidas. Hace sólo unos meses hubiera sido un absurdo siquiera expresar la idea, y hoy es un plan que aún se antoja casi irrealizable. Pero que ya haya personas e instituciones que lo crean factible es una prueba irrefutable de que la situación ha cambiado dramáticamente en los Balcanes.La Alta Comisaria para los Refugiados de las Naciones Unidas, la japonesa Sadako Ogata, ha pedido a más de 60 organizaciones no gubernamentales y a los Gobiernos de los países que albergan refugiados de Bosnia que colaboren con este plan, cuyo fin es ni más ni menos que revertir en todo lo posible la limpieza étnica impuesta durante la guerra por diversos contendientes y especialmente por las fuerzas serbias. No faltarán las voces que lo tachen de ilusorio porque en gran medida lo es. Gran parte de estos dos millones de refugiados no tiene a. donde regresar, sino a ruinas rodeadas por un páramo de escombros. Muchos ni siquiera quieren volver a ver el escenario de su tragedia y de la muerte de tantos seres queridos. Otros quieren olvidar para siempre aquella región para labrarse un futuro nuevo en los paises que les dieron asilo.

Pero es ésta una empresa tan difícil como encomiable. Bajo la protección de las fuerzas internacionales, y una vez desarmadas las milicias locales, algunas regiones como Eslavonia oriental pueden convertirse en los campos de prueba para revitalizar la convivencia interétnica sin matones, caudillos de guerra ni mafias armadas que lo impidan. La frágil paz que se ha impuesto desde la firma de Dayton ya ha abierto algunos lazos de entendimiento. Mercados que hace pocos meses estaban en plena línea del frente son punto de encuentro de croatas, musulmanes y serbios que intercambian y venden mercancías movidos por un afán que, cuando callan las armas, puede más que el odio: la mejora de la mera supervivencia hasta convertirla en modesto bienestar. Si sólo una fracción de la ambiciosa cifra manejada por Ogata logra instalarse en sus antiguos hogares o tiene la voluntad de reconstruirlos allí mismo, habrá quedado desbaratado el más perverso de los objetivos de esta guerra, que era convencer a la población de que las etnias y religiones no pueden convivir, que son incompatibles "como el fuego y el agua", según palabras del líder serbio bosnio, Radovan Karadzic, ya en busca y captura como criminal de guerra.

Es ésta otra buena nueva en la evolución de la situación, por muchas que sean las dificultades que habrá aún en el largo camino hacia la paz. Las fuerzas de la OTAN estudian ya sus formas de cooperación con el Tribunal de Crímenes de Guerra de La Haya para ayudar en las investigaciones y posible captura de sospechosos. Una de las primeras tareas a acometer es investigar las fosas comunes en Srebrenica y en la mina de hierro de Ljiubica, en el norte de Bosnia.

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En cada una puede haber más de 8.000 cadáveres de víctimas ejecutadas por las fuerzas de Karadzic y Mladic. Pero también habrán de investigar los campos de prisioneros que al parecer sigue habiendo en la propia. Serbia, según denuncias del propio tribunal de La Haya. Lentamente se perfila una situación que los asesinos en esta guerra jamás pensaron que volvería a ser posible. La convivencia puede echar raíces de nuevo, y los crímenes -al menos algunos- pueden, quizá, no quedar del todo impunes.

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