Vitalismo romántico

Carmen Conde pertenecía a la llamada generación poética de 1936 de la que también forman parte, entre otros, Gabriel Celaya, Juan Gil-Albert, José Antonio Muñoz Rojas, Juan y Leopoldo Panero, Francisco Pino, Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco y Miguel Hernández, sin duda la figura más potente de una promoción crecida a la sombra del 27 y nutrida de clasicismo y vitalismo. No obstante, aun dentro de estas coordenadas, Conde fue siempre una escritora un tanto aparte, solitaria hasta cierto punto pese a su ingreso en la Real Academia, que no logró neutralizar ese aire de insularidad que la rodeaba y ha seguido rodeándola hasta su fin.. De hecho, no figura en algunas de las antologías canónicas de la posguerra, ni en la Consultada de Francisco Ribes (1952), ni en los Veinticinco años de poesía española, de José María Castellet (1966). Gustavo Correa la recoge en su antología general de nuestra lírica (1980), pero no lo hace, en cambio, el exigente Francisco Rico (1991). Y, sin embargo, Dámaso Alonso, que fue amigo suyo, le dedicó un efusivo artículo en su obra Poetas españoles contemporáneos (1952), donde la llamaba "la primera entre las muchas y valiosas poetisas de la España actual".

Ella por su parte optó por esta dimensión femenina o feminista, haciendo de lo femenino materia temática y existencial de muchos poemas, incluso de un libro entero, Mujer sin edén. Hasta dedicó dos antologías a la poesía femenina española. Por eso quizá en los últimos años se ha producido una discreta reivindicación de su figura a cargo de estos sectores de nuestra ]írica, tan activos.

Trasfondo

La crítica ha proclamado como los valores más destacados de la poesía de Conde su vitalismo de raíz romántica y un cierto trasfondo existencial cristiano. Por ese vitalismo es posible acceder a los mejores momentos de su poesía, que son los eróticos: "Desnuda y adherida a tu desnudez / Mis pechos como hielos recién. cortados,/ en el agua plena de tu pecho./ Mis hombros abiertos bajo tus hombros./ Y tú, flotante mi desnudez". Dámaso Alonso ponderó con entusiasmo estos versos.Con vísión que a veces recuerda a Vicente Aleixandre, se abrazan. en la poesía de Conde la expresión jubilosa de la plenitud de los sentidos y la comunión con el universo: "¿Podías tú esperar que ardieran tus cabellos,/ que toda cuanto tú eres cayera como lumbre/ en un grito sin cifra/ desde una cordillera gastada por la aurora?".

Pasión del verbo, Ansia de la gracia, Mujer sin edén y Derribado arcángel figuran entre los libros más apreciados de la autora que acaba de fallecer.