Obligados a entenderse
Israelíes y norteamericanos efectuaron ayer sus últimas consultas antes de la reanudación, prevista para hoy cerca de Washington, de las conversaciones con Siria. El primer ministro del Estado judío, el laborista Simón Peres, se mostró optimista por "la actitud positiva de los sirios". Y añadió dos cosas: que "la paz debe ser buena para ambas partes" y que su país no tiene "ninguna reivindicación territorial respecto a Líbano". Entre tanto, los diarios sirios publicaban que la vuelta a la mesa de diálogo ha sido posible por el "cambio de actitud de Israel".Peres ha salido del callejón sin salida al que habían llegado las discusiones sobre las cuestiones de seguridad y ha dicho a los sirios que, a partir de ahora, todos los diferendos podrán ser abordados simultáneamente, comprendida la petición de una retirada israelí del Golán. Y ello sin condiciones previas.
El presidente sirio, Hafez el Asad, por su parte, parece haber comprendido que no volverá a encontrar fácilmente un interlocutor como Peres, y que perder esta ocasión de recuperar el Golán -a cambio de la paz, y de arreglos de seguridad mutuamente satisfactorios- relegaría todo el proceso ad calendas graecas. Sobre todo si se tiene en cuenta que el primer ministro, disminuido por sus vanos esfuerzos para alcanzar la paz, podría muy bien ser derrotado en las elecciones del próximo año.
Peres ha hecho saber a los sirios, a través de los norteamericanos, que Israel está dispuesto a intercambiar el Golán por la paz, pero no se atreve a repetirlo en el Parlamento, donde su mayoría de 63 diputados (de 120) se ha visto reducida a 61 sobre esta espinosa cuestión. De ahí su gran designio de lograr la paz, no sólo con Siria y Líbano (con este último país a cambio de una retirada militar del sur), sino también con el resto del mundo árabe, todavía, técnicamente, en estado de guerra con Israel. Peres está convencido de que, si se alcanza un acuerdo que ponga fin a un conflicto que dura ya cerca de medio siglo, lo aprobaría la mayoría de los israelíes aunque incluyese la devolución del Golán.
Aunque Asad no parece rechazar el proyecto de una paz global, persisten serias diferencias.
Primera dificultad: Damasc o exige la retirada del Golán hasta las fronteras de junio de 1967. Israel pretende que sea has ta la frontera internacional, es decir, la de antes de 1948, cuando nació el Estado judío y estalló la primera guerra, con sus vecinos árabes.
Segunda dificultad: los radares que Israel quiere mantener en el Golán tras su repliegue militar. El Tsahal (Ejército) evoca la necesidad de conocer en tiempo real todo movimiento sospechoso de tanques sirios hacia territorio israelí. Damasco responde que no se puede tolerar este "atentado a la soberanía siria". Los norteamericanos, supuestamente, han elaborado una solución de compromiso, para superar el obstáculo.
Tercera dificultad: la actitud del presidente sirio hacia las negociaciones sigue preocupando a Israel. El director general del Ministerio de Exteriores encabeza la delegación israelí en Estados Unidos. Damasco no ha enviado a su homólogo. Su equipo negociador estará dirigido por su embajador en Washington. Además, Asad se niega a toda negociación directa y exige la presencia continua de los estadounidenses.
Hafez el Asad parece poseído por dos personalidades completamente difierentes. Por un lado, sabe, racionalmente, que la desaparición de la Unión Soviética, su aliado histórico, le priva de toda posibilidad de poder enfrentarse un día a Israel en pie de igualdad estratégica. Sabe que para recuperar el Golán debe negociar. Por otra parte, sin embargo, todo su ser, se rebela contra la necesidad de un compromiso con el Estado judío, la "maldita entidad sionista" a la que había jurado combatir sin tregua.
En suma, el clima en que se abre el diálogo es mejor que en otras ocasiones, pero los obstáculos, políticos y psicológicos, no deben ser subestimados.
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