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Ustedes y nosotros

Encontré hace años un cuaderno olvidado con fragmentos (traducidos en lectura libre por un inexperto en francés) de unos papeles que me mostró en París hace mucho tiempo Juan Andrade, un viejo exiliado madrileño, ya muerto. Un día le dije: los franceses son insolidarios. Respondió con un gruñido despectivo y puso en mi mano unos viejos recortes periódicos, unas Cartas a un amigo alemán escritas por Albert Camus durante la ocupación nazi de Francia. Me dijo: "Lee eso y luego habla de franceses y franceses". Los recortes están ahora en un libro de Tusquets. Reproduzco (como los hilé: a mi antojo) algunos fragmentos, a ver si lo conmovedor pervive.Advierte Camus en un prólogo para italianos de esas cartas: "Cuando digo ustedes, no me refiero a los alemanes, sino a los [nazis] fascistas; y cuando digo nosotros no me refiero, a los franceses, sino a los europeos libres. Amo demasiado a mi país para ser nacionalista [y quiero] que un día desaparezca la estúpida línea que separa Italia y Francia, que con España forman una misma nación". Y en carta: "Se sabe que el odio y la violencia, son cosas vanas en sí, [que] ninguna victoria compensa en tanto que toda mutilación es irreversible, [que] toda batalla se gana contra nosotros mismos, [que] las armas de la felicidad requieren mucho tiempo para ser forjadas, [que] luchamos contra ese matiz que separa la energía de la violencia, la fuerza de la crueldad; contra ese matiz aún más leve que separa lo verdadero de lo falso y al hombre que soñamos de los dioses que ustedes sueñan ser. Sabemos que lo contrario del espíritu es el asesinato [y que] el hombre es la fuerza que acaba expulsando a los tiranos y a los dioses, la fuerza de la evidencia. Basta un niño asesinado para que cólera e inteligencia se aúnen [y] esa desesperante esperanza nos sostenga. [Las víctimas] son más pacientes que los verdugos y más numerosas que las balas".Y: "Las palabras adquieren el dolor de los actos que suscitan. La palabra patria tiene en ustedes reflejos sangrientos y ciegos, que me la hacen ajena, en tanto que nosotros -y cuando digo nosotros, [los europeos libres], no me refiero a nuestros gobernantes; un gobernante es poca cosa- hemos puesto en esa palabra la llama de una inteligencia en [...] la que el hombre gana. Haga memoria: me dijo un día, mofándose de mis indignaciones, que Don Quijote nada puede si Fausto quiere vencerle; y yo dije: que Fausto y Don Quijote no están hechos para vencerse el uno al otro. Ustedes conciben Europa como propiedad suya, mientras nosotros nos sentimos propiedad de ella; para ustedes es un territorio que limita con mares y montañas, para nosotros es la tierra donde desde hace 20 siglos transcurre la más asombrosa aventura del espíritu. Nuestra lucha tiene la obstinación de las primaveras: Europa está por hacer, está siempre por hacer".Y: "Procedemos de la misma soledad [y] compartimos la misma tragedia de la inteligencia. Pero ustedes eligieron la injusticia: se erigieron en dioses; [mientras que] nosotros elegimos la justicia: fuimos fieles a la tierra. Ustedes no creen que el hombre tenga sentido, [pero nosotros] caímos en la cuenta de que nuestra superioridad radica en saber que el hombre tiene sentido, porque exige tenerlo. [Por eso] seguiremos llamándoles hombres, nos esforzaremos en respetar en ustedes lo que ustedes no respetan en nosotros. Su ventaja es que ustedes matan más fácilmente que nosotros y eso beneficia a quienes se les parecen. Pero nosotros, que no nos parecemos a ustedes, testificaremos para que, pese a ustedes, el hombre obtenga sentencia de inocencia. No les odiamos: queremos destruir su poder sin mutilar su alma".

El latido cordial, letánico ustedes y nosotros que dijo hace medio siglo un enamorado francés de lo libre y lo justo suena en Europa y ahora resuena en calles de Francia y grita en esquinas de Vallecas envuelto en otra antigua evidencia: "Prefiero el desorden a la injusticia, pues [cuando se posee el sentido de lo irreparable] las certezas que provienen del corazón no tienen por qué conllevar alegría".

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